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El Gobierno decide ir al choque con Vox para reactivar a la izquierda en las andaluzas

La oposición toma como diana a Bolaños, referente del Ejecutivo y nuevo escudo de Sánchez

El ministro de Presidencia, Félix Bolaños, interviene en la sesión de control al Gobierno el pasado miércoles, con la bancada de Vox al fondo.
El ministro de Presidencia, Félix Bolaños, interviene en la sesión de control al Gobierno el pasado miércoles, con la bancada de Vox al fondo.Emilio Naranjo (EFE)
Carlos E. Cué

Hasta hace poco, el PSOE apostaba por ignorar a Vox. Solo Pedro Sánchez tenía algún encontronazo esporádico con Santiago Abascal. Pero la tónica general era el desprecio. Esa etapa se ha acabado. Después de mucho debate interno sobre la mejor estrategia a seguir, y con una evidente división de opiniones que se da no solo en España, sino en toda Europa, sobre cómo frenar a la ultraderecha, el PSOE y el Gobierno han decidido, no por casualidad en plena precampaña de las andaluzas, enfrentarse a Vox a campo abierto. Las últimas sesiones de control en el Congreso han dado buena muestra de este giro. Y Félix Bolaños, mano derecha de Pedro Sánchez en el Ejecutivo, una especie de vicepresidente de facto, es el ariete de este cambio de estrategia. “Yo estoy en política para combatir todo lo que usted representa: el odio, la crispación, el matonismo, los insultos, los privilegios”, le espetó con todo su grupo lanzado en un aplauso entusiasta este miércoles a Macarena Olona, en la última sesión de la candidata de Vox en Andalucía, mientras ella le despreciaba llamándole “ministro perejil”, por estar en todos los asuntos relevantes del Ejecutivo.

Bolaños se ha convertido en el nuevo objetivo central de la oposición. No solo de Vox, también del PP. De hecho la oposición está reduciendo el número de preguntas orientadas a Yolanda Díaz, la vicepresidenta segunda, que ha protagonizado sonados choques con Vox y con los portavoces del PP que se hacían rápidamente virales en el ambiente progresista, para centrarse en el ministro de Presidencia. “Desde los ataques a Pablo Iglesias no se veía una furia similar con un miembro del Gobierno en la oposición. Lo hacen porque saben que es muy cercano al presidente y es una forma de atacar a Sánchez”, señala un miembro del Ejecutivo. Internamente, por el contrario, esas críticas refuerzan al ministro, cada vez más aplaudido por sus propios diputados.

Bolaños se ha convertido así en el escudo del presidente, que está sufriendo un enorme desgaste por una oposición centrada desde hace meses en deteriorar su imagen. Sánchez explicó en el pleno que él siente que el PP hace lo mismo con él que antes con José Luis Rodríguez Zapatero o Felipe González. De hecho Alberto Núñez Feijóo ha empezado a hablar de “partido sanchista” en vez de PSOE, para centrar todo el desgaste en la imagen del presidente.

El PSOE está desconcertado. No acaba de entender por qué con unos datos económicos mejores de los esperados, con 20 millones de ocupados, una cifra récord, y una gestión con hitos como la reforma laboral, el aumento del salario mínimo, el cambio de la ley para revalorizar las pensiones con el IPC o medidas sociales potentes como el ingreso mínimo vital para 400.000 familias más, su electorado parece desactivado y las expectativas en Andalucía no son nada buenas. Así que ahora Sánchez y su equipo, con Bolaños como ariete pero no solo, porque también Nadia Calviño o María Jesús Montero han entrado esta misma semana al choque con Vox, han apostado por no dejar pasar ni una a los ultraderechistas y sobre todo por unir su imagen a la del PP, para tratar de recordar al electorado progresista que si no se moviliza, la coalición PP-Vox que ya gobierna en Castilla y León lo hará en Andalucía y después puede llegar a media España y también a La Moncloa. “El electorado progresista tiene que entender lo que está en juego, ver que aquí hay una batalla ideológica y cultural entre dos modelos, el de la coalición progresista y la del PP y Vox”, insisten desde el Ejecutivo.

El tono del vicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo, que llegó a decirle esta semana a una diputada socialista con discapacidad “le voy a contestar como si fuera una persona como las demás”, ha ayudado mucho a esta estrategia del Gobierno. El Ejecutivo ya está volcado en las andaluzas, y este fin de semana medio Gobierno estará de mítines por esta comunidad, incluido el presidente. De hecho esta semana ha quedado muy claro que España entra en una especie de campaña electoral ininterrumpida que empieza en Andalucía, pero ya no parará hasta las generales de finales de 2023. Y ahí el choque con Vox será uno de los elementos centrales de la estrategia socialista.

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Este ambiente de campaña y la necesidad de reactivar el voto progresista aleja por completo, según varias fuentes del Gobierno, la idea de un acercamiento al PP. El hecho de que el jueves se sacara con la abstención de los populares la ley audiovisual o que la semana anterior se intentara pactar con el PP una enmienda para la abolición de la prostitución ha hecho saltar algunas alarmas en Unidas Podemos y otros aliados de la mayoría. Pero los socialistas aseguran que el de la ley audiovisual fue un asunto puntual, y sostienen que no hubo negociación con el PP. La línea sigue siendo la de reforzar la coalición y recomponer la mayoría progresista. De hecho al día siguiente Sánchez organizó un acto con Díaz en La Moncloa con mensajes claros hacia la unidad de la “coalición progresista” y el “trabajo coral” de todos sus ministros. Sánchez parece especialmente interesado en reforzar la coalición y también a la propia Díaz, cuyo éxito es básico para que el bloque progresista tenga alguna posibilidad de éxito en las generales.

Como prueba de que las cosas no van bien entre el PSOE y el PP está la negociación para renovar el Poder Judicial, completamente parada hasta después de las andaluzas y sin garantías de éxito si el PP no acepta que habrá un cambio de mayoría tanto en el Poder Judicial como en el Tribunal Constitucional, como corresponde a los números que hay en el Congreso. Los socialistas renovarán la presión en cuanto pasen las andaluzas, pero después de tres años y medio de bloqueo no hay mucha confianza en que podrán resolverlo rápido. El Gobierno, por tanto, está preparándose para una larguísima campaña y sobre todo para explicar su gestión y rematar la recuperación económica. Frente a la urgencia que quiere trasladar al PP, que trata de instalar la idea de caos y de que el Ejecutivo se viene abajo, Sánchez y los suyos están pensando en una larga travesía en la que el choque con Vox, que tan poco gusta al PP, tendrá un papel protagonista. Andalucía dará las primeras claves del resultado de estos cambios, y no pinta bien para el bloque de izquierdas. Pero Sánchez y los suyos están mirando a más largo plazo.

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