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El escondido último adiós a Younes Bilal

Dos ataques racistas en Murcia dejan al descubierto el aislamiento social en el que vive la comunidad migrante en la región

Andrea Hidalgo, pareja de Bilal, sujeta la foto del asesinado, junto a sus tres hijos.
Andrea Hidalgo, pareja de Bilal, sujeta la foto del asesinado, junto a sus tres hijos.Pedro Martínez Rodríguez
Patricia Ortega Dolz

Las palabras “racista” y “xenófobo” han calificado el asesinato de Younes Bilal, de 37 años, en Mazarrón (Murcia) el 12 de junio. Murió después de que un militar retirado, Carlos Patricio B. M. (52 años), le descerrajara tres tiros a quemarropa en un bar del paseo marítimo al grito de “¡moro de mierda!”. Sin embargo, en una región con casi 222.000 extranjeros (el 13,3% de la población), las manifestaciones y muestras de condena por parte de las instituciones han destacado por su timidez.

El viernes 18 por la tarde, un millar de musulmanes despidieron el cuerpo de Bilal horas antes de que partiese hacia Beni Melal, su ciudad natal en Marruecos. Lo hicieron solos, sin representación institucional, salvo la del cónsul marroquí en la región, Sidi Mohamed Biedallah. Tampoco hubo atención mediática. Fue un acto escondido, en la explanada del mercadillo de Mazarrón. Younes Bilal deja mujer, la sevillana Andrea Hidalgo, y tres hijos, Javi, Gloria y Rayan, de 15, 13 y 9 años.

Ese día, el delegado del Gobierno, José Vélez (PSOE), incidió, sacando las estadísticas, en que “son hechos aislados”. “Según los últimos informes, tenemos 1,7 delitos de odio por cada 100.000 habitantes, por debajo de la media nacional”, argumentó tras el segundo incidente xenófobo en la misma semana. En Cartagena, una mujer apuñaló a otra en una cola de alimentos de Cáritas al grito de “¡sudaca, nos quitan la comida!”. “Murcia está muy por encima de todo eso”, insistió el delegado. “Es una sociedad acogedora y tolerante”, añadió, al mismo tiempo que reconocía que, “en el momento en que se produzca un solo caso, no está todo bien”. “Nos preocupa”.

Un documento de condena del asesinato firmado por todos los grupos fue enviado a los medios de comunicación el jueves. Sin embargo, María Martín, responsable de Podemos en la Cámara regional, advierte de que “no fue apoyado por nadie, nadie la firmó finalmente”. “Yo presenté esa declaración institucional para ser leída en el pleno del día siguiente y ningún grupo parlamentario respondió, por lo que no fue aprobada”, aclara. El alcalde de Mazarrón, Gaspar Miras (PSOE), asistió a la manifestación convocada el martes por la comunidad musulmana, “como un ciudadano más”, decía. Ni un día de luto, ni un manifiesto de condena por parte del Ayuntamiento. Nada. Silencio administrativo.

Pese a ser una región con mucha población inmigrante magrebí y ecuatoriana, trabajadores sociales de la zona hablan de “aislamiento social”, de “recelos” y de “tensión social”. Aseguran que, por ejemplo, en la tramitación de la ayuda del ingreso mínimo vital es cada vez más normal escuchar frases como: “Le dais todo a los inmigrantes y a nosotros nada; eso antes no pasaba”. Miembros de las ONG repiten que la crisis provocada por la pandemia ha tensado aún más la convivencia y que, “aunque las agresiones físicas no son habituales afortunadamente, sí las verbales”.

Luigi Carinci, de la ejecutiva regional de Podemos, que asistió solo al rezo-funeral de despedida del fallecido, dice: “Nadie, salvo nosotros, quiere mojarse demasiado. Es un asunto que no da votos aquí, en todo caso los resta, y el clima social es complicado”. Por su parte, Lali García, responsable de la misma formación en el Ayuntamiento de Cartagena, asegura que Vox ―la lista más votada en el municipio en los últimos comicios— “ha explicitado y blanqueado un discurso racista, simple, que ha calado y enfrenta a pobres contra pobres, en una tensión que va in crescendo”.

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Oración de despedida por Younes Bilal, celebrada este viernes en Mazarrón.
Oración de despedida por Younes Bilal, celebrada este viernes en Mazarrón.Pedro Martínez Rodríguez

Belén Valera, portavoz de ACCEM en Murcia, una ONG que trabaja con migrantes, coincide: “El discurso de Vox, de ‘vienen a quitarnos lo poco que tenemos’, ha calado. Sobre todo, en los estratos de personas más vulnerables. Y no se está contrarrestando con nada. Eso es peligroso. Hemos retrocedido mucho en poco tiempo tras haber avanzado unos pasitos en mucho”. La formación de Santiago Abascal fue la fuerza más votada en la comunidad autónoma en las elecciones generales de 2019 y, desde entonces, derecha e izquierda han llamado la atención sobre lo arriesgado de los mensajes xenófobos lanzados por los representantes del partido ultra.

La alcaldesa, Noelia Arroyo (PP), asegura: “Aquí en Cartagena existe un compromiso firme contra el racismo”. Arroyo tomó posesión del cargo hace una semana tras el acuerdo alcanzado en su día con seis concejales del PSOE para que gobernase dos años cada formación en este mandato, lo que supuso la expulsión de los socialistas de su partido. Otro rocambolesco ejemplo de los malabarismos políticos de esta región.

Arroyo niega que haya habido ningún ataque racista en su localidad, y atribuye a “una enferma mental en estado de embriaguez, según los informes oficiales”, el ataque a una mujer latinoamericana en la cola de alimentos. “No hay que crear problemas donde no los hay”, resuelve, eludiendo hacer una valoración acerca de la situación actual de los extranjeros. “Cartagena pertenece a una red europea antirrumores que trabaja para desmentir los discursos de odio: aquí hay convivencia, hay tolerancia”, zanja. Pero un enorme cartel de color verde con las siglas de Vox donde se lee “fronteras seguras, barrios seguros” recibe al visitante a la entrada de una ciudad de historia y tradición militar, que también es destino de pateras procedentes del norte de África.

Jesús Giménez Gallo, de Movimiento Ciudadano de Cartagena, señala que “la comunidad extranjera se va integrando dentro de la lógica”. Aunque añade que “hay un mayor choque cultural con las personas que vienen de África”. Pero, mientras la mayor parte de los políticos locales se afanan en mostrar normalidad y descafeinar unos hechos que se resisten a calificar de sintomáticos, asociaciones y colectivos de inmigrantes organizan ya manifestaciones y concentraciones “contra el racismo” para este sábado por la tarde en Murcia y próximamente en Cartagena.

Andrea Hidalgo, rota de dolor, cuenta: “El alcalde me ha dicho que me ayudará cuando regrese de enterrar a mi marido en Marruecos”. Su casa es una vivienda humilde situada a cien metros del domicilio del asesino de su marido, “al que no conocía de nada”. “He echado en falta una llamada del presidente de esta región de todos y en la que vivimos todos”, dice. “El hombre que mató a mi marido no ha arreglado ningún mundo, ha destrozado una familia y una comunidad. No es un loco”, insiste. A su lado, Javi, el mayor de los hijos, se muestra emocionado: “Echo de menos su cariño, el tiempo que pasábamos juntos, ver el fútbol con él, ir a la playa…”. Younes Bilal lo crio como si fuese hijo suyo, al igual que a Gloria, que tenía pocos meses cuando llegó a su vida. Rayan, el pequeño, que acudió al lugar del crimen con su madre porque se encontraban por la zona comprando la cena y halló a su padre tendido en el suelo tras los disparos, presidió junto al cónsul el rezo de despedida del viernes.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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