Pablo Iglesias se despide entre emociones y estacazos
El vicepresidente dice adiós al Congreso con una denuncia contra el PP y un homenaje a la lucha antifranquista
Las últimas palabras de Pablo Iglesias en el Congreso de los Diputados fueron muy parecidas a las primeras. El todavía vicepresidente evocó aquella mañana de enero de 2016, cuando una tropa insólita de melenas, rastas, camisetas y zapatillas deportivas irrumpió, con bebé incluido, en los vetustos salones del palacio de la Carrera de San Jerónimo. Con el mismo homenaje con que se había presentado entonces, armó su despedida este miércoles: “A todas las generaciones que lucharon contra el fascismo, por la libertad y por la justicia social. Porque fueron, somos; porque somos, serán”. Luego bajó de la tribuna, se paró en medio del hemiciclo e hizo una reverencia a la bancada de su grupo, puesta en pie. Saludó al portavoz, Pablo Echenique, antes de dirigirse al escaño de quien le sucederá en el Gobierno, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que lo acogió entre lágrimas.
En el momento del adiós de Iglesias —que renunciará a su escaño antes del martes— dirigía la sesión el vicepresidente primero, el socialista Alfonso Gómez de Celis. También él lo despidió: “Creo que todos lo echaremos mucho de menos”. Las palabras tenían su tinte de ironía: ese “todos” incluía a la oposición, que se ha quedado sin su diana favorita. Los de Vox no lo entendieron así y replicaron con murmullos de desaprobación. Algo parecido sucedió después, cuando Yolanda Díaz aprovechó el final de otra intervención para “despedir con todo el cariño” a su “amigo”, que ya no estaba en el hemiciclo. Esta vez los que se alborotaron fueron los del PP, hasta el punto de que la ministra paró un segundo, les lanzó una mirada de amonestación y acabó citando a Albert Camus: “Hay personas que no están con los que hacen la historia, sino con los que la padecen”.
Una escena se había convertido ya, durante el último año, en un clásico del Congreso en las sesiones de control al Gobierno de cada miércoles. Era Iglesias, con gesto displicente y una mano en el bolsillo, respondiendo al secretario general del PP: “Mire, don Teodoro…”. El intercambio de estacazos solía ser fenomenal, y el último miércoles no quebró la tradición. Teodoro García Egea conminó a Iglesias a dejar su escaño de inmediato y, cuando el vicepresidente le dijo que se iba ya, el diputado popular tiró de refranero: “Tanta paz lleve como descanso deja”. Iglesias se guardaba su estocada para el final y le anunció que lo va a denunciar en la Fiscalía Anticorrupción por “comprar diputados” en Murcia. Unidas Podemos explicó después que la denuncia se hará extensiva al presidente murciano, Fernando López Miras, sus tres consejeros tránsfugas de Ciudadanos y el exsecretario de Organización de este partido Fran Hervías. La formación de Iglesias sostiene que se han usado cargos públicos para “comprar voluntades” y que eso entra en la categoría penal de cohecho.
Iván Espinosa de los Monteros —”el más listo de Vox”, dijo Iglesias en una ocasión— también tuvo la oportunidad de arrear por última vez al vicepresidente. Se puso casi lírico en algunos momentos: “Nada de lo que deja es bello, todo es feo. Todo su legado es triste”. Lo resumió en dos palabras, “rencor” y “radicalización”. “Usted dijo que venía a mejorar la vida de la gente y, como todos los comunistas, lo único que ha mejorado es la suya”, le reprochó el portavoz de Vox. Iglesias tampoco se reprimió en la réplica. Restregó a Espinosa de los Monteros su historial de irregularidades urbanísticas y, aprovechando que le estaba preguntando por Madrid, le lanzó un disparo también dirigido a Isabel Díaz Ayuso: “Ustedes tienen un problema y es que su candidata no se presenta por su partido”.
El pleno aún reservaba un acto final para Iglesias, en este caso para hablar con extensión de lo que menos ha hablado en el Congreso: las competencias de su departamento sobre derechos sociales. Él siempre se ha quejado del poco contenido de su vicepresidencia, con casi todo transferido a las comunidades autónomas, pero sus críticos le acusan de no poner interés en lo que tenía. Por ahí iba la interpelación de la diputada de Vox María Ruiz Solás, centrada en la devastación que dejó en los geriátricos la primera ola de la pandemia. La cosa resultó todo lo áspera que se podía esperar. La parlamentaria de Vox se centró primero en su gestión para acusarle de irse del Gobierno “cobarde y vilmente” sin “haber pisado una sola residencia”. Luego pasó a examinar su papel político. “Usted disfruta con la violencia, tenía que haber nacido en el 36”, le espetó Ruiz Solás, para rematar: “A partir de ahora, cada contenedor quemado, cada escaparate roto, será culpa suya”.
Iglesias no entró mucho al trapo. Ya definitivamente en clave electoral, se dedicó a denunciar la gestión de los geriátricos en la Comunidad de Madrid. Tanto fue así que su antagonista le replicó con burla: “Me llamo María Ruiz Solás, soy diputada de Vox, no del PP”. Y a continuación le descargó otra andanada, que incluyó su definición como “burgués machista”. Esta vez Iglesias se desentendió por completo de la respuesta. Tenía cinco minutos y no llegó a consumir ni dos. Leyó su homenaje final y se fue. Se escabulló por alguna puerta, evitando pasar por el patio del Congreso, siempre efervescente de periodistas. Este jueves votará las resoluciones del pleno, su último acto antes de poner fin a cinco años en “esta tribuna democrática”.
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