Sánchez se aferra a la gestión; Feijóo se confía al antisanchismo
La Moncloa programa anuncios sistemáticos para dirigir la agenda y llevar el debate a vivienda, educación, sanidad.
Una de las cosas que más desesperaban al Gobierno en los últimos meses es que no lograba controlar la agenda política. En teoría, cualquier Ejecutivo del mundo tiene una enorme ventaja para dirigir el debate público: controla los anuncios legislativos, las grandes decisiones, tiene de su lado la mayoría que las ejecuta y puede usar a su favor el factor sorpresa. Por eso siempre se suele decir que las oposiciones no ganan elecciones, son los gobiernos las que las pierden. La ventaja debería ser importante. Pero la coalición sufría mucho para dirigir esa agenda política porque las polémicas por sus decisiones (sedición, malversación) por las consecuencias inesperadas de una ley estrella como la del solo sí es sí, los conflictos internos y las batallas con algunos sectores judiciales en manos conservadoras dificultaban mucho los intentos del equipo de Pedro Sánchez de llevar la agenda a la gestión de Gobierno.
En las últimas semanas, sin embargo, por aciertos propios (pactar la ley de vivienda) y lo que en el Ejecutivo ven como un claro error del PP ―meterse en la batalla de Doñana con una proposición que rechaza la Comisión Europea―, las cosas están cambiando. En el Gobierno se respira un ambiente diferente. “Estamos consiguiendo dirigir la agenda, al fin se habla de gestión, llevamos la iniciativa y tenemos mucho programado para seguir haciéndolo”, señala un miembro del Ejecutivo.
Sánchez, que es ya un especialista en campañas electorales y claramente se encuentra cómodo de mitin en mitin, ha diseñado con su equipo más cercano una agenda que incluía colocar la moción de censura de Vox justo antes de Semana Santa ―un hito político del que el Gobierno en teoría censurado salió favorecido, según varios sondeos― y un programa sistemático de anuncios cada pocos días que empezó justo después de las fiestas, cuando el PSOE dio por iniciada prácticamente la campaña de las autonómicas y municipales.
La ley de vivienda, un gran hito de esta programación, se dejó así para este momento, aunque el acuerdo estaba casi listo antes, precisamente para arrancar con ella y convertir ese asunto, vital para los jóvenes, en una cuestión central de la campaña. Tanto el PSOE, como Unidas Podemos, ERC o Bildu, coautores de la ley, están explotando al máximo esta cuestión clave en sus campañas. El presidente ha ido desgranando anuncios en sus comparecencias hasta prometer 115.000 viviendas públicas en pocos días.
La idea del goteo, que la oposición critica (”esto parece el milagro de los panes y los pisos”, se burló Alberto Núñez Feijóo), es clara: mantener el tema en agenda, en un ecosistema informativo que devora cualquier asunto en pocas horas. La Moncloa cree que lo está logrando. Sánchez ya ha pasado al siguiente anuncio, este sábado: 1.300 millones para Formación Profesional, con la creación de 45.000 nuevas plazas de FP bilingüe, 824 nuevos centros de capacitación digital y 1.500 aulas de tecnología aplicada. Habrá muchos más hasta las elecciones, centrados en los grandes asuntos de gestión, que tienen incluso divididos por semanas: vivienda, educación, sanidad. Este último es decisivo para dar la batalla ideológica con el PP. Con el aumento de recaudación, los fondos europeos y la mejora de la economía, el Ejecutivo tiene algo de margen para tomar decisiones, y va a explotarlo no solo ahora, sino también después de las autonómicas, cuando ya todos empiecen a pensar en las generales.
Feijóo opta por el antisanchismo como aglutinador de votos de Vox y Ciudadanos
La idea que hay detrás es evidente. El problema del PSOE y Unidas Podemos, en general de todo el mundo progresista, es la desmovilización de sus votantes naturales y algunos ocasionales. Por el contrario, la derecha está muy movilizada. Sánchez y los suyos están apelando a la gestión ―reforma laboral, pensiones, subida del salario mínimo, ERTEs, planes de ayuda, reducción de la desigualdad, vivienda― para sacar a los votantes progresistas de ese desinterés que muestran algunos sondeos. La vivienda, clave para los jóvenes, tiene ese objetivo también. Por eso a los socialistas no les preocupa mucho que el PP y Vox intenten darle la vuelta al asunto centrando la cuestión en las ocupaciones, porque creen que es una polémica falsa -están bajando, según los datos de Interior- y que no es el corazón del problema real de la vivienda, que es su precio, que impide a los jóvenes emanciparse o les obliga a destinar más del 50% de su salario al piso.
En el PSOE no todo el mundo tiene clara la estrategia de centrarse casi en exclusiva en la gestión como mensaje de campaña. Pero el núcleo duro de Sánchez está absolutamente convencido de que este es el camino correcto, y creen que desde que dieron un giro a la izquierda tras las andaluzas de 2022 y empezaron a centrarse en grandes medidas progresistas y discurso fuerte sobre la desigualdad con ataques al líder del PP las cosas han mejorado mucho. En el Ejecutivo se ha instalado así la idea de que si la campaña de las municipales y autonómicas ahora y sobre todo la de las generales después se concentra en un debate sobre la gestión, el PSOE y Unidas Podemos tienen todas las de ganar frente al bloque de la derecha.
De hecho, la mayor inquietud del núcleo duro de Sánchez no es tanto Feijóo, al que ven cada vez más débil, sobre todo ahora por Doñana y una inesperada batalla con la Comisión Europea, sino la beligerancia interna de Podemos frente a Sumar, que hace mucho ruido y puede ser decisiva porque si el grupo de Ione Belarra se queda fuera del parlamento de la Comunidad Valenciana puede facilitar que caiga en manos del PP. Y ahí estará la clave política de estas elecciones. Si el PSOE pierde esta comunidad, la sensación de ola de derecha será inevitable para las generales. Por el contrario, si la mantiene, el PP no podrá evitar la sensación de fiasco de la oposición y resistencia de los socialistas.
Mientras Sánchez apuesta todo a la gestión, Feijóo cada vez parece más decidido a cabalgar sobre el antisanchismo, un agente político importante, pero que limita el espacio del líder del PP a la derecha. “Vamos a derogar el sanchismo”, dijo Feijóo este martes en el Senado. Sánchez se burla y recuerda que la derecha siempre utilizó esta misma idea, primero con Felipe González, luego con José Luis Rodríguez Zapatero y ahora con él.
El PSOE cree que la campaña terminará de rematar el giro a favor del Gobierno que detectan las encuestas
En La Moncloa creen que apelar al antisanchismo es una muestra de debilidad y falta de proyecto del PP. Pero en la calle Génova recuerdan que esta idea es la que aglutina tanto al votante del PP como el de Vox y Ciudadanos. Sánchez, insisten, tiene muchísimo rechazo, mucho más que la marca PSOE. Por eso ahora a los socialistas les irá mejor que en las generales, aseguran. Y por eso el líder del PP va a insistir ahí, y en las otras debilidades del Gobierno, vistas desde la oposición: sus pactos con ERC y Bildu, la batalla interna en la coalición y también la inflación, que ha vuelto a tener un repunte.
Feijóo quiere repetir la estrategia gallega, donde logró ser un candidato “atrapalotodo”, que roba votos a todos los demás. Pero en España la realidad política es más compleja. De hecho, el PSOE ha logrado frenar la sangría hacia el PP que detectaban las encuestas tras las andaluzas. La Moncloa tiene un ojo permanente puesto en Feijóo para debilitar su imagen y cortar cualquier posibilidad de que un votante socialista le acabe apoyando a él. Por eso cada día intentan colocarle con Vox, como un partido antisistema que discute incluso los consensos más básicos sobre la sequía y se enfrenta a la Comisión Europea.
Con Doñana, el Gobierno cree que el PP le ha regalado un filón. “Doñana es para el PP como el solo sí es sí fue para nosotros. La diferencia es que nosotros hemos encontrado una solución, y ellos no, su soberbia les impide dar marcha atrás”, señala un miembro del Gobierno. Desde el PP creen que Sánchez ha elegido un campo de batalla muy minoritario, porque Doñana no es una cuestión que mueva votos. Ellos prefieren centrarse en la inflación y el antisanchismo. En La Moncloa tienen todo programado y seguirán intentando controlar la agenda hasta el último día de campaña. El resultado señalará quién tenía razón.
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