Sánchez a Aragonès: “Esto va en serio, no es para ganar tiempo”
Los impulsores de la mesa de diálogo concluyen que Gobierno y ERC mantendrán la apuesta. El principal acuerdo es que la negociación no debe tener límite de tiempo o fracasará. ERC quiere demostrar que lidera el independentismo y el Ejecutivo se juega la legislatura
No podía haber empezado peor. Solo unas horas antes, con la espantada de Junts, la mesa de diálogo, la gran apuesta de la legislatura de ERC, su condición para permitir la investidura de Pedro Sánchez en 2020, parecía condenada al fracaso. Sin embargo, las pocas personas en La Moncloa y en el Palau de la Generalitat que llevaban semanas preparando la cita sabían que las cosas eran muy distintas vistas desde dentro. Lo que parecía un desastre era lo contrario: la confirmación de que la apuesta de Pedro Sánchez y Pere Aragonès con la mesa va muy en serio. Tanto, que el president asume romper con Junts si es necesario para salvar el diálogo con el Ejecutivo.
El martes, cuando estalla la crisis unas horas antes de que Sánchez viaje a Barcelona, desde el Palau se transmite rápidamente un mensaje a La Moncloa: “Tranquilos, este es un problema interno nuestro y lo resolvemos nosotros. El president está en ello”, viene a decir ERC, según fuentes conocedoras de las conversaciones. El golpe en la mesa de Aragonès, que deja fuera a Junts porque no acepta llevar solo a consellers y no a indultados como Jordi Sànchez, confirma que la mesa no solo no salta, sino que se puede reforzar.
Cuando Pedro Sánchez llega a Barcelona, todo va ya sobre ruedas. Hay policías que limitan el acceso a la plaza Sant Jaume, pero muy pocos. Nada que ver con otras visitas. No hay protestas, casi no hay vallas. En la parte de atrás del Palau, en el corazón del barrio gótico, centenares de turistas pasean por la ciudad medieval entre músicos callejeros y vendedores ambulantes, ajenos a lo que está pasando dentro. Parece un día normal en una ciudad de nuevo llena de visitantes. Como siempre.
Dentro, las cosas van tan bien que los equipos de Sánchez y Aragonès, que habían preparado con detalle la cita, se sorprenden. Habían organizado una reunión de una hora y llega casi a dos. Fuentes de los dos sectores coinciden en que la sintonía es muy evidente. Pactan todo. Incluso se acuerda la idea que ambos repetirán después; esto es, que “las posiciones están muy alejadas”.
Y lo están: Sánchez quiere hablar de la agenda del reencuentro, de infraestructuras, de transferencias, de los fondos de recuperación, de la economía catalana, y Aragonès quiere hablar de referéndum de autodeterminación y amnistía. Sánchez insiste en que si el independentismo lleva años hablando del maltrato a Cataluña es la hora de negociar las inversiones que él propone, como la fallida de El Prat. Aragonès dice que para eso hay otros foros, que aquí hay que hablar de soberanía y de buscar una solución para que los catalanes puedan votar. Y El Prat queda aparcado.
Pero hay muchos puntos de acuerdo en esa reunión. El principal, que la mesa no debe tener plazos. Que no tenga límites de tiempo, o fracasará. En las semanas anteriores, Óscar López y Sergi Sabrià, los jefes de Gabinete, y Félix Bolaños y Laura Vilagrà, responsables de Presidencia, han trabajado mucho esa idea hasta dejarla lista para el pacto de los presidentes. Y se cierra rápidamente. No hay plazos.
Pero lo más importante en esa cita no son las posiciones de partida, muy alejadas, sino la respuesta a la pregunta política clave: ¿esto va en serio? Aragonès insiste ante Sánchez, según el relato de varias personas conocedoras de los dos encuentros, en que sus socios le han puesto en una posición muy difícil pero su apuesta por el diálogo es firme y la va a mantener, aunque necesita tener “avances concretos” en un tiempo razonable. Ambos pactan también que todo será discreto, como lo ha sido su negociación previa. Sánchez es muy claro:
—Esto no es para ganar tiempo. Queremos resolverlo de verdad. Pero no nos pongamos plazos que solo complican las cosas.
Ambos están de acuerdo. Esta, se dicen, es una apuesta de fondo de los dos gobiernos, o al menos del Gobierno y de ERC, por buscar una solución real al conflicto político más complejo que ha sufrido España en los últimos años. Los indultos, admiten todos los consultados, sobrevuelan las conversaciones y destensan mucho el ambiente.
Aragonès regala a Sánchez, como conclusión de la cita, un voluminoso libro con análisis de hasta 70 intelectuales y políticos sobre cómo salir de este entuerto. Se titula Cataluña-España. ¿Del conflicto al diálogo político? y está editado por Catarata y la propia Generalitat. Los dos tienen claro que este encuentro es el arranque de una larga negociación que durará toda la legislatura y más allá, si es que ambos consiguen mantenerse en el poder más tiempo.
El president hace una última reclamación antes de comparecer. Le pide a Sánchez que ambos presidan el arranque de la mesa de diálogo que llevarán sus ministros y consellers. No era lo pactado previamente. En teoría solo iban a saludar, sin sentarse. Pero las cosas van tan bien que Sánchez no tiene problema en acceder a la petición.
Para el independentismo los símbolos son fundamentales, y esta foto de ambos sentados con sus delegaciones negociando tiene su impacto. Después, en la rueda de prensa, Sánchez reivindicará que su presencia allí es en sí una prueba del deseo de resolver el problema. Desde que José Luis Rodríguez Zapatero visitó a José Montilla en 2010, no había ido ningún presidente al Palau hasta 2020. Rajoy nunca fue. Sánchez ya ha ido dos veces en esta legislatura, una con Torra y ahora con Aragonès. De hecho, negociar su presencia fue lo más difícil. A Sánchez le molestó que ERC le presionara en los medios antes de que estuviera hablado. ERC incluso amagó con votar en contra en el Congreso de un trámite clave para los Presupuestos que se aprobaba el lunes. Su voto no era decisivo esta vez, pero un “no” habría hecho saltar todas las alarmas. Pero todo se resolvió finalmente sin problemas.
Los líderes hacen una breve presentación con sendos discursos y se levantan de la mesa para comparecer ante la prensa. Y ahí empieza el trabajo de detalle, con Félix Bolaños, Yolanda Díaz, Miquel Iceta e Isabel Rodríguez en un lado y Laura Vilagrà y Roger Torrent en el otro.
Bolaños lleva claramente la voz cantante del Gobierno y da la palabra a los demás ministros. Por protocolo, debería ser Yolanda Díaz, como vicepresidenta, la que encabezara. Pero se ha decidido así para mostrar que el proceso lo dirige el PSOE, la parte mayoritaria, y que Bolaños habla ahí en nombre de Sánchez. Díaz, sin embargo, tiene mucha participación en el encuentro, buscando en todo momento tender puentes, en una actitud que aplauden los representantes de la Generalitat.
Bolaños hace un recorrido por los acuerdos cumplidos hasta ahora, las inversiones; saca la agenda del reencuentro, el único papel que hay encima de la mesa, y lo reparte a los representantes de la Generalitat. Desgrana algunos puntos. Pero en cuanto le toca hablar, Vilagrà echa un jarro de agua fría.
—Hay otros foros para esto, esto no va de [trenes de ]cercanías. Tenemos la bilateral o la comisión de infraestructuras para hablar de eso. Aquí venimos a hablar de cómo resolvemos el conflicto político.
Torrent explica su situación jurídica: viene de declarar esa mañana acusado de un delito de desobediencia. Vilagrà también recuerda que fue destituida del Govern en 2017 en aplicación del artículo 155. Pero la reunión no se centra en eso. No es como la de 2020, con Torra presidiendo la mesa, que se convirtió en una especie de terapia de tres horas para ver quién tenía la culpa del procés y cómo se había llegado hasta ahí. Esta mesa dirigida ahora por ERC y no por Junts, coinciden todos los consultados, es de trabajo y análisis de verdad, mirando al futuro, con ganas de buscar soluciones.
—Tenemos que votar, la mayoría de los catalanes está de acuerdo en eso, dice Torrent.
Le contesta Bolaños:
—Se vota mucho en Cataluña. Pero un referéndum de autodeterminación no es la solución. No habrá referéndum. No solo porque es inconstitucional y por tanto inviable. Es que es una fractura definitiva. ¿Y después qué? Salga lo que salga, la otra mitad se queda frustrada. Nosotros queremos votar un acuerdo, no una fractura.
Entonces llega a la mesa la posibilidad de reforma del Estatut. Pero ni Sánchez y Aragonès antes, ni la mesa ahora, lo ven factible. Está todo muy verde aún.
—¿Se podría explorar la opción de reformar el Estatut?, pregunta Bolaños.
—No hay mayoría en el Parlament para hacer esa reforma, contesta Torrent.
—No hemos llegado hasta aquí para salir con una reforma del Estatut, remata Vilagrà.
Todos los intervinientes coinciden: no tiene sentido explorar ahora una vía que no está madura, que solo generaría frustración. Queda aparcada.
Se concentran en cuestiones metodológicas. Cómo reunirse, cuándo, cómo contarlo. Y se pacta que habrá reuniones discretas para avanzar. El “relator”, una hipotética figura externa que mediara entre las partes, que provocó un adelanto electoral en 2019 y volvió a salir en la mesa de 2020, ha desaparecido por completo. No se cita en toda la reunión. Pero la delegación del Govern sí plantea que haya actas de todo. El Gobierno lo rechaza y pactan una solución intermedia: se harán públicos solo los acuerdos, no las negociaciones.
Iceta saca el debate sobre la mesa de partidos catalanes, para resolver antes los problemas en casa y después ir a negociar con el Gobierno. Pero ERC lo rechaza de plano: argumenta que no sirve de nada meter en esto al PP, a Ciudadanos o a Vox, por la posición que tienen.
La cita concluye sin grandes avances pero con una sensación muy positiva. Se ha creado un clima de confianza, y todos tienen claro que nadie se va a levantar de esa mesa. Ahora hay que ver si seguirá sin Junts o se podrán incorporar, pero ERC ha demostrado que es capaz de caminar sin ellos. Esta decisión de Aragonès, según la interpretación del Gobierno, eleva su figura, lo convierte en el referente en Cataluña de esta compleja negociación.
Los dos se juegan mucho. ERC quiere liderar el independentismo y mostrar que negociando se avanza más que con la vía unilateral, que dan prácticamente por acabada. El PSOE y Unidas Podemos se juegan la legislatura y su papel en Cataluña, una comunidad clave en cualquier elección general. El PP arrasa en Madrid, el PSC en Cataluña, y el desempate se hará en Andalucía, centro de la próxima gran batalla. Muchas cosas están en juego en la negociación más compleja de todas. Los que la llevan adelante insisten en que esta vez va muy en serio.
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