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La tensa espera en los pueblos amenazados por el fuego: “Allí tenía un olivar de mi bisabuelo... Qué tristeza”

Los vecinos de la localidad cacereña de Jaraicejo narran en primera persona la angustia ante el avance descontrolado de las llamas

Un helicóptero trabajando en las tareas de extinción del incendio que amenaza el Parque Nacional de Monfragüe este viernes.Foto: DAVID EXPÓSITO
Patricia Segura
Jaraicejo | Casas de Miravete -

“Allí tenía un olivar de mi bisabuelo... Qué tristeza. Pero bueno, esto es lo que nos ha tocado vivir”, dice con los ojos llorosos María Luisa Rebollo, de 57 años, vecina de Jaraicejo (Cáceres). A este pueblo extremeño de 457 habitantes se acercaba a media tarde del viernes el incendio originado la víspera en Casas de Miravete, a 19 kilómetros, que ya había alcanzado “una pequeña parte de la reserva del parque natural de Monfragüe”, según un portavoz de la Consejería de Agricultura de Extremadura. Se han quemado más de 1.100 hectáreas y el fuego está en nivel 2 de alerta. Jaraceijo se ubica a tres kilómetros del punto crítico.

El incendio forestal ha obligado durante la mañana del sábado al cierre de la Autovía de Extremadura (A-5) entre los kilómetros 200 al 219, y al desalojo de los vecinos de Romangordo (259 habitantes) y de Higuera de Albalat (106), hasta Navalmoral de la Mata y residencias en Villanueva de la Serena y Cáceres capital.

El terreno está totalmente calcinado. “La mayoría de los terrenos son para la caza. Hemos venido esta mañana a sacar las vacas de un compañero”, explica Julián Cobos, de 28 años, que se limpia el sudor de la cara con su camiseta y se resguarda de los rayos de sol bajo un sombrero de paja. A las seis de la tarde del viernes, el fuego empezó a coger fuerza y ya eran cuatro los helicópteros que sobrevolaban el cielo de calima.

Este enclave limita con el parque nacional de Monfragüe, que fue el primer espacio protegido de Extremadura, declarado parque natural en 1979, y ocupa 18.400 hectáreas. El bosque acoge a poblaciones de cigüeñas negras, alimoches, buitres y águilas imperiales, y abunda en quejigos, alcornoques, acebuches y encinas. Desde aquí unas 30 personas que luchan, casi en vano, contra el calor que abrasa la zona con gorras y paraguas que sirven de sombrilla, o se cubren la cabeza con cualquier prenda de ropa, divisan la catástrofe. “Tengo todo el patio lleno de cenizas y huele todo a humo. Y mira que tengo todo cerrado”, se queja una de las vecinas. En el parque nacional se han quemado unas 300 hectáreas, según un balance de la noche del viernes.

Los ganaderos se reúnen en el arcén, mientras miran con impotencia cómo el fuego quema las tierras. Están de guardia por si las llamas se acercan a su ganado. “Aquí estamos, pendientes de ver qué dirección toma”, cuenta resignado Cristian Fuentes, de 33 años, que reside en Torrecillas de la Tiesa, a 20 kilómetros. Si lo peor ocurriera, tratarían de llevar a los animales cerca de los abrevaderos de agua. “Y si te ves muy apurado, pues a la carretera”, apostilla. Fuentes tiene un centenar de vacas en uno de los terrenos. “El fuego ha afectado a las fincas de caza mayor, de apicultura y ganadería”, lamenta. “Yo he venido a traer bebida fría y comida para la gente”, explica, mientras señala a los vecinos que miran con tristeza el incendio.

Los vecinos de Jaraicejo, en Cáceres, observaban cómo progresaba el incendio que ponía en riesgo el Parque Natural de Monfragüe.
Los vecinos de Jaraicejo, en Cáceres, observaban cómo progresaba el incendio que ponía en riesgo el Parque Natural de Monfragüe. DAVID EXPÓSITO

“Esto nos toca muy de cerca porque la gente aquí vive de los animales y se están muriendo”, comenta apenada Sixta Francisco, de 52 años, que regenta un bar en Jaraicejo y vive en esta pequeña localidad extremeña desde hace más de tres décadas. “Es que ver cómo se están quemando los venados...”, añade con gran pesadumbre en una sala lúgubre, entre los comentarios de los vecinos sobre si tendrán que abandonar sus casas por el fuego. Fuera, en la terraza del local, hay aparcadas dos ambulancias. Uno de los voluntarios explica que esperan ahí por si acaso hiciera falta desalojar.

A las cuatro de la tarde del viernes, ya desde la autovía de Extremadura (A-5), se divisa una humareda gris que sobresale de un enclave entre el parque nacional de Monfragüe, el río Tajo y el macizo de Las Villuercas. Es el pequeño poblado de Casas de Miravete, cuyos 129 vecinos fueron evacuados el jueves por la noche. Un coche de la Guardia Civil salvaguarda la entrada que, si no fuera por el vehículo y los chalecos fluorescentes de los agentes, pasaría inadvertida. El camino está por asfaltar y hay bancos de madera. El silencio hace daño. Aunque de vez en cuando lo interrumpen las aspas de los helicópteros que sobrevuelan el pueblo, mientras una mula solitaria busca la sombra entre las parcelas con verjas oxidadas. La entrada a Casas de Miravete está prohibida tras la evacuación de los residentes. Algunos de ellos, los que no tienen una alternativa para pasar la noche, se resguardan en el pabellón polideportivo de Almaraz.

Las altas temperaturas no ayudan en la extinción del fuego. “La situación está complicada y el fuego sigue activo. El foco que más nos preocupa ahora es el pueblo de Jaraicejo, que es donde se está acercando el incendio”, explica el viernes por la tarde un portavoz de la Consejería de Agricultura de Extremadura.

Este incendio se suma al de la comarca de Las Hurdes, también en la provincia de Cáceres, que el jueves cumplió su cuarta jornada y se reactivó por la tarde. Ambos seguían activos al día siguiente, con un nivel 2 de peligrosidad. Los fuegos coinciden con el pico de la ola de calor que sufre el país y durante la que se alcanzaron temperaturas de hasta 42º o 43º en Cáceres.

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