“Una década no será suficiente para combatir la despoblación”
Francesc Boya, secretario general de Reto Demográfico, advierte: “Hay que actuar como una lluvia fina y continuada en los territorios afectados, que debe perdurar más allá de los gobiernos y cuestiones ideológicas”
Francesc Boya (60 años, Les; Lleida) es un estudioso de la despoblación, una amenaza para la cohesión territorial que durante décadas se ha expandido en silencio y sin que ningún Gobierno le prestara atención. Secretario general de Reto Demográfico desde octubre, cartera que depende de la vicepresidenta Teresa Ribera y el Ministerio de Transición Ecológica, ha dedicado su trayectoria al mundo rural como síndico del Valle de Arán o presidente de la Asociación Española de Municipios de Montaña. “Es un combate a medio y largo plazo. Una década no será suficiente. Necesitamos actuar como una lluvia fina y continuada sobre los territorios afectados más allá de quien gobierne. Debe perdurar más allá de los gobiernos y cuestiones ideológicas. Eso requiere un gran consenso y una mirada larga si queremos tener resultados. Si no los hay luego será tarde. No cabe la posibilidad de que este Gobierno fracase para que el que venga pueda obtener réditos políticos. No. Si fracasa este Gobierno, ya no habrá manera de revertirlo”, advierte. Los 2.500 millones en fondos europeos que Pedro Sánchez se compromete a invertir en la España Vacía dan una idea de la gravedad.
Un país descompensado. “Tenemos a 41 millones de personas viviendo en el 30% del territorio y a 6 millones en el 70%. Es insostenible. Estamos ante una tormenta perfecta cuya consecuencia es la disfuncionalidad territorial. Hay muchas zonas rurales donde el sustento básicamente son las pensiones y las prejubilaciones. Y eso tiene una durabilidad escasa por una cuestión biológica”.
Modelos en la UE. “España es de los pocos países europeos que no tienen una ley de cohesión territorial. En Alemania todo el espacio está articulado a partir de poblaciones medias, grandes, más pequeñas, hay una continuidad sobre el territorio, y eso permite una cobertura de los servicios públicos y de oportunidades para la gente. Francia tiene una ley para las zonas de montaña desde finales de los años setenta, ha desarrollado un derecho específico para las zonas rurales con más dificultad. No quiere decir que no tengan problemas: los chalecos amarillos fue un movimiento básicamente de base rural. Pero debemos seguir esa estela. En España hasta ahora este no ha sido el fuerte de nuestras políticas”.
Pueblos de ancianos solitarios y sin recursos. “El envejecimiento de las zonas rurales ha aumentado un 30% los últimos años. Y tenemos una población muy diseminada y masculinizada: los pueblos, aparte de perder población, tienen un 76,3% más de hombres que de mujeres. En las ciudades pasa lo contrario: la relación es de 96 hombres por cada 100 mujeres. Otro problema es que la renta rural es un 25% más baja y el riesgo de pobreza más alto. Soy partidario de que exista un fondo específico para el emprendimiento rural. Los tiempos y la inversión en este ámbito son más complejos que en el urbano. Los retornos son más lentos. Es un elemento que puede ser atractivo y contribuir a fijar población. Otra sería la bioeconomía y aprovechamiento de la geotermia y energía solar. Unos mil millones de euros se destinarán a la rehabilitación para la eficiencia energética de edificios. Nos permitirá poner al día nuestro parque de viviendas”.
El peligro del monocultivo. “Tenemos que superar el modelo de territorios que han sido utilizados de una forma muy sectorial, con el monopolio de un único modelo productivo. Tenemos muchas experiencias, como pasó con el carbón. Debemos reinventarles con una economía diversificada. Es fácil decirlo y no es tan fácil hacerlo, pero no servirán de nada soluciones impostadas desde Madrid que no cuenten con la implicación de las poblaciones. Una de las claves contra la despoblación es conseguir ese cambio de chip en los territorios. Superar la resignación y pasar a la acción”.
Revisar la fiscalidad. “Francia ha declarado 14.000 municipios con una situación de ventajas fiscales, nosotros estamos estudiando posibles rebajas, pero las empresas necesitan unos determinados ecosistemas y si no existen, es muy difícil que únicamente una rebaja fiscal ayude a generarlos en capitales de provincias o ciudades medias. También están las medidas que tienen que ver con el IRPF a las familias. No nos podemos precipitar, estamos pendientes del resultado francés y ver si se tiene que hacer con carácter provincial o local. Aparte está el debate sobre la armonización fiscal [Madrid es la única comunidad que bonifica al 100% patrimonio]. Hay espacios a su alrededor que se han convertido en un agujero negro con 12,5 habitantes por kilómetro cuadrado”.
Deslocalización. “Aquí hablamos desde la idea de trasladar a regimientos del Ejército a Zamora —encabeza a las 31 provincias que han perdido población en los últimos diez años (12%)— a los proyectos de Renfe en Teruel, Alcázar de San Juan o en Miranda de Ebro para descentralizar sus espacios de I+D y de otros de otros servicios”.
Oportunidad tecnológica. “Todo lo que tiene que ver con el 5G y la alfabetización digital es vital. Hay que facilitar la vuelta a los territorios rurales mediante el teletrabajo y utilizar estos recursos para ponerlos al servicio de una economía competitiva, que permita nuevos espacios de generación de empresas. Pero hay que hacer las dos cosas a la vez: la llegada de la banda ancha y la retención de talento de los jóvenes”.
Menos trabas burocráticas. “Las entidades locales prestan sus servicios en una situación de desventaja clarísima. Hay que volver a empoderar a los alcaldes, garantizar los servicios públicos en estas zonas y facilitar todos los procesos administrativos, que son muy complejos. Un ayuntamiento de 300 o de 1.000 habitantes tiene las mismas exigencias administrativas que el de una localidad de 200.000 habitantes”.
Fronteras flexibles. “Por naturaleza son territorios periféricos y muy complejos, no es raro tener la residencia en un lado y el trabajo al otro. A pesar de que la UE fue una forma de diluir estas fronteras, se ha hecho muy parcialmente. En el Valle de Arán nuestras emergencias sanitarias se van a Francia, porque nuestro hospital de referencia está a 160 kilómetros, ¡dos horas y media de ambulancia! Hemos necesitado muy a menudo los recursos de los franceses, allí ya tenemos un ejemplo de lo que se puede hacer en otros lugares. En el caso de la frontera con Portugal, la idea es exactamente la misma: generar un espacio en el que los servicios no estén tanto al servicio de una determinada idea de Estado, sino al servicio de los ciudadanos, para que la frontera física y mental vaya diluyéndose y podamos generar políticas integradoras”.
Potenciar la FP. “Necesitamos que la formación profesional sea mucho más flexible. Que sea la consecuencia de esa reflexión sobre las fortalezas y sobre el proyecto estratégico de cada territorio. No tiene ningún sentido que tengamos centros de FP con las mismas asignaturas y currículums formativos desde hace 30 años... Un problema del mundo rural es que los jóvenes se van a la universidad y no vuelven. Se les forma básicamente para que se vayan de los pueblos: el futuro estaba garantizado después con una carrera universitaria en la ciudad. Necesitamos que se sientan arraigados al territorio”.
Más que oficinas postales. “Correos es un ejemplo de buena praxis, sus oficinas pueden tener un rol rural para suplir la falta o el desmantelamiento de las oficinas bancarias y como pequeños centros de innovación. Otro ejemplo es el de Paradores y la apuesta por la economía circular mediante el consumo de alimentos de proximidad en sus instalaciones”.
Otro tipo de turismo. “Debe evolucionar hacia un modelo más sostenible que ponga en valor su patrimonio, gastronomía, biodiversidad... Francia es el primer destino turístico del mundo y no vende sol y playa. Vende el interior del país, sus pueblos, cultura... Hay modelos turísticos en los que no debemos insistir, hay que reconducir el sector hacia un espacio de sostenibilidad, de diversificación, donde el turista sienta un valor añadido en su estancia”.
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