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El yihadista autoadiestrado que “buscaba blanco” para atentar: la Torre Eiffel o la catedral de Salamanca

La Audiencia Nacional condena a dos años y seis meses de cárcel a un islamista, detenido en Madrid en 2020, tras un acuerdo con la Fiscalía

J. J. Gálvez
Un grupo de agentes de la Guardia Civil durante el arresto de Bentouati, en septiembre de 2020.
Un grupo de agentes de la Guardia Civil durante el arresto de Bentouati, en septiembre de 2020.Oficina de prensa de la Guardia (EFE)

Cuando los agentes de la Guardia Civil irrumpieron por sorpresa en el domicilio de Abdelgahan i Bentouati, se toparon con todas las pruebas que confirmaban sus sospechas. Este argelino nacido en 1989, que se había asentado en Madrid, ya acopiaba material, como celulosa y polietileno, que le “permitía empezar a fabricar” explosivo; guardaba manuales para la elaboración de bombas y sobre cómo ejecutar “apuñalamientos para asegurar la muerte”; e, incluso, había buscado en internet un chaleco “que pudiera ser utilizado para ejecutar un atentado suicida”. En palabras de la Audiencia Nacional, que lo ha condenado a dos años y seis meses de cárcel tras alcanzar un acuerdo con la Fiscalía, se encontraba “decidido a pasar a la acción” y “estaba buscando un blanco”.

Es más: entre los posibles objetivos de Bentouati, según el fallo del 23 de febrero que lo condena por autoadoctrinamiento yihadista, se encontraban la Torre Eiffel o la catedral de Notre Dame de París. También, el aeropuerto de Barajas (Madrid) o la catedral del Salamanca. “Consta en un vídeo su voluntad de recuperar ‘el castillo grande de Salamanca”, explica la sentencia, que incide en que se le intervinieron fotografías de estos “lugares”, en las que él aparece “señalándolos con el sello del Daesh [acrónimo en árabe del Estado Islámico]”. Un anillo con ese troquelado que luego se encontró en su casa: “Que reproduce el sello del profeta, utilizado por Daesh tanto de forma individual como para la composición de su bandera identificativa. Dentro se lee ‘Mahoma, Mensajero, Allah”.

Pero, más allá de sus deseos, ¿el treintañero tenía capacidad de pasar a la acción? El tribunal está convencido de que estaba “dispuesto” a ello. Bentouati se había instruido por su cuenta, gracias a los contactos tejidos en las redes sociales: sobre todo, en grupos de WhatsApp. “A través de la constante búsqueda, visionado y escucha [de propaganda yihadista], el acusado llevó a cabo su proceso de adoctrinamiento y tenía la decisión de cometer acciones violentas de forma inminente”, resume la sentencia, que le atribuye un delito de autoadoctrinamiento y autoadiestramiento, y por falsificar documentos. “Llegó a mostrar una gran identificación con la organización terrorista Daesh, así como mucho interés por armas y técnicas de lucha”, añadió la Guardia Civil cuando lo arrestó en septiembre de 2020.

Las alarmas saltaron primero por Europol, que alertó de que el sospechoso usaba un número de teléfono activo en dos grupos de WhatsApp de corte yihadista. Un aviso que se quedó corto. Los investigadores descubrieron que participaba en cerca de medio centenar y que, a su vez, administraba tres perfiles de Facebook, dos de Twitter y uno de Instagram para la redifusión del material radical que lograba. Además, a través del grupo Yihad y ciencias militares, había recibido un “manual de apuñalamiento”: “Un documento ilustrado [en pdf], de 30 páginas, en el que se explica paso a paso técnicas en el manejo y uso de un arma blanca tipo cuchillo-machete para atacar a una persona”.

Documentación falsificada

El condenado guardaba vídeos donde se explica cómo fabricar artefactos incendiarios “con materiales sencillos”. Y accedió a “manuales de confección de aparatos explosivos compuestos por gasolina y poliespam”, explican los jueces en la sentencia, cuya ponencia ha corrido a cargo de Juan Carlos Campo, exministro de Justicia. El tribunal también añade que el acusado adquirió “elementos” que le permitían “empezar a fabricar” explosivos; lanzó proclamas en las redes para animar a “llevar a cabo la yihad violenta y recuperar Al-Ándalus”; y buscó por internet un chaleco de ejercicio deportivo, que las organizaciones terroristas yihadistas suelen usar “para la confección de chalecos explosivos y posterior comisión de atentados”. Además, “se dedicaba a la confección de documentación falsa partiendo de documentos auténticos robados, extraviados o sustraídos, según se desprende de los pasaportes encontrados en su domicilio”.

Cuando fue arrestado, fuentes de la investigación añadieron que no se encontraron pruebas de que ya hubiera puesto en marcha un plan concreto para ejecutar un atentado, según publicó la agencia Europa Press. Según estas mismas fuentes, Bentouati llevaba menos de un año viviendo de forma irregular en España después de haber pasado por diferentes países en los que le siguieron la pista varios servicios de información. Tras alcanzar un acuerdo de conformidad con la Fiscalía, el tribunal lo ha condenado a dos años y seis meses de cárcel —llevaba en prisión desde su arresto—, y a otros dos años de libertad vigilada.

La propaganda como arma

La propaganda yihadista y su difusión en internet constituye una de las principales preocupaciones de las fuerzas antiterroristas. La Estrategia de Seguridad Nacional 2021 destaca este fenómeno y hace especial hincapié en la “amenaza” que suponen los actores solitarios que “han nacido o crecido en países occidentales” y que, tras radicalizarse, “atacan en su área de residencia”. “La estrategia de activación de potenciales terroristas autónomos se ha mantenido como una prioridad. Los llamamientos a la acción buscado ataques simples de gran impacto mediático y con la probabilidad de ser imitados por otros seguidores”, subraya también la Fiscalía.

La pandemia, además, no ha ayudado: “El aislamiento producido, no solo en nuestro país sino en todo nuestro entorno geográfico, como consecuencia de la crisis sanitaria, ha aumentado el número de jóvenes que utilizan internet durante un gran número de horas al día, lo que ofrece a este tipo de organizaciones terroristas la oportunidad de acceder a un público más amplio a los que trasladan su ideario, favoreciendo la culminación de un proceso de radicalización violenta susceptible de derivar en alguna de las formas de terrorismo”, apostilla el ministerio público en una de sus últimas memorias.

La Audiencia Nacional incide en la misma idea en sus sentencias: “Daesh ha revolucionado el empleo de la propaganda, aprovechando los avances digitales, el desarrollo de internet y las redes sociales [...] Esta propaganda facilita la inspiración entre sus seguidores en Occidente para la comisión de atentados sin necesidad de la existencia de un planeamiento o dirección desde su aparato de operaciones exteriores”.

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Sobre la firma

J. J. Gálvez
Redactor de Tribunales de la sección de Nacional de EL PAÍS, donde trabaja desde 2014 y donde también ha cubierto información sobre Inmigración y Política. Antes ha escrito en medios como Diario de Sevilla, Europa Sur, Diario de Cádiz o ADN.es.

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