De gira con los reyes de la verbena: furgoneta, plazas de pueblo, polígonos y 36 conciertos en dos meses
Los grupos musicales vuelven a actuar sin parar en fiestas patronales abarrotadas y deseosas de música en directo. Así es el verano de Versus, de vuelta a la carretera
El pequeño Pedrosa del Páramo (Burgos) vive por primera vez en todo el año estampas propias de Benidorm: está llegando un autobús con turistas. Inaudito. De él bajan decenas de jóvenes, casi más que vecinos invernales de esta localidad con 84 censados. Los visitantes no quieren agua de mar sino bebidas con hielo. No lucen bañador sino sudadera, que en Burgos refresca. Esta noche es noche grande, apuntada en el calendario de fiesteros locales y foráneos: hay verbena. Chavales y mayores, niños y abuelos, todos cogen hueco porque a la una de la madrugada empieza a sonar Mecano y a las cinco y media concluye con Los Suaves. Esta es la historia de una orquesta antes, durante y después de la música tras dos veranos de artistas y público parados por la pandemia. Son los Versus: 36 conciertos entre julio y agosto por los pueblos de España.
La jornada laboral empieza por la tarde y termina tras el amanecer en un polígono de Valladolid. Allí se cita la orquesta Versus a las nueve y media de la noche para acudir a un bolo más en meses hiperactivos tras dos años de telarañas en el camión que ha salido antes para montar el escenario. El grupo se reparte por la furgoneta, llena de maletas con mil prendas que usarán durante la velada, y una vez en ruta comienza la cháchara. Estela Rodríguez, cantante, relata una vida dedicada a estos festejos: “Tengo 42 años y llevo 22 en esto, he visto de todo y tras la covid hay más ganas de fiesta que nunca”. La rodean la también la vocalista María Cuenca, de 28; el guitarrista y también voz Pablo Miguélez; el bajista y conductor José, Josiño, Romero, de 33; y el cantante Luis Febres, de 26.
La comitiva explica que el parón forzoso, además de hundir sus cuentas y obligar a buscarse las habichuelas, repercutió en sus aptitudes, algo oxidadas al empezar la campaña, pero ahora engrasadas. Cuenca agradece a su profesor de canto haber mimado sus cuerdas vocales, con las que también deleita en la banda Onira. Sus compañeros, a los que se une el cantante Adrián Martínez ya en Burgos, añaden que se nota también fuera de las tablas: costó hacerse al ritmo de viajes diarios y dormir de día y actuar de noche. Quién lo diría ante el despliegue posterior. Cuesta creer a Cuenca, que se dice “vergonzosa”. En unas horas demostrarán que Versus manda en la verbena de Pedrosa.
La orquesta llega a una, de momento, casi vacía plaza. Los operarios colocan cables, altavoces y luces comandados por Manuel García, de 48 años, gerente o currante según el momento. Unos niños que observan el montaje quieren mambo y lo demuestran con folclore popular: “¡Que empiece ya, que el público se va, la gente se marea y el público se mea!”. Al rato optan por la moda actual y, ojalá sin saber lo que significa, entonan “¡To’el mundo en pastillas en la discoteca!”. Los ensayos atraen a los primeros jóvenes que ejecutan su botellón detallando que se puede ser prudente y salir de fiesta: ellos vienen de Cañizar de Argaño y alquilan un bus para evitarse conducir, beber sin riesgo vial y que sus padres duerman tranquilos. De Pedrosa son Rubén González y Samuel Martín, de 18 y 20 años, que decretan este día como clave para el pueblo: “Que se llene y vean que hay buena fiesta, sin malos rollos”. Mismas ganas tienen los hermanos Cristina y Germán García, de 39 y 41 años, que vuelven al municipio de sus ancestros para gozar de las fiestas —”Da gusto verlo con vidilla”— y que los peques pululen por la tómbola, donde trabaja Judith Ontoso, de 20 años, otra beneficiaria de la música en directo: “Gracias a las becas pude seguir estudiando mientras mis padres tenían el puesto cerrado”.
Hijo de la luna suena a la 1.05 y abre una lista interminable de temas que Estela Rodríguez pide proteger: “Es nuestra receta de la Coca-Cola”. La competencia es feroz y esos pasos, canciones, iluminación y constantes cambios de registro son secretos, puestos a disposición de un público que comienza a calentarse tanto por el espectáculo como por las copas y por combatir la hipotermia, que el relente arrecia. Unas señoras se calientan con algunos bailes con los clásicos iniciales. “¡Nosotras venimos a chafardear un poco!”, comenta una, feliz de ver Pedrosa abarrotado, pero molesta con el botellón juvenil: “¡En mis tiempos se gastaba más en los bares y ahora van todos borrachos!”.
Sus gruesos abrigos los envidian desde lo alto las cantantes, menos tapadas que sus compañeros y sufridoras del frío burgalés. Cuando entran en su pequeño camerino para cambiarse velozmente resoplan y destacan que tienen las manos tan heladas de sostener el micrófono que les cuesta desvestirse y ponerse el siguiente atuendo. Un parón intermedio, que permite tomar aire a los artistas y que la organización de las fiestas celebre un bingo con las papeletas que han vendido toda la noche, da paso a la traca final a partir de las tres y media.
“¡No pares, sigue, sigue, la fiesta no termina!”, contraataca la orquesta y las coreografías permiten recuperar el calor de los chavales, que tras un suspenso rotundo en boleros sacan matrícula en perreo. El reguetón viejo sirve de gasolina antes de la irrupción del rock, cuando los cuernos asomados por El Venao honran a ACDC. Esta fiesta pagana de Pedrosa concluye con pogos dignos del mejor festival y con Versus pidiendo “resistencia, insistimos, resistencia”, como la mostrada por sus fieles durante dos larguísimos años sin verbena.
Cae el telón y con él al guitarrista Miguélez le piden púas y púas que él, abrumado, reparte a mansalva; el elenco agradece aplausos y alabanzas y los técnicos recogen raudos el campamento. No hay tiempo que perder y pronto Josiño vuelve al volante, con el equipo dormido, para regresar a Valladolid sorteando zorros en la carretera y hablando de croquetas con quien le da coba. Ya es de día al arribar al polígono. Los rostros evidencian cansancio y alegría por un nuevo éxito. El equipo se divide, por unas horas. “¡Hasta mañana! Bueno, ¡hasta luego!”, se despiden. Pronto volverán a su rutina de crear noches únicas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.