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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El PP echa leña al fuego en Bruselas

Es un error convertir el Fondo de Reconstrucción de la UE, imprescindible ante el batacazo que se avecina, en un arma arrojadiza

Claudi Pérez
La vicepresidenta del Congreso, Ana Pastor, el presidente del PP, Pablo Casado, el secretario general del Partido Popular, Teodoro García Egea, y la portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, Cayetana Álvarez de Toledo, esta semana en el Congreso.
La vicepresidenta del Congreso, Ana Pastor, el presidente del PP, Pablo Casado, el secretario general del Partido Popular, Teodoro García Egea, y la portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, Cayetana Álvarez de Toledo, esta semana en el Congreso.Europa Press (Europa Press)

Hay que tener talento para sintetizar una época en un puñado de conceptos o nociones que consigan resbalar hasta el lenguaje. Quienes lo logran tienen ganada la batalla política. Bruselas y Berlín lo hicieron hace 10 años: en uno de los grandes gatos por liebre de la historia, convirtieron una crisis financiera de libro en una crisis fiscal y decretaron austeridad (traducción bastarda: recortes a mansalva), reformas (lean mis labios: recortes) y rescates. ¿Rescates? En realidad, créditos en condiciones ventajosas a los países con el agua al cuello, pero a cambio de una condicionalidad en forma de látigo, con durísimos ajustes. Austeridad, reformas y rescates protagonizaron una respuesta europea lamentable a la crisis: encendieron la mecha de una guerra de baja intensidad entre acreedores y deudores cargada de prejuicios.

Esa guerra sigue ahí, larvada. Los eurodiputados del PP han cerrado filas con Holanda y compañía para intentar imponer una condicionalidad muy exigente a los 750.000 millones del Fondo de Recuperación. Empieza así una fea batalla por los conceptos, que puede acabar convirtiendo ese dinero en un arma arrojadiza. No es la calamitosa austeridad de antaño, pero queda claro que el PPE, según el alemán Manfred Weber, “no está dispuesto a financiar las promesas de Podemos”. ¿Qué promesas, el ingreso mínimo aprobado por el propio PP y bendecido por el FMI? Esa ofensiva pasa por garantizar que el dinero se gasta de manera adecuada. Y ahí aparece sotto voce el estigma como un alfilerazo: aquello de que el Sur se gasta el dinero en alcohol y mujeres, como decía un exjefe del Eurogrupo.

España necesita consensuar auténticas reformas, y un día u otro tendrá que hacer recortes; pero no ahora, que decía San Agustín. Porque viene un batacazo formidable: el Fondo es una solución urgente para tratar de encajar el golpe. No debería haber condicionalidad asociada; sí un plan transparente para ver en qué y cómo se gastan los fondos. Y Bruselas, por cierto, suele poner a España como ejemplo de dinero bien gastado en fondos estructurales y préstamos del Banco Europeo de Inversión.

Bienvenido sea el control, en fin, pero menos lecciones: el PPE está añadiendo leña al fuego de una retórica peligrosa, capaz de estigmatizar el fondo. Eso puede ser comprensible de cara a los electorados del Norte, pero es mucho más difícil de explicar en España. El PP, además, lleva semanas jugando a convertir en tóxico el dinero del mecanismo de ayuda (Mede), como hace Salvini en Italia. Ese patriotismo de hojalata acaba nublando el debate político, y a la postre encarece la factura de la deuda y se traduce en menos profesores y médicos. La guinda llegará cuando el coro de apocalípticos clame por recortar antes de tiempo. Lo vimos en 2010. Y ese estilo paranoico no ha desaparecido.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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