“Elegir si vas a una fiesta en plena pandemia también es participar en política”
El PAÍS reúne a 11 jóvenes de entre 19 y 26 años para reflexionar sobre los partidos, el activismo y el desencanto
“No puedo valorarlos como líderes, porque para mí no lo son”. La frase de Claudia Urbano, malagueña de 25 años, resume la desafección por la clase política de muchos jóvenes. “Mirar al Congreso es como mirar un planeta lejano. Están en otro mundo”, asegura Lucía Rodríguez, madrileña, de 19 años y estudiante de biología. Una voz se alza entre las demás: “No todos son iguales, decir eso es injusto. Aunque es difícil identificarse con uno”, reconoce Sara Riveiro, gallega, de 23 años, que estudia periodismo en Madrid. EL PAÍS ha invitado a 11 jóvenes de distintas partes de España nacidos entre 1993 y 2001 a reflexionar sobre política en tiempos convulsos.
Los jóvenes son el grupo social más activo en la participación de tipo no convencional, como señala Belén Barreiro, directora de la agencia 40dB. “El daño material se convierte en rebelión, y esa rebelión no se transforma en apatía, sino en participación y activismo”, explica. “Muchos de nosotros tenemos confianza en las instituciones, pero no en quien las dirige”, recalca Vicente Martín, un salmantino de 25 años que optó por la abstención en las pasadas elecciones. Claudia Urbano, que sí acudió a las urnas, defiende que hay participación más allá del voto: “Elegir si vas a una fiesta en plena pandemia también es participar en política”, sostiene esta joven músico. Pedro Tamames, capitalino y estudiante de cine de 23 años, pone otro ejemplo: “Yo hago vídeos en Twitter”. Y añade, entre risas: “Hasta Hermann Tertsch los ha criticado, algo estaré haciendo bien”.
“Hoy es más fácil participar en política que nunca”
Nuevas herramientas de expresión de la generación millennial
“Cuando decido llevar el negocio de los olivos en mi tierra y defiendo Andalucía, ya estoy posicionándome”. José Ángel Castro tiene veintitrés años y compagina su carrera de ciencias políticas con el arbitraje y la agricultura. Este joven granadino concibe las redes como una forma sana de activismo. Suele escribir de política municipal y temas históricos, a través de los cuales fomenta debates. “Ya no hace falta estar afiliado a un partido. Podemos cambiar cosas desde fuera”, reivindica Andrea Juárez, que comparte carrera y ciudad con Castro. Gema García Albacete, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid, interpreta las nuevas formas de participación como un síntoma de madurez de la democracia: “Los jóvenes de ahora son más exigentes y están dispuestos a reaccionar cuando algo no les gusta”. “Tienen nuevos códigos generacionales para expresar su posición política, como el uso de memes, vídeos o GIFS. Participan de otra manera, se alejan de lo institucional”, añade Pablo Simón, politólogo y creador de la plataforma Politikon.
“Es fácil creer que estás haciendo algo con un simple retuit, pero es importante votar”, defiende Riveiro. Alba Ruiz, extremeña de 23 años, coincide: “No es lo único, pero es una herramienta que no podemos desaprovechar”. Los jóvenes tienden más a la abstención que el resto de ciudadanos, pero se expresan en redes, acuden a manifestaciones y colaboran en recogidas de firmas. Rodríguez no cree que se “alejen” de lo institucional, sino que lo enriquecen con otras formas de lucha. “Hoy en día es más fácil participar que nunca. Hay más asambleas de barrio y más sindicatos”, remata Riveiro.
“El eje izquierda-derecha está anticuado”
El giro en las etiquetas políticas
Casi todos se definen como progresistas o liberales. Ninguno habla de “izquierda” o “derecha” para posicionarse ideológicamente y la mayoría considera que las etiquetas tradicionales están anticuadas. Los únicos que defienden su vigencia son Sara Riveiro y Pedro Tamames, aunque ninguno recurre a ellas. Riveiro declara ser comunista, y Tamames cree que ahora la gente se define más por “las minorías culturales”. Los menores de treinta no han estrechado aún lazos afectivos con un partido, y eso se nota en la forma de definirse, como explica Berta Barbet, doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Leicester. “Tienen una aproximación menos bipartidista”, agrega el politólogo Pablo Simón. Les interesan menos las etiquetas y más las propuestas políticas. Se implican en las demandas ecologistas y feministas y se preocupan por cuestiones como la inmigración: “Es decepcionante que un gobierno progresista le dé tan poca importancia”, lamenta Iman El Hannaoui, quien nació en Marruecos y obtuvo la nacionalidad española en 2014.
“Queremos cambios en el modelo de Estado”
José Ángel Castro y Andrea Juárez denuncian que Andalucía está abandonada y que se nota en la política, en el empleo y en los transportes. “El área metropolitana de Granada es la más grande de España sin red de cercanías”, señala Castro. “Todo lo que no sea política de Madrid y Barcelona parece que no importa”, critica Juárez. “El abandono del campo por parte de las instituciones dificulta que la gente joven pueda ganarse la vida en el sector agrícola, y eso lleva a que los pueblos se queden vacíos”, agrega esta estudiante granadina. Alba Ruiz concuerda con ella: “En Extremadura también estamos infravalorados. Tenemos materia prima, pero los políticos no permiten que la región desarrolle su potencial”, reivindica la joven extremeña. Adrián Fauro, alicantino, cree que la crisis de la covid-19 ha puesto en evidencia las fallas del sistema: “Se ha visto la poca coordinación entre comunidades”, señala. Quieren reformar el modelo autonómico y son partidarios de un referéndum para elegir entre monarquía y república, aunque muchos piensan que ahora no es lo prioritario. “Sería una forma de reforzar el sistema democrático”, explica Lucía Rodríguez.
“Ningún partido nos está resolviendo los problemas”
Votantes menos fieles, ciudadanos críticos
Adrián Fauro vive en Alicante, tiene 26 años y lleva desde enero en paro. Dirige una web cultural y escribe artículos sin obtener remuneración. Se siente engañado y cree que ningún partido les está resolviendo los problemas: “Se nos vendió la idea de que teníamos que invertir tiempo y dinero para prepararnos, pero eso no nos garantiza ningún horizonte vital digno”. “Tienes planes de futuro que nunca sabes si podrás hacer…pospones, pospones…”, lamenta Alba Ruiz. El desarraigo profesional y familiar que sufren los jóvenes influye en la participación electoral, como señala Barbet. “No tenemos interiorizado hablar de proyectos a largo plazo”, corrobora Pedro Tamames.
“Ha sido difícil romper con el bipartidismo porque se ha asumido siempre que si votas a un partido minoritario, no estás representada”, afirma Elena García Vargas. Licenciada en arqueología, esta madrileña de 26 años trabajaba en Londres dando clases hasta que perdió su empleo por la crisis y tuvo que volver a España. García Vargas confiesa que vive al día: “En nuestro país es complicado desarrollarse”, admite la arqueóloga. Juárez también ve difícil construir un proyecto de vida y emanciparse. En nuestro país, solo el 19% de los jóvenes lo logra, y si lo hace, el 90% del sueldo se les va en el alquiler, según un informe de Foundation For European Progressive Studies. Es por ello que muchos se ven obligados a vivir en el hogar familiar o en pisos compartidos: “Nuestros padres podían ahorrar, nosotros no”, agrega Vicente Martín.
Un 46,7% de los menores de 30 años vota según lo que le convenza en ese momento, o no vota, frente a un 53% de los más de 65 años que vota siempre al mismo partido, según el CIS. A la hora de decantarse por una formación, todos miran por los temas materiales: la educación, la vivienda y, sobre todo, el empleo, que se sitúa como la primera preocupación de los jóvenes. Belén Barreiro cree que será una generación mucho más desigual políticamente: “El desempleo crea apatía, no movilización”.
“Nuestro desarrollo pasa por la inversión en educación, en cultura y en investigación”
Las dificultades de construir un proyecto vital
Sara Riveiro considera que los jóvenes están normalizando una vida en la que la inestabilidad es la norma y critica los contratos temporales que favorecen la explotación de los jóvenes formados. “Somos eternos becarios”, corrobora Andrea Juárez, que ve complicado llegar a vivir de lo que le gusta, la asesoría política. “Cada vez hay un cisma más grande entre las habilidades que tienes y las que desarrollas”, explica Margarita Torres, profesora de sociología en la Universidad Carlos III. Y añade: “Esto genera frustración y problemas de autoestima”. Elena García desearía que se invirtiera más en políticas para jóvenes: “Nuestro desarrollo pasa por la inversión en educación, en cultura y en investigación”.
Claudia Urbano termina este año la carrera y critica la falta de oportunidades al salir de la universidad: “Hay que impulsar leyes que faciliten el puente de acceso al trabajo”. Y añade: “Deberían ofrecer más becas de formación y facilitar que emprendamos proyectos si somos artistas independientes“. Pedro Tamames, que sueña con ser director de cine pero se siente ignorado por una industria “hermética”, coincide con Urbano y pide que se le dé más importancia a la cultura y a sus trabajadores: “Mucha gente de mi edad regala sus horas de trabajo por poquísimo dinero”, denuncia Tamames. “Hace falta una legislación que evite que las empresas se aprovechen del talento y de la vocación juvenil”, zanja este joven cineasta.
Tamames cree que el complicado contexto en el que se encuentran los jóvenes hace que vivan “acelerados”. Los menores de treinta se han revelado como los más propensos a la ansiedad durante la crisis -un 34,6% la sufre, frente al 19,6% de la población general- y a la depresión -en este caso, un 42,9% frente al 22,1%- según un estudio de la Universidad Complutense de Madrid. Iman El Hannaoui reivindica la importancia de la gestión emocional: “Le pediría a los políticos que dedicaran presupuesto a la salud mental”.
Adrián Fauro lleva meses enviando currículums sin éxito y pide que se les garantice un empleo digno a los que están parados y bien formados: “Que tengamos un horizonte laboral es clave”, reivindica este periodista en paro. En España, la tasa de desempleo juvenil alcanza el 40,45% y dobla la media europea, según datos del INE. “El joven de ahora es dependiente del hogar del que proviene. Esto genera que no haya una, sino muchas juventudes”, señala Simón.
La Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN) asegura que el grupo más vulnerable a la pobreza son los jóvenes de menos de 29 años. Joan Ribas, doctor en Economía y profesor de la Universidad Pompeu Fabra, asegura que hay que reformar la economía española en torno al conocimiento, el mundo digital y la revolución verde: “Si el modelo de crecimiento no cambia, la situación de los jóvenes difícilmente cambiará”. Elena García lo tiene claro: “Necesitamos un pacto de Estado por la juventud”.