Sánchez se mete en todas las batallas
El presidente explota su agenda internacional. La Moncloa ve en la protesta en Madrid otra foto de Colón que moviliza a la izquierda. Suben las pensiones 108 euros de media, y aún queda el SMI
El mejor resultado político de Pedro Sánchez, la victoria de abril de 2019, la primera del PSOE en 11 años, empezó con una gran movilización de la derecha en las calles de Madrid, la llamada foto de Colón. Fue un domingo, 10 de febrero de 2019. El lema, “por una España unida, elecciones ya”, similar al de este sábado: “Por España, la democracia y la Constitución”. Ese lunes, 11 de febrero, Sánchez y su equipo más cercano decidieron la fecha: el 28 de abril. Y el viernes 15, cinco días después, el presidente anunciaba unas elecciones anticipadas con un mensaje similar al que planteó ayer en Valladolid: entre los independentistas que quieren volver al procés y la derecha y la ultraderecha que reivindican una España “excluyente”, según la visión del presidente, el Gobierno ofrece una España viable.
En 2019, esa imagen de la foto de Colón fue un gran movilizador de la izquierda. En 2023, de momento, es una incógnita. Pero desde luego hay una prueba evidente de que Alberto Núñez Feijóo teme que se repita: al contrario que Pablo Casado, decidió no acudir a la protesta, aunque envió a miembros de su dirección.
El Gobierno está convencido de que Feijóo se va a pasar todo el año enredado en su relación con Vox, como se ha visto con la polémica antiabortista de Castilla y León. Las municipales no harán sino aumentar ese conflicto, creen en el Ejecutivo, porque el PP tendrá que compartir con Vox mucho poder. “Con la manifestación gana Vox. Y Feijóo no va, pero tampoco rompe. Más radicalidad y más claridad para el Gobierno”, resumen en La Moncloa.
Aún así, la marcha también muestra la enorme movilización de la derecha y el antisanchismo, que se ha convertido en un movimiento político muy relevante. “Está claro que la derecha está mucho más movilizada que la izquierda. Pero eso nos da mucho más margen para crecer”, resume una ministra.
Es un esquema clásico en la política española: la derecha sale mucho a la calle —lo hizo contra Zapatero, al que acusaba de traicionar a España con ETA, y ahora contra Sánchez, al que acusan de ser un dictador— pero corre siempre el riesgo de pasarse de frenada y movilizar a la izquierda. “La gran pregunta es cuánta fuerza tiene el partido antisanchista. El PP por sí solo no consigue romper. Feijóo se ha deshinchado. Vox tampoco. Ciudadanos desaparece. La gran apuesta de la oposición es el antisanchismo”, señalan un miembro del Gobierno. Dirigentes del PP creen que las elecciones serán un gran plebiscito sobre el presidente. Y Sánchez, lejos de esconderse, asume el reto.
Aunque esta vez las elecciones generales no son en abril, como en 2019, sino en diciembre, con una meta volante en las municipales de mayo, la campaña ya está absolutamente desatada y lo ocupa todo. Y Sánchez, que no parte como favorito, pero es un auténtico especialista en remontadas, ha exhibido en una sola semana todas sus fortalezas y, sobre todo, su voluntad firme de dar la batalla.
El líder socialista es tal vez el político que mejor se adapta al ritmo enloquecido de la política española. De hecho actúa como uno de los principales agentes de su aceleración. Esta semana ha multiplicado su actividad. Primero arrancó explotando una de sus mejores bazas frente a Feijóo, según su equipo: su agenda internacional, con un viaje a Davos en el que se ha visto con medio centenar de los máximos responsables de multinacionales y fondos de inversión —incluido el todopoderoso Larry Fink, de BlackRock—, se fotografió amablemente con la cúpula del Ibex 35, con la que había mantenido una fuerte tensión, y lanzó un mensaje a la élite económica internacional sobre el mal funcionamiento del sistema capitalista que está generando enormes injusticias. El vídeo de su diatriba en inglés logró hacerse viral en sectores progresistas.
De regreso a Madrid, el miércoles, nada más aterrizar, el equipo de Sánchez preparó un encuentro con jubilados de Coslada, con los que jugó a la petanca, de nuevo con vídeos aparentemente caseros, pero en realidad muy preparados, para mostrar más cercanía y sobre todo para reivindicar una de sus grandes decisiones políticas, la subida del 8,5% de las pensiones, que justo esta semana han empezado a notarse en las nóminas de los pensionistas con una subida media de 108 euros mensuales.
El jueves, Sánchez de nuevo mostró su gusto por el riesgo y las decisiones fuertes. La cumbre clave con Emmanuel Macron, preparada durante largo tiempo, que coloca la relación con España y Francia al nivel del eje francoalemán, se hizo en Barcelona, y no en cualquier otro lugar más tranquilo. El riesgo era que los independentistas pudieran reventarla. Pero sucedió lo contrario: la cita mostró a un independentismo dividido y desmovilizado frente a un Sánchez que lleva a Barcelona una cumbre de este nivel y promete más inversiones. Y aun el próximo martes rematará la semana con un pleno en el Congreso para exhibir estos éxitos internacionales y tratar de enredar de nuevo al PP con Vox.
El presidente va a explotar al máximo los datos económicos, mejores de lo esperado, y aún tiene una decisión muy positiva que anunciar: la subida del salario mínimo. El Gobierno aún discute su cantidad —Yolanda Díaz presiona para que suba en la franja alta que proponen los expertos, cerca de 1.080 euros mensuales— pero sin duda será una subida importante.
Sánchez no para. La oposición tampoco. La jugada será larga y llena de altibajos. Pero, después de un mes de diciembre crítico, el Gobierno cree haber recuperado, al menos de momento, el control de la agenda.
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