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Lucha de narrativas

Puig llega al debate de Política General sin el desgaste que experimentan otros presidentes autonómicos por la gestión de la epidemia

Amparo Tórtola
El presidente valenciano, Ximo Puig, comparece el viernes tras reunirse con la presidenta de Red Eléctrica de España, Beatriz Corredor, en el Palau de la Generalitat.
El presidente valenciano, Ximo Puig, comparece el viernes tras reunirse con la presidenta de Red Eléctrica de España, Beatriz Corredor, en el Palau de la Generalitat.Ana Escobar (EFE)

Los principales dirigentes políticos de la Comunidad Valenciana exhibirán a partir de mañana sus capacidades dialécticas con motivo de la celebración en las Cortes Valencianas del anual debate de Política General o sobre el estado de la autonomía.

Considerado como el disparo simbólico que da inicio al curso político tras el descanso estival, el tradicional debate reviste este año características peculiares porque la pandemia por la que transitamos desde hace siete meses todo lo impregna y modifica.

El responsable de la diplomacia europea, Josep Borrell, en artículos y entrevistas recientes se ha referido a la “batalla global de narrativas” y a la “lucha por la influencia a través del relato” para destacar la importancia que tiene, especialmente en tiempos convulsos, construir relatos que frenen la irrupción de arengas de perfil populista y autoritario.

Los expertos en comunicación política, como Stan Greenberg, asesor del Partido Demócrata norteamericano, inoculan a sus clientes -partidos o políticos- la máxima de que el relato, la narración, “es la llave de todo”. Dicho de otro modo: el votante está dispuesto a dar su apoyo a aquel que cuente la historia más seductora.

Y a ello se han aplicado durante las últimas semanas los líderes políticos valencianos, a construir cada cual un relato sugerente de lo que ha pasado en el último año y de lo que puede acaecer en los próximos. A partir de mañana sabremos quién con mayor o menor fortuna.

El presidente del Consell, Ximo Puig, acude al debate con varias bazas a su favor. Por un lado, los acuerdos para la reconstrucción previamente sellados con los agentes sociales y con todas las fuerzas parlamentarias, a excepción de Vox; por otro, una gestión de la pandemia vírica en la Comunidad Valenciana que, de momento, le permitirá afrontar la temporada otoño/invierno Covid-19 sin las angustias y el desgaste que sí experimentan sus homólogos en otros territorios autonómicos. Hasta donde sabemos, su inminente intervención parlamentaria -su relato- tendrá un fuerte componente económico, acogiéndose a los potenciales fondos que llegarán vía Bruselas si la Administración valenciana y la iniciativa privada demuestran capacidad para diseñar, tramitar y gestionar proyectos de envergadura -que no relatos- adaptados a las exigencias comunitarias.

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El relato de Puig será también reivindicativo, en línea con ese perfil federalista que se ha dado en llamar la “tercera vía valenciana”, un estilo político propio que se sitúa de manera equidistante entre la sumisión a Madrid y la confrontación soberanista de ruptura con el Estado.

La principal grieta en el relato presidencial reside, precisamente, en el incumplimiento de la más destacada reivindicación enarbolada por el Gobierno de coalición que Puig preside desde hace un lustro: la inexistencia de un nuevo modelo de financiación autonómica. Podrá argumentar Puig que el Gobierno de su conmilitón Pedro Sánchez ha sido sensible a las necesidades de tesorería de la Hacienda pública valenciana mediante la habilitación de medidas extraordinarias. Dará igual. Ximo Puig sabe que la moderación discursiva ahora mostrada se tornaría en destemplanza si otras siglas morasen en el Palacio de la Moncloa. La leal oposición también explotará ese cambio de registro en las filas socialistas, además de señalar el vaso medio vacío en materia pandémica, el mismo que Puig observa medio lleno. Las quejas de actores sanitarios como los médicos de asistencia primaria o el colectivo de los MIR serán empleadas como munición.

El relato de la líder del PP, Isabel Bonig, intuimos que será apocalíptico, en consonancia con su opinión sobre el Gobierno del Botánico, al que se ha referido en varias ocasiones como un ejecutivo “roto, descoordinado y sin iniciativa”. Aunque estampó su firma en el Pacto de Reconstrucción, el talante conciliador de Bonig durante el estado de alarma se ha ido diluyendo a lo largo de los últimos meses. Ha contribuido a ello la actitud de Ximo Puig, sometiendo a la dirigente popular a un ninguneo político en beneficio de Toni Cantó (Cs), a quien desde Presidencia de la Generalitat se viene otorgando un trato preferencial en las relaciones gobierno-oposición.

Cantó ha ajustado su relato a la música que suena en Madrid, interpretada con habilidad por su jefa de filas, Inés Arrimadas. La nueva narrativa de Cs en la Comunidad Valenciana es salvar al soldado Puig de sus socios de gobierno. “Nuestra obligación -señaló el dirigente naranja días atrás- es centrar al ejecutivo de Puig frente al populismo y el nacionalismo”. O sea, frente a Podemos y Compromís. Si en Madrid Pedro Sánchez logra el pacto presupuestario con el concurso de Cs, la operación se repetirá en la Comunidad Valenciana. Cs se afana en el relato de la nueva centralidad que posibilite a la organización recuperar el atributo de partido bisagra que Albert Rivera dilapidó. La última encuesta del CIS sanciona el requiebro.

Se cruzan apuestas estos días entre los cronistas políticos sobre cuál será el relato de Compromís en el debate que mañana da comienzo y hasta dónde están dispuestos sus dirigentes a tensar la cuerda con Puig y los socialistas valencianos. Si ya no esconden sus discrepancias en la plaza pública de las redes sociales, ¿las trasladarán a la plaza pública del hemiciclo valenciano? ¿Se atreverán los portavoces de la coalición nacionalista a lanzar desde la tribuna de oradores similares cargas de profundidad a las que emiten vía twitter?

El debate de Política General permitirá contrastar en qué medida la nueva dirección de Podemos en la Comunidad Valenciana, con la diputada Pilar Lima al frente, ha construido o no un nuevo relato que les devuelva a sus orígenes, más reivindicativo y menos obsequioso. Tienen un hándicap insalvable: sí, ellos también son fuerza de gobierno, aquí y en Madrid.

Los 254.000 votantes de Vox en la Comunidad Valenciana conocen a la perfección el relato de las siglas a las que confiaron su apoyo hace poco más de un año y parecen aplaudir la actitud que se ha convertido en especialidad de la casa: invalidar cualquier posibilidad de consenso. Ya sea guardar tres minutos de silencio por una víctima de la violencia de género o autoexcluirse del Pacto de Reconstrucción. Nada indica que su relato en el debate sobre el estado de la Comunidad Valenciana vaya a sufrir modificación alguna; aunque igual nos sorprenden y, en franco seguidismo hacia su partido nacional, presentan una moción de censura contra Ximo Puig que tendrían perdida desde antes de anunciarla. Y los titulares, asegurados.

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