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La bronca política se toma un respiro

Casado dice que está dispuesto a “mancharse” en acuerdos con el Gobierno. El presidente defiende que “el peligro real para la democracia” es Vox

Xosé Hermida
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y sus vicepresidentes Carmen Calvo y Pablo Iglesias, este miércoles, en el Congreso de los Diputados.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y sus vicepresidentes Carmen Calvo y Pablo Iglesias, este miércoles, en el Congreso de los Diputados.Emilio Naranjo (EFE)

La pandemia se ha vuelto apenas un telón de fondo en el debate político. “Parece como si ya no nos importara”, observó el portavoz del PNV, Aitor Esteban, tras haber escuchado los discursos que siguieron este miércoles en el Congreso a la comparecencia del presidente del Gobierno para rendir cuentas sobre el balance del estado de alarma aún vigente hasta mayo. Varios portavoces arrancaron recordando que, desde que se aprobó, el pasado 29 de octubre, han muerto 20.000 personas más en España. Con ese dato espeluznante en la mesa, las más de seis horas de debate parlamentario discurrieron, sin embargo, por rumbos bien diferentes: del choque dialéctico por los disturbios en la calle a las relaciones entre los socios de Gobierno. La novedad es que la bronca se ha relajado de forma notoria, sobre todo entre los dos grandes partidos,

Si algunos en el PP temían que el desastre de las elecciones catalanas, con el sorpasso de Vox, condujese a su líder a la radicalización, la sospecha quedó disipada. A Pablo Casado hasta los adversarios le reconocen su solidez parlamentaria y su capacidad para hablar sin papeles, pero esta vez llegó con el discurso escrito. Y por momentos casi sonó a un manifiesto político. La palabra más repetida por Casado fue “moderación”. El líder popular se reivindicó heredero de la “generación formidable” de la Transición y tuvo elogios para todos los Gobiernos desde 1979, salvo los de José Luis Rodríguez Zapatero, causante, según él, de la “división territorial y moral del país”. Este Casado en tono mucho menos tremendista abogó por un “nuevo comienzo”, con una “agenda para una nueva mayoría” que “no se deje arrastrar por el torbellino de la polarización y la radicalización”. Y ahí se dirigió a Pedro Sánchez para que se desprenda de esos socios actuales que, según el PP, “incitan a la violencia” y contribuya a “ensanchar el espacio de la moderación”. “Y hacerlo tan grande que ahí estemos los dos”, insistió. En una posterior réplica al presidente, aseguró que está “dispuesto a mancharse” y a colaborar con el Gobierno para afrontar “juntos un plan de reconstrucción”.

El llamamiento a la unidad política había vuelto a ser uno de los mensajes del discurso inicial de Sánchez, que apeló esta vez a que la “sociedad está exhausta”. Tras escuchar la más conciliadora propuesta de Casado, el presidente comenzó por el memorial de agravios. Pidió al líder del PP que cese de “arrojar a la cara” del Ejecutivo los fallecidos por la pandemia, de “apropiarse de la Constitución como si la hubiesen alumbrado” y de tratar al Gobierno de “ilegítimo”. Y sobre todo insistió en exigirle que rompa sus acuerdos con la extrema derecha y se separe definitivamente de su discurso, a la vista de que “no le ha servido para nada”, dados los resultados electorales. A partir de ahí, también Sánchez relajó las hostilidades. ”Nosotros no somos sus enemigos y yo no me alegro de que las cosas les vayan mal”, subrayó, una frase que arrancó murmullos irónicos en los escaños populares. La oferta a Casado fue buscar fórmulas para “recorrer juntos el tramo final de esta calamidad”.

Pero Sánchez tampoco dio muestras de tener la menor intención de romper sus alianzas. Frente a una oposición que tilda a diario de “enemigos de España” a los socios del Gobierno, el presidente defendió que “el peligro real para nuestra democracia es la extrema derecha”. A Unidas Podemos le pidió que “rebaje un poco los decibelios”, después de que su portavoz, Pablo Echenique, hiciese una entusiasta defensa de las bondades democráticas del debate interno en el Gobierno. La frase la repetiría más tarde ante Aitor Esteban, que le había mostrado la inquietud del PNV por la “agitación interna” en el Gabinete y la manera en que eso contribuye al “descrédito de la política”.

La aproximación entre PSOE y PP está a punto de concretarse en los acuerdos para renovar el Consejo General del Poder Judicial y el Consejo de Administración de RTVE. Las próximas semanas revelarán si la distensión va ir más allá de eso y se intentan esos grandes acuerdos de los que este miércoles hablaron los dos líderes. Pablo Iglesias ya se encargó, en un debate posterior, de advertirle al número dos de los populares, Teodoro García Egea, que no se hagan muchas ilusiones. “La época del bipartidismo ya pasó”, manifestó el vicepresidente segundo. “Y los grandes debates de país no los vamos a tener con ustedes, los vamos a tener dentro del Gobierno y con el bloque de la investidura”.

Iglesias logró además esquivar la reprobación encubierta contra él que buscaba Ciudadanos con una moción a favor de la libertad de expresión, a raíz de las críticas a los medios de comunicación del líder de Unidas Podemos. Ninguno de los socios del Gobierno se manifestó a favor del texto, aunque el PNV reprochó a Iglesias su “tono belicoso”.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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