Antonio Caba, un presunto estafador señalado por las desapariciones y muertes de los empresarios de Ciudad Real
Al detenido en relación con el asesinato de Juan Manuel Isla lo persigue una estela de engaños, deudas y muerte de más de una década
Pronunciar el nombre de Antonio Caba en Manzanares (Ciudad Real, 18.000 habitantes) se ha vuelto espinoso. A este tratante o corredor de fincas de 48 años, detenido el martes después de que sacaran de un pozo de una de sus fincas los restos del empresario desaparecido Juan Miguel Isla, lo persigue una estela de estafas, engaños y muerte de más de una década. Aficionado a codearse con “gente con dinero”, “políticos” (durante un tiempo estuvo vinculado al PP local) y “guardias civiles” —”entraba y salía de la comandancia como Pedro por su casa”, explican fuentes que conocen al individuo desde hace años—, este aficionado a la caza no oculta su gusto por las armas y tiene fama de “arrimarse siempre al árbol que más sombra da”.
Isla, de 59 años, había desaparecido el 22 de julio, cuando fue de Alicante a Manzanares para cobrar un dinero que Caba le iba a pagar por la venta de unas tierras de su familia. Ahora, el hallazgo de sus restos ha resucitado el pasado del comercial con quien fue a reunirse el día de su desaparición, y ha sacado a la luz una retahíla de deudas, impagos, préstamos y pagarés que muestran una suerte de estafa piramidal. “[Caba] se hacía amigo de quien sabía que manejaba dinero, lo embaucaba para meterse con él en algún negocio, luego le pedía dinero prestado y no se lo devolvía, o lo hacía parcialmente, después de haber engañado a otro, y así”, cuenta uno de los afectados, que prefiere mantener su anonimato.
Otro damnificado relata: “A mí me pidió 10.000 euros. Cuando fuimos a abrir la cuenta con su amigo, que era el director del Banco Sabadell, el préstamo era de 20.000. Accedí porque era amigo, pero de algún modo logró tener acceso a esa cuenta e hizo transacciones y cobros de efectivo desde el móvil de su secretaria”. Este afectado también prefiere no dar su nombre y asegura que ahora se encuentra en la obligación de pelear con la ayuda de su abogado para demostrar que él no hizo nunca uso de esa cuenta. “De pronto, me llamaron de la sucursal para decirme que cerraban la cuenta y que debía más de 23.000 euros”, asegura. “Le dije, claro que se lo dije a Antonio [Caba], pero me ha dado siempre largas”, dice refiriéndose a las reclamaciones que le hacía al comercial.
El empresario Jesús González, de 54 años y desaparecido desde el 19 de junio de 2019 tras una supuesta intermediación de Caba para la venta de unos vehículos, le firmó dos pagarés de 14.000 euros cada uno, supuestamente por la venta de los coches, y dos préstamos de 10.000 y 14.000 euros, que vencían en mayo y junio de 2019 respectivamente. “En cuestión de meses se hicieron íntimos, se fue de viaje con él a Paraguay, donde Jesús tenía unas explotaciones agrícolas y de donde se traía los coches, su gran afición; iban juntos a todas partes, a comer, al Club de Pádel…”, cuenta un familiar del aún desaparecido.
En la declaración de Caba a la Guardia Civil tras la desaparición de Jesús González, a la que ha tenido acceso EL PAÍS, el comisionista asegura que aquel 19 de junio comió con González en el restaurante Viri Viri. Luego, ya hacia las 18.30, quedaron con su amigo Antonio Fernández Menchén para proceder a la compra del coche en la nave industrial de González. Curiosamente, quien compraba el Mercedes era Caba y no Menchén, según los documentos. Supuestamente, porque el último no tenía dinero y antes debía vender su coche para poder pagar. No se entiende por qué los pagarés seguían en la casa de González si le abonaron el dinero, supuestamente, en metálico. Además, la mujer que por aquel entonces era novia de González asegura que este la llamó ese día desde una finca de Antonio Caba, a las 14.40, y le dijo que “estaban esperando al comprador del coche”. La última conexión del WhatsApp de Jesús González “es de ese día, a las 14.56″, ha asegurado ella. No obstante, buena parte del interrogatorio de los investigadores de la comandancia de la Guardia Civil de Ciudad Real versa sorprendentemente sobre el viaje que Caba y González hicieron a Paraguay.
En su relato, Caba dibuja a González, copropietario de una empresa de máquinas recreativas con su hermano, como un hombre con problemas económicos, que se llevaba muy mal con su socio (y hermano) y crea toda una sospecha en torno a su círculo familiar por presuntos problemas de herencias, propiedades y hasta por mujeres. La familia del desaparecido lo ha desmentido por completo y lleva más de tres años tratando de que se investigue a fondo el caso, según su abogado. “No se ha investigado, si se hubiese hecho, quizá Isla hoy estaría vivo”, advierten.
Entre los presuntos estafados por Caba, hay otros empresarios del municipio, que le habrían prestado decenas de miles de euros, algunos de los cuales han preferido no hacer declaraciones tras ser consultados. Incluso figura un alto mando de la Guardia Civil de Manzanares, que al parecer le prestó, en forma de pagarés, más de 50.000 euros.
A la estela de deudas, pagarés, cheques, préstamos, cuentas bancarias, y un ritmo frenético de creación de empresas de todo tipo (“mantenimientos industriales”, “servicios financieros”, “alquiler y gestión de bienes inmuebles, “explotación de fincas rústicas”, “proyectos empresariales”…) que persigue a Antonio Caba, se suman tres desapariciones de personas con las que tuvo algún negocio entre manos. Juan Miguel Isla, cuyo cuerpo fue hallado el martes en el fondo de un pozo, en una finca propiedad de Caba, aunque estaba puesta a nombre de su amigo Gaspar Rivera, de más de 70 años y ahora también detenido. Jesús González, que continúa desaparecido sin que la investigación haya prosperado, pero cuyo caso, a la luz de las diligencias policiales, sigue un patrón muy similar al de Isla. Y Miguel, un hombre a quien en el pueblo recuerdan como “muy amigo de Antonio”, “que tenía una gestoría”, y cuyo cuerpo fue hallado “en 2009 en otro pozo, con los pies atados y una piedra amarrada a la barriga”. Sin embargo, el caso se archivó como un suicidio, según confirman fuentes de la Guardia Civil.
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