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EE UU insta a España y Marruecos a trabajar juntos para resolver la crisis migratoria en Ceuta

El secretario de Estado, Antony Blinken, habló el martes con su homólogo marroquí para elogiar el papel de Rabat en la estabilidad de Oriente Próximo

En primer plano, el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, en una reunión en Reikiavik (Islandia) este miércoles.
En primer plano, el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, en una reunión en Reikiavik (Islandia) este miércoles.POOL (Reuters)

Un día después de que Marruecos cosechara el elogio de EE UU sobre su papel en Oriente Próximo, el Departamento de Estado norteamericano ha manifestado este miércoles su respaldo a España y Marruecos en la búsqueda de una solución conjunta a la crisis que les enfrenta en Ceuta. Sin tomar partido por ninguna de las dos partes, la portavoz del Departamento de Estado Jalina Porter declaró: “Apoyamos que tanto España como Marruecos trabajen juntos para una resolución” de la crisis. La víspera, el titular del Departamento, Antony Blinken, había expresado por teléfono a su homólogo marroquí, Naser Burita, que Marruecos tiene un papel “clave” para impulsar la estabilidad en Oriente Próximo, en relación con la escalada de violencia que se vive en Gaza, según difundió el Departamento de Estado en un comunicado este martes.

Hasta la referencia expresa de la portavoz del Departamento de Estado, este miércoles, en respuesta a una pregunta de la agencia Efe, Washington había evitado pronunciarse sobre la crisis migratoria, al considerarla una cuestión bilateral entre Madrid y Rabat. Sin entrar en detalles, Porter subrayó que EE UU está comprometido con la promoción de “procesos migratorios humanos, ordenados y justos”.

El respaldo de Biden a Marruecos es determinante tanto dentro como fuera del país. El elogio de Blinken da indicios sobre la política que pretende seguir Biden respecto a la medida histórica que decretó su antecesor, Donald Trump, el 10 de diciembre, cuando solo le quedaban seis semanas como presidente. Aquel día el entonces presidente anunció en un tuit que decretaba el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Lo hizo al margen de la ONU, el organismo que supervisa la paz entre las partes desde 1991 y que intenta desde entonces fraguar un acuerdo mutuamente aceptado. Al mismo tiempo, Rabat emprendía relaciones diplomáticas con Israel, algo que no complace a buena parte de la sociedad marroquí, muy solidaria con la causa palestina.

Para consumo interno, las autoridades marroquíes también agradecerán el gesto de Estados Unidos, ya que el establecimiento de las relaciones diplomáticas con Israel se hace más difícil de explicar después de la ofensiva de Israel contra la franja de Gaza, con más de 200 muertos en apenas 10 días. Las manifestaciones más numerosas en Marruecos siempre han sido las de apoyo a Palestina. Y durante décadas han sido fomentadas por el propio régimen. Ahora, la opinión pública puede verse contrariada. Pero la opinión pública en Marruecos no suele plantear grandes problemas.

Hasta el momento, Biden no se ha pronunciado oficialmente sobre la medida adoptada por Trump, a pesar de que un grupo de 27 senadores (13 republicanos y 14 demócratas) dirigieron en febrero una carta al presidente demócrata en la que le solicitaron que revierta la decisión de Trump y que impulse un referéndum de autodeterminación en el Sáhara Occidental, algo a lo que Rabat se niega. Pero Biden, con su inacción, está dando por bueno el movimiento de Trump, de manera parecida a lo que sucede en Oriente Próximo tras la vuelta de tuerca de Trump en 2017 al reconocer la ciudad de Jerusalén como capital del Estado judío y trasladar su Embajada a la ciudad, además de respaldar la soberanía israelí sobre los Altos del Golán, ocupados desde 1967.

La decisión de Trump sobre el Sáhara fue determinante en las relaciones que mantiene Marruecos con España. Ese mismo día Marruecos suspendió la cumbre bilateral o Reunión de Alto Nivel (RAN) que estaba previsto celebrarse en Rabat el 17 de diciembre. A partir de entonces, Marruecos redobló las presiones sobre España para que siga los pasos de Trump. Y elevó las presiones a Alemania —como motor de la Unión Europea—, que se mostró partidaria de una solución “justa, duradera y mutuamente aceptable bajo la mediación de Naciones Unidas” en un comunicado el día del anuncio de EE UU.

Derivada del conflicto palestino-israelí

Ahora, por tanto, al problema del Sáhara Occidental se suma la derivada del conflicto israelí. A Estados Unidos le interesa que Marruecos aporte “estabilidad” en Oriente Próximo al entablar relaciones diplomáticas con Israel, aunque la mayor parte de su opinión pública pueda estar en contra. Marruecos dispone del respaldo explícito de la primera potencia del mundo en la cuestión “existencial” del Sáhara. Y la Unión Europea se encuentra más presionada que nunca por parte de Marruecos. La acogida de Brahim Gali, secretario general del Frente Polisario, en un hospital de Logroño registrada el 18 de abril, solo vino a poner la guinda en un contexto que se tensó el 10 de diciembre con la decisión de Trump.

Pero las buenas relaciones bilaterales no se remontan al mandato de Trump. Cuando se independizó de Francia, en 1956, Rabat optó por EE UU en un intento de marcar distancias con respecto a su archirrival Argelia, que cayó en la órbita de la Unión Soviética. El vínculo se estrechó gracias a la Guerra Fría y a la importante función geoestratégica que el país magrebí desempeña en la zona: es la llave de acceso al Mediterráneo, donde Estados Unidos dispone de varias bases militares, navales y aéreas. Por razones parecidas, Marruecos reviste para EE UU la misma importancia estratégica que Egipto, otro socio privilegiado de Washington y destinatario de importantes ayudas militares, al otro lado del Mediterráneo.

Aunque Trump pusiera negro sobre blanco ese vínculo forjado con los años, reorientándolo a apoyar su plan de paz para Oriente Próximo más que a defender la marroquinidad del Sáhara —la contraprestación—, varios de sus predecesores también tuvieron visibles gestos de aprobación hacia Rabat. El papel de Estados Unidos fue clave en la resolución del conflicto de la isla de Perejil, en 2002. Desde las dos orillas se buscó entonces la mediación del entonces secretario de Estado, Colin Powell. En 2013, el reino marroquí se apuntó una gran victoria gracias al presidente Barack Obama, que reconoció la viabilidad del plan unilateral para la autonomía del Sáhara Occidental presentado por Marruecos en 2007.

Obama recibió en noviembre de aquel año al rey Mohamed VI en la Casa Blanca, para zanjar el conato de crisis diplomática entre ambos países que se había originado en abril de ese año, cuando la delegación de EE UU en Naciones Unidas trató de añadir un mecanismo de control de los derechos humanos a la Minurso, la misión de la ONU para el referéndum del Sáhara Occidental. La iniciativa estadounidense se frustró por las presiones de Marruecos, que, consciente de su importancia estratégica, siempre ha salido victorioso de sus envalentonamientos (y no solo frente a Washington, también ante la ONU, la UE, con la negociación de las cuotas pesqueras; la antigua metrópoli Francia y España). Como evidenció el encuentro entre Obama y el rey Mohamed VI, la relación entre los dos países siempre ha sido estrecha, mucho antes de la aparición de Trump en escena.

En España, sin embargo, la ultraderecha siempre sale beneficiada de las tensiones migratorias. Ahora, corresponde a Madrid y Rabat volver a calmar las aguas. Bajo la atenta mirada, probablemente, de la embajada de Estados Unidos en Madrid.


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