Hacia una paz con memoria
El acto de la destrucción de armas de ETA debería ser, también, antesala del reconocimiento institucional de los resistentes frente al terrorismo
Mariano Rajoy confiesa en su libro Una España mejor que el día que ETA anunció su disolución, el 3 de mayo de 2018, quiso quitar importancia a la noticia y su reacción fue no pronunciarse, pero sus asesores le convencieron de hacerlo por las víctimas del terrorismo. Cumplió el trámite. No sorprende, pues, que su Gobierno desechara la escenificación de la destrucción de armas, que este jueves se celebra, cuando se lo propuso el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo poco antes de la disolución de ETA.
Han tenido que pasar casi tres años de la disolución de ETA, otro más de su desarme y diez del cese definitivo del terrorismo para celebrar un acto institucional en España que certifique, con la destrucción de armas incautadas, la fortaleza del Estado de derecho frente al terrorismo, una herencia envenenada del franquismo que desestabilizó la democracia. Son frecuentes los actos de reconocimiento a las víctimas ―el día 11 de marzo se conmemora en Madrid el Día Europeo de Víctimas del Terrorismo―, pero en España son inexistentes los primeros.
El acto de este jueves exterioriza que el final de ETA fue resultado de la labor continuada de la investigación policial, judicial, del apoyo internacional, de las movilizaciones callejeras y del esfuerzo de todos los gobiernos democráticos. Tuvo un colofón político: El “o votos o bombas” del anterior Gobierno socialista, que obligó al brazo político de ETA a romper con el terrorismo. Conviene resaltarlo frente a quienes banalizan la derrota del terrorismo por la presencia parlamentaria de Bildu.
La destrucción del armamento inicia un camino de profundización en la paz con memoria. En semanas se inaugura el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, con sede en Vitoria ―propulsor del acto de este jueves―, dedicado a todos los terrorismos ―ETA, guerra sucia, yihadismo―, cuyo objetivo es contar lo sucedido, sin partidismos, para denunciar su injusticia y evitar que la historia se repita. Sus historiadores tratarán de acercar el Memorial a la sociedad para convertirlo en punto de referencia museística en Euskadi y España como los memoriales de víctimas en otros lugares del mundo.
También, próximamente, se presentarán las unidades didácticas, redactadas por historiadores profesionales, que acercarán la historia del terrorismo a la enseñanza secundaria. En Euskadi, epicentro de ETA, es fundamental un acuerdo transversal ―de nacionalistas y no nacionalistas― para que la paz con memoria sea realidad.
El acto de este jueves debería ser, también, antesala del reconocimiento institucional de los resistentes frente al terrorismo, empezando por los concejales, que aguantaron la presión de ETA, y por las organizaciones sociales ―Gesto por la Paz, Foro de Ermua, Basta Ya― que movilizaron a la población frente al terror. Si en España existiera auténtico patriotismo constitucional, y no la confusión folclórica de patriotismo con banderas, ya se habrían celebrado estos reconocimientos e incluso condecorado a los policías que ejercieron su labor profesional.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.