_
_
_
_
_
Moción de censura
Crónica
Texto informativo con interpretación

Sesión golfa ultra

Garriga y Abascal, diciendo las barbaridades que se dicen entre ellos como si fueran normales fuera, pusieron una porno política a toda España

Íñigo Domínguez
El líder de Vox, Santiago Abascal, en una de sus intervenciones en el Congreso durante la moción de censura.
El líder de Vox, Santiago Abascal, en una de sus intervenciones en el Congreso durante la moción de censura.Emilio Naranjo (EFE)

Gabriel Rufián dijo la víspera que la moción de censura iba a ser como Torrente 6, pero subestimaba a la utraderecha, o sobrevalora a Torrente. El arranque de la sesión, escuchar a Vox durante tres horas y media, todo seguido, hacía sentirse como Betsy, la chica de Taxi Driver. Solo cuando Travis la invita al cine en su primera cita uno se da cuenta de lo loco que está, porque la lleva a ver una porno, como si eso fuera normal. Lo de Vox ha sido igual, cuando Garriga y Abascal contaron su película, sin límite de tiempo, mientras España llegaba al millón de positivos, diciendo las barbaridades que se dicen entre ellos pensando que son normales fuera, pusieron una porno política a toda España. A media mañana, en el Congreso.

Es que ni había abucheos, ni risas, se hizo un silencio glacial, como embarazoso, con la impresión de estar viendo más que una peli guarra, una de ciencia-ficción. Incluso en el PP, que ni así sabe qué votar, al menos se tuiteaba flipando con el espectáculo. Abascal, vengador incomprendido, podía haber acabado hablando solo ante un espejo como Robert de Niro: “¿Estás hablando conmigo?”. Y la verdad, era difícil saber por dónde empezar a contestarle.

“Les anticipo que puede que perdamos la moción”, adelantó Garriga en uno de sus raros momentos de lucidez. Lo demás fue como una portada psicodélica del Sergeant Pepper’s, pero más retro todavía, mezclando todo: un Gobierno con un marido y una mujer como en Nicaragua, que en el País Vasco no hay libertad, que ETA no ha sido derrotada, que hay una maquinaria de violencia contra Vox, que las últimas elecciones no fueron libres, que este es un Gobierno nacido del fraude, y el virus chino, y el feminismo enloquecido, y las televisiones inundadas de activistas de extrema izquierda que se hacen pasar por expertos, y el pirata Picardo (el ministro principal de Gibraltar), y el pederasta Evo Morales, y la señora Botín que les apoya. En esta España que quieren convertir en república bananera, con un Gobierno ilegítimo y criminal, y un Estado mafioso. Y se despidió: “Señorías, que Dios los bendiga y Dios bendiga a nuestra patria, España”. Amén. Y eso era solo el primer rollo. Luego salió Abascal, sin descanso ni nada. Y llegaron las partes más fuertes, las posturas más extremas.

El líder de Vox tiene una entonación antigua, como la de Félix Rodríguez de la Fuente. En cualquier momento se esperaba que saliera el quebrantahuesos o el abejaruco. Todo podía ser, porque ahí había de todo, como en una merienda de lobos. Metió a Soros, los narcos, esa “organización totalitaria” que es la ONU, la Unesco “antioccidental y antisemita”, la futura república islámica catalana. Y avisó: “China debe pagar”. Tiembla Pekín, Vox va para allá. Sánchez “solo gestiona el proyecto de una mafia internacional”, son unos “adoradores de la madre tierra”, “atacan a los bares y los restaurantes”, son enemigos del diésel y su “furia iconoclasta” es como la del ISIS y los talibanes. Solo salvó a Trump. Solo le faltó acusarles de la muerte de la madre de Bambi. “Son adultos incompletos, incapaces de comprender la belleza de la vida”, lamentó en un instante poético. Pero enseguida arremetió contra “los menas que roban, agreden y violan”, “la invasión de nuestras costas”, “las mal llamadas ONG”.

También se metió con las pintas de los de Podemos, “una falta de respeto a los ujieres dignamente uniformados”, aunque luego cargó contra los que dicen “cómo vestir, cómo comer y cómo vivir”. Contra los okupas de la cámara, y un Gobierno “que promueve la violencia política”. Hubo un éxtasis cuando entró en un trip contra la UE, “un megaestado federal como China, la URSS o incluso la Europa soñada por Hitler”. Porque “algunos de ustedes han perdido la fe en el pueblo español”, y aquí nos podemos salvar solos de la pandemia, con un par. ¿La solución? “Mirar hacia la iberosfera”. Oooh, la mayoría de la cámara casi miraba hacia el cielo esperando que ya aterrizaran los marcianos. Y cómo señala con el dedo índice este hombre, qué brío, qué escalofríos. “¡No hay provincia española que no haya deslumbrado al mundo con las hazañas de alguno de sus hijos!”, de verdad que lo dijo, está grabado. Todo fue una exhibición para “el español corriente”, lo dijeron varias veces, qué concepto deben de tener de él.

El PNV ni respondió. Como hasta este Papa es un rojo, Sánchez incluso pudo darle a Abascal una catequesis leyéndole su última encíclica. Recibió leccioncitas de contención de cada partido, desde Teruel Existe a Arrimadas, que estuvo graciosa (“¡Es que parece que le está haciendo la moción al Gobierno chino!”). A las ocho de la tarde salió Rufián, del que en un día así, en una sesión tan golfa, se esperaba también mucho desparrame. Casi gritando, dijo que Vox era “el ectoplasma del falangismo y el cuñadismo”, el partido, no ya de cuarto milenio, sino “del cuarto cubata”. Está el Congreso como para montar fiestas, pero incluso este choque contribuyó al frenesí, porque Abascal le respondió: “Cuando veo su preocupación me produce un gran placer. Me da usted muchísimo placer, gracias señor Rufián”. Acabó esta película tan fuerte después de 12 horas, con una gran expectación de estreno por lo que dirá el PP el jueves, sobre todo entre la gente de derechas corriente: ¿se estrenará una derecha razonable? ¿o disfrutaron con la sesión?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_