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Vox eleva su combate cuerpo a cuerpo contra todos

El partido ultra impulsa una estrategia de ataque que se dirige a “defenderse” de los demás partidos y de lo que consideran como periodismo “activista”

Javier Casqueiro
El líder de Vox, Santiago Abascal, junto con su portavoz, Iván Espinosa de Los Monteros, y la secretaria general del grupo, Macarena Olona, el martes en el Congreso.
El líder de Vox, Santiago Abascal, junto con su portavoz, Iván Espinosa de Los Monteros, y la secretaria general del grupo, Macarena Olona, el martes en el Congreso.J.J. Guillén (EFE)

Hay dos frases, cortas, rotundas y contundentes, que resumen las intenciones sin complejos de la nueva estrategia de Vox para este incipiente temporada política: “Ya solo queda Vox” y “ha llegado el tiempo de defenderse”. La primera la repiten diariamente sus dirigentes, da igual en qué contexto. La segunda fue la respuesta en el Twitter oficial de la formación ultra al escándalo que se desbocó tras la desagradable jornada que se vivió el martes en el pleno del Congreso, donde uno de sus diputados más excéntricos, juez en excedencia, José María Sánchez García, llegó al límite de ser expulsado por la Presidencia de las Cortes tras insultar a una parlamentaria del PSOE al llamarla “bruja”.

El inusual incidente pudo parecer casual, improvisado al calor de un sensible debate sobre una reforma legal para castigar a los hostigadores de las clínicas donde se realizan abortos, pero no lo fue, según constatan sobre el creciente comportamiento agresivo de Vox ministros y diputados de todos los demás partidos.

Vox nunca ha eludido los enfrentamientos dialécticos más desabridos. Sus principales oradores en la Cámara, Iván Espinosa de los Monteros, Macarena Olona, Javier Ortega o las diputadas Rocío Meer, Carla Toscana o Mireia Borrás hacen gala incluso de sus combates cuerpo a cuerpo. En el caso de las parlamentarias, especialmente para denigrar las actitudes e intervenciones de las dirigentes del Gobierno progresista en defensa de políticas de igualdad, a las que niegan representatividad feminista y tachan de “feminazis” que se benefician de lo que llaman “chiringuitos de las élites de la izquierda caviar”.

El líder, Santiago Abascal, y su lugarteniente en el Congreso, Espinosa de los Monteros, utilizan sus discursos y exposiciones para cuestionar la legitimidad del Ejecutivo “socialcomunista y filoetarra” y para mofarse del recorrido de Pablo Casado y su equipo en el PP. Les parecen melifluos y pusilánimes. Abascal no acude mucho por los plenos. Anda más de ronda por España. Espinosa, de formación aparentemente más refinada, es el que frenó al diputado ultra José María Sánchez García el martes cuando recogió su maletín de su escaño y se encaminaba desde el gallinero de la Cámara para abandonar el hemiciclo tras ser expulsado por el presidente en funciones del Congreso.

Sánchez García, de verbo engolado, había tildado de “bruja” a la portavoz socialista que defendía la reforma del Código Penal para castigar a los que acosan a las mujeres que acuden a clínicas para interrumpir voluntariamente su embarazo. Varios diputados sentados junto a Vox escucharon desde esas bancadas ofensas mucho más fuertes. En ese momento, primera hora de la tarde, la presidenta de las Cortes, Meritxell Batet, no presidía la sesión porque ejercía de anfitriona de un almuerzo oficial con el presidente del Senado.

El presidente del Congreso en funciones, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, escuchó la invectiva y pidió al diputado ultra que la retirase. Ambos entraron en una discusión abstrusa sobre qué término debía ser retirado, el presidente le llamó al orden por segunda ocasión y a la tercera ordenó su expulsión. Lo hizo con maneras suaves y sin levantar la voz, pero “quizá poco hábil y muy rápido, sin darle demasiado tiempo para recapacitar”, coincidían ayer al analizar críticamente su arbitraje fuentes de todo el arco parlamentario, también del socialista. La literalidad del Reglamento de la Cámara, según los puntos del artículo 104, respaldan formalmente su actuación para la mayoría de los consultados, pero no su pericia. Vox interpreta que el presidente se extralimitó y luego el partido de ultraderecha usó sus redes y satélites mediáticos para equiparar el insulto de “bruja” con ataques recibidos por sus parlamentarios, como cuando una diputada de ERC llamó “fascista” a Olona.

El martes, tras el conato de expulsión, Olona confrontó abruptamente con una periodista de La Sexta que le preguntó su parecer sobre llamar “bruja” a otra diputada. La imagen se convirtió en viral. No ha sido el único emplazamiento de miembros de Vox, dentro del Congreso y en ruedas de prensa, contra periodistas de distintos medios, especialmente mujeres. Cuando a Espinosa no le agrada una pregunta replica entrando al debate con el periodista, su medio y señalándole como “activista de izquierdas”.

La presidenta del Congreso citó en la noche del martes al portavoz de Vox en su despacho. Batet recriminó a Espinosa la mala imagen ofrecida y le advirtió de que no aceptará “que Vox ponga en cuestión la autoridad de la Presidencia de la Cámara”. Esa alusión sobre la autoridad tampoco es fortuita. Fuentes del Congreso de casi todos los partidos coincidieron en que el presidente, llegado a esos límites, tenía que haber expulsado de la sala al diputado ultra para reafirmar su posición y sentar precedente ante futuras diatribas similares desde Vox. Algo que al final no sucedió porque le permitió una rectificación en parte. Solo dos parlamentarios se han visto conminados hasta ahora a dejar el hemiciclo: en 2011, el republicano Gabriel Rufián; y en 2006, el popular Vicente Martínez Pujalte.

Varios ministros y portavoces admitían tras el altercado y con incomodidad que no es fácil gestionar el nuevo escenario político, con fuerzas populistas y especialmente tras la crecida irrupción de Vox. Y ofrecían recetas contradictorias. Una socialista y una portavoz del PP abogaban por “no prestar atención a sus provocaciones” para no opacar los asuntos importantes que sí se abordan en el Congreso. Desde el PNV se proponía rebatir sus increpaciones con desplantes duros y secos, pero educados. Hasta Rufián, este miércoles por la tarde y en otro debate, varió su alocución para evitar esos duelos que le hacen el juego a Vox porque reconoció que “los 10 minutos de jaleo y ruido del martes habían tapado algo muy hermoso” que sí se había discutido: arropar a las personas que acuden a abortar.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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