La Policía también tiene su ‘Erasmus’
El proyecto Comisarías Europeas permite que agentes de otras nacionalidades intercambien sus destinos temporalmente en España, Francia, Italia, Portugal y Alemania
El policía francés Stéphane M. (pide que no se publique su apellido) detectó la presencia de un menor de su misma nacionalidad en las calles de Benidorm (Alicante). Inmediatamente, habló con el joven, de 17 años, en su idioma, le explicó su situación y gestionó su ingreso en un centro de menores hasta que pudiera marcharse con su familia. El italiano Carlo Castagna, agente de la Polizia di Stato, paseaba por la ciudad alicantina en su día libre y detectó la agresión de un cliente al dueño de un bar de la zona de Poniente, al que estaba golpeando con una silla durante una discusión. Castagna avisó a la Policía Nacional benidormí, que trata de localizar al atacante.
Ambos agentes forman parte del proyecto Comisarías Europeas, un programa de intercambio internacional policial que comenzó en 2008 y en el que participan España, Francia, Portugal, Italia y, desde el año pasado, Alemania. “Se trata de una colaboración esencial en verano”, indica Antonio Martínez, inspector de la Policía Nacional de Benidorm, “debido a la gran afluencia de turistas internacionales”. El cometido de los agentes participantes es, principalmente, “atender a los turistas en todo tipo de servicios”. Desde ayudarles “en caso de que hayan sufrido algún hurto”, por ejemplo, hasta informarles “de las medidas de prevención de la pandemia estipuladas en la zona en la que están”. Los agentes patrullan a pie, realizan controles de documentación en prevención de la delincuencia y participan también en requerimientos de la sala del 091, señala Martínez.
Stéphane, de la Police Nationale francesa, ratifica la buena “cooperación” entre los diferentes cuerpos policiales y celebra que sus homólogos españoles lo hayan acogido “como una familia, como si llevara diez años aquí”. Su padre es español, por lo que domina el idioma desde la cuna, y no se lo pensó a la hora de apuntarse al proyecto. “Había estado de pequeño en Benidorm”, recuerda el policía galo, que presta servicio en Lyon. Dice de la ciudad turística que “tiene unas playas muy bonitas y mucho sol”, y señala su peculiaridad: “También es muy rara, porque es como dos ciudades diferentes al mismo tiempo: en la zona de Poniente, muchas familias de vacaciones, y, en la de Levante, muchos jóvenes de fiesta”.
Junto a él, patrullan los italianos Castagna, de Palermo, y Alessandro Giuliani, inspector superior de la Polizia di Stato en Pesaro, que habla todos los días español porque está “casado con una colombiana”. “Los turistas se sienten protegidos cuando nos ven”, señala, “se acercan contentos, nos cuentan sus viajes y preguntan qué hacemos aquí”. También se hacen fotos con ellos, aunque “no haya tantos italianos como el año pasado”, apostilla Castagna, que participa por primera vez en el programa y espera repetir.
El proyecto ha ido sumando ciudades españolas que participan en este intercambio. Este año, se han incorporado Alicante, Estepona, Marbella, Vigo y Granada, donde patrullan otros dos italianos, Maurizio Paonessa, con base en Roma, e Iván Soria, napolitano destinado en Génova. Paonessa está acostumbrado a patrullar lejos de sus fronteras. “Acabo de venir de la Eurocopa”, narra. “He elegido Granada”, comenta, una de las opciones que se le ofrecían. “Cada policía selecciona a los agentes que se presentan al proyecto, en función de su experiencia internacional y del conocimiento del idioma”. En su caso, habla un castellano con un leve acento andaluz, porque su mujer y sus hijas “son de Almería”.
Paonessa bromea con que ni los españoles ni los italianos que pasean cerca de la Alhambra se esperan “un uniforme italiano”. Ahora patrullan con “botas, una gorra más fresca y camiseta de manga corta”, pero el primer día de su servicio granadino “íbamos con el traje de gala, con chaqueta y corbata”. “La barrera que existe entre un ciudadano y un policía en su país”, asegura, “cae inmediatamente cuando estás en el extranjero”. Enseguida se acercan, “empiezan a hablar y no paran”, cuenta, “y les da seguridad saber que hay alguien que les comprende en otro país”.
Soria, por su parte, vivió en Andalucía un tiempo, donde se le pegó un marcado acento al hablar. “Iba a participar ya el año pasado”, afirma, “pero se anuló por la pandemia”. “Cuando patrullamos en otro país”, sostiene, “también se tranquilizan los turistas de otras nacionalidades, porque transmitimos la sensación de unidad europea”. “La gente nos busca, sobre todo, para pedir información”, aunque algún italiano, comenta riendo, ha llegado a preguntarles si estaban en Granada “para controlarle”.
Una española en Francia
El trasvase de agentes se da en las dos direcciones. Algo que aprovechó la policía española Stephanie-Marie Müller, con base en Benidorm, que ha patrullado dos veces por Francia. “La primera vez fui a Nimes”, relata, “con ocasión de una importante feria taurina que se llena de españoles y de gente de habla hispana”. En la ciudad francesa pudo prestar servicios, sobre todo de traducción, a multitud de compatriotas y tuvo “la suerte de conocer a Enrique Ponce”.
La segunda estancia de Müller en el país galo fue en Versalles, en 2019. En esa ciudad contribuyó a que un español, “denunciado por su nieta por malos tratos”, fuera citado para prestar declaración en una comisaría. También solucionó el caso de una pareja que denunció el robo de sus bicicletas junto al Palacio de Versalles. “Al final”, rememora, “lo que sucedió es que la seguridad del palacio las había retirado, porque las habían atado a la verja y eso está prohibido”. Müller califica la experiencia del Erasmus policial como “muy recomendable”. “No sabes si vas a encajar, pero en otras comisarías te tratan como a uno más”, precisa.
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