Tres envíos de comida a domicilio permitieron ‘cazar’ a uno de los yihadistas más buscados de Europa
EL PÁIS accede a la investigación judicial sobre Abdel-Majed Abdel Bary, que ha permanecido bajo secreto hasta ahora. Encarcelado en un módulo de aislamiento, fue arrestado en Almería en 2020
Un motorista de una empresa de envío de comida a domicilio se adentra en la calle Cádiz de Almería. El repartidor aparca junto al número 20 y un hombre se asoma al balcón del segundo piso. A pocos metros, un policía sigue la escena con enorme atención. Vigila la zona ante las sospechas de que allí se oculte uno de los yihadistas más buscados de Europa, Abdel-Majed Abdel Bary, un exrapero británico acusado de convertirse en uno de los sanguinarios combatientes del ISIS tras viajar a Siria para enrolarse en sus filas. A él, el agente aún no lo ha localizado, pero acaba de reconocer a uno de sus presuntos colaboradores, Abderrezak Siddiki. Es aquel individuo que se ha dejado ver fugazmente en lo alto del edificio ante la llegada del almuerzo. La caza no ha hecho nada más que empezar.
El sumario de la Operación Altepa, que la Audiencia Nacional ha mantenido bajo secreto hasta este verano y al que ha tenido acceso EL PAÍS, revela los detalles de la captura de Abdel Bary en la primavera de 2020 y cómo las aplicaciones móviles propiciaron su caída. Todo comenzó cuando los investigadores recibieron el aviso de que este “violento” foreign fighter (combatiente extranjero) del ISIS quería volver a Europa, “llegando en patera a algún punto desconocido de la costa de Almería”. Las sospechas de los agentes, en contacto con el CNI, vaticinaban lo peor: “El hecho de que pretenda llegar al margen de cualquier medio de viaje regular permite hacer pensar que su objetivo es el de cometer cualquier tipo de acción relacionada con su militancia terrorista o, cuando menos, recabar apoyo local para viajar por territorio europeo”. Así que intensificaron la vigilancia.
Las alarmas saltaron el 14 de abril —en pleno confinamiento por el coronavirus—, cuando se detectó la llegada de cinco pateras a la costa de Almería. Varias lograron tocar tierra y “no todos sus integrantes fueron interceptados”, especificó la Policía, que emprendió la búsqueda.
Los investigadores, que tenían información previa de que podía haber llegado a la ciudad junto a Siddiki, comenzaron el rastreo. Comprobaron el listado de clientes de hospederías en toda la zona de Almería. Sin éxito. Revisaron los controles de entrada en territorio nacional por los pasos habilitados. Pero tampoco consiguieron nada. La mejor pista brotó del móvil. Los agentes habían analizado las redes sociales de los sospechosos y, según el sumario, tenían identificado el perfil de usuario de Siddiki en las aplicaciones de envío de comida a domicilio, a las que se preguntó si tenían registrado algún pedido reciente. Uber Eats respondió:
—El 15 de abril de 2020, a las 22:46 horas, Abderrezak Seddiki hace un pedido a The Kebab Shop, entregado en las coordenadas que se corresponden a la calle Ledesma, números 6-14, de Almería.
—El 16 de abril de 2020, a las 22:00 horas, realiza un pedido al Makro Döner, entregado en las coordenadas pertenecientes a la calle Cádiz, 24-34.
En ese momento, se activan dos nuevos dispositivos de vigilancia “sobre ambos puntos de entrega”, con la hipótesis de que en las inmediaciones se escondan los presuntos yihadistas. Un despliegue que culmina a las 14.48 del 18 de abril, cuando un repartidor con un tercer envío recorre la calle Cádiz y propicia que Siddiki se asome al balcón. Tras reconocer al sospechoso, el agente allí apostado decide seguir los pasos del motorista. Entra con él en el portal del número 20 y observa desde el descansillo de la segunda planta cómo otro hombre abre la puerta de la casa. A este también lo identifica: es Abdel-Majed Abdel Bary.
“Extremadamente violento”
La Operación Altepa entra así en ebullición. La Audiencia Nacional autoriza el registro de la casa, un piso turístico alquilado a través de Airbnb. Los agentes entran el 20 de abril, detienen a sus tres ocupantes —los dos identificados y un tercero, Kossaila Chollouah, del que no tenían noticias— y aprehenden cinco teléfonos móviles, un dispositivo USB, un ordenador y diversa documentación. Una intervención que queda plasmada al detalle en un sumario que aún sigue abierto y que mantiene a Abdel Bary encerrado en un módulo de aislamiento de la cárcel de Soto del Real (Madrid).
Abdel Bary, a quien se atribuye un delito de integración en organización terrorista, niega las acusaciones. En prisión contó que llegó a Almería para “trabajar en invernaderos o recogiendo fruta”, y que antes había viajado a Siria “para ayudar a los musulmanes por motivos humanitarios, en el marco de la revolución”. En cambio, la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), personada como acusación popular, dice: “Presenta unos rasgos de personalidad muy peculiares y un perfil criminal extremadamente violento”. Pero el abogado del supuesto yihadista, Álvaro Durán, responde: “Lo único de lo que pueden acusarle es de pertenencia, nada de comisión de atentados. Pero es que no hay nada comprobado —tuits, vídeos o fotos— que lo sitúe en la zona de conflicto”. El letrado insiste en que, por ello, la Policía intenta ahora “introducir” los delitos de estafa y falsificación para financiación terrorista.
En esa dirección apunta un informe policial: “El sostenimiento de sus gastos parece estar diseñado para soportarse en la delincuencia económica o la falsedad documental, a las que los tres detenidos parecían adscritos. Abdel Bary, de forma evidente, se dedicaba a la falsificación de tarjetas de crédito”.
El líder, el “músculo” y el “hombre para todo”
Las pesquisas abiertas en la Audiencia han intentado trazar el viaje que los tres hicieron hasta entrar en España, así como identificar a las personas que los ayudaron y sus supuestos contactos con las estructuras yihadistas asentadas en Europa. La Fiscalía y la jueza María Tardón, en línea con los agentes, mantienen que existen indicios de que los detenidos forman parte del ISIS y que desembarcaron en Almería tras zarpar desde Argelia, adonde llegaron desde Turquía. La Policía recalca que constituían una “célula itinerante” con “reparto de tareas” y de la que “no puede descartarse” que contase con más “miembros y apoyos” asentados en España u otro país del continente.
La Policía otorga a Abdel Bary, de 31 años y a quien el Reino Unido retiró la nacionalidad, el liderazgo del grupo. De origen egipcio, este exrapero conocido como L Jinny es hijo de Adel Abdelmajed Abdelbary, histórico terrorista de Al Qaeda extraditado a EE UU en 2002 por participar en los atentados perpetrados contra las embajadas estadounidenses de Kenia y Tanzania. Los agentes aseguran que el vástago viajó en 2013 a Siria para luchar con el ISIS. “A principios de 2014 fue fotografiado con una cabeza decapitada de un infiel colgando de su mano, aparentemente durante su estancia en Raqqa (considerada capital del Estado Islámico) y prometiendo guerra sin cuartel a Occidente”, subraya otro informe policial. Los agentes también creen que el treintañero, sobre el que la Interpol emitió una nota por terrorismo, “se dedicaba a falsificar tarjetas de crédito” para financiar sus actividades.
Por su parte, los investigadores definen al “camaleónico” Seddiki, un argelino de 29 años, como el “hombre para todo”: encargado de la “logística”: “alquiler de pisos, compras y probablemente de los traslados y la obtención de documentaciones falsas”. Chollouah, también argelino y de 26 años, “encaja en [el papel] de lugarteniente para la seguridad”: “De complexión fuerte y experto en artes marciales, sería el músculo”. Aunque ambos, al igual que su supuesto jefe, lo niegan todo desde prisión y repiten que son simples inmigrantes irregulares.
Pero los investigadores no les creen. Abdel Bary facilitó otro nombre cuando lo arrestaron. Seddiki llevaba un pasaporte falso. Además, según destaca la Fiscalía, también disponían en ese momento de grandes cantidades de dinero en efectivo y de dispositivos electrónicos (móvil y ordenador portátil), “a pesar de llevar en España apenas una semana”. A todo ello, la Policía añade que, por ejemplo, llegaron a tener alquilados hasta tres pisos de forma simultánea en Almería; o que el exrapero acumulaba 49.812 euros en bitcoins; o que, entre sus contactos telefónicos, han encontrado uno vinculado a “un facilitador de documentación y recursos” para foreign fighters del ISIS que quieren volver a Europa y EE UU, asentado en Turquía, en donde la investigación también los sitúa.
El "fantasioso" viaje a España
Los investigadores no han logrado averiguar los detalles exactos de la entrada de los tres detenidos a España. Los agentes, que sitúan la llegada en patera de la "célula" sobre el 14 de abril, mantienen que sus integrantes se conocían previamente y que lo más probable es que viajaran por separado hasta la Península desde el norte de África: "Es la opción más lógica si forman un grupo y pretenden que, pese a una eventual detención de una embarcación, la célula sobreviva". Pero los sospechosos niegan las acusaciones y repiten que se conocieron al poner un pie en Almería. Aun así, se ha encontrado en el móvil de Kossaila Chollouah una conversación con un familiar que arroja algunas pistas del viaje. De hecho, aunque la propia Policía califica el relato de "fantasioso", lo destaca para incidir en la idea de que posiblemente no llegaron en la misma patera.
—¿Fuiste solo? —le pregunta el interlocutor al presunto yihadista.
—Sí.
—¿Y tu amigo?
—Mi amigo fue en un barco pequeño. Un yate.
—Y tú, ¿cómo fuiste?
—A mí me encontraron sitio en un barco grande. Pagué y me ayudaron a escaparme/a huir.
—Ah, bueno, gracias a Dios que has llegado a salvo.
—Ellos fueron con sus pasaportes. Vino un barco desde Inglaterra y los llevaron en dos yates de ricos. No os preocupéis que yo estoy bien, gracias a Dios. Ya os llamaré.
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