Cuenta atrás en Euskadi para las urnas más inciertas
La pandemia y la crisis del vertedero de Zaldibar complican las aspiraciones del PNV para la convocatoria de julio
“Me parecen prematuras si son en julio, pero tarde o temprano había que convocarlas”. Pepe Romero, propietario de una cafetería en la bilbaína Alameda de Recalde, no va a abrir hasta que en junio sus clientes puedan acceder a la barra, pero tiene claro que va a votar. Como él, centenares de autónomos, hosteleros, comerciantes y pequeños empresarios del País Vasco sobreviven con cero ingresos y solo reciben avisos del banco con nuevos gastos. Los que trabajan por cuenta ajena no están mucho mejor, incluidos en un ERTE o, directamente en el paro. “Las preocupaciones son todas estas, pero entiendo que en esta situación el Gobierno tiene que dar la oportunidad a los ciudadanos de decir lo que piensan”, argumenta Romero. Si como todo parece el lehendakari anuncia el próximo martes, tras el consejo de Gobierno, que las elecciones se celebran el 12 (o el 19) de julio, el País Vasco se adentrará en una precampaña inédita en la que las incertidumbres y las dudas de los partidos y de los ciudadanos van a sobrevolar hasta el mismo día de las votaciones, con permiso del coronavirus.
“La política de lo concreto va a ser la política con mayúsculas” explica la doctora en Ciencia Política y Sociología, además de docente en la Universidad Pública de Navarra, Cristina Ruiz Bujedo. Cree que quizá, por vez primera, las propuestas para salir de la crisis o para afrontar los problemas nuevos que vayan apareciendo, van a cobrar un valor excepcional aparcando cualquier debate identitario.
Las medidas de protección y la dificultad para hacer actos muy concurridos llevarán la confrontación electoral por canales diferentes a los habituales. Las redes sociales, y de manera excepcional los debates televisivos, serán cruciales, en una campaña que seguramente durará solo una semana. Los partidos del Gobierno, PNV y PSE-EE, se van a enfrentar en ese contexto a una auténtica prueba de fuego ya que la gestión de los problemas de los ciudadanos, antes y después de la pandemia, ha sido autonómica: Zaldibar, la falta de material de protección para el personal sanitario, el desconcierto en la vuelta a clase de los alumnos, o la gestión de las restricciones en las fases de la desescalada. El Ejecutivo de Urkullu va a hacer un auténtico esfuerzo para que nadie se quede en casa ese día, y ya está trabajando para facilitar in situ el voto en las residencias de ancianos; aumentar el número de colegios electorales y, desplegar al personal de Correos para facilitar el voto por correo en ciertos colectivos. Sin olvidarse de geles, mascarillas y guantes en las votaciones presenciales.
“La sustancia de estas elecciones en el País Vasco va a ser la gestión de la crisis sanitaria”, augura el catedrático de Ciencia Política de la UPV y creador del Euskobarómetro, Francisco Llera. “Pero hay que tener muy en cuenta que la forma de procesar la información política en estas circunstancias excepcionales no es natural”, sostiene Llera, para el que la convocatoria electoral en julio “es un despropósito y una falta de respeto al ciudadano”. Cree que va a ser un reto medir las emociones de la gente, de los parados, de los que seguirán confinados, de los ancianos, de los familiares de los que han fallecido, de los sanitarios que han estado expuestos y de muchos más colectivos enfadados y críticos con sus gobernantes.
“Es difícil aventurar cómo se traduce al voto todo lo que nos está pasando”, reflexiona Cristina Ruiz, pero cree que los ciudadanos van a moverse entre dos aguas, la tendencia a mantener el orden establecido ante las incertidumbres, y la reacción en contra de los responsables de la gestión de la pandemia. En el primer caso el PNV y el PSE-EE, los dos partidos que gobiernan en coalición, serían los beneficiados, y en el segundo, si el balance ciudadano es que no lo han gestionado bien, los réditos se los llevaría la oposición. Una confrontación en la que los programas electorales con las medidas concretas van a cobrar un relieve inusual en un escenario incierto.
Si hasta unos minutos antes de declararse la pandemia los sondeos daban al PNV y al PSE la mayoría absoluta en el nuevo parlamento, (ahora les falta un escaño), las dudas sobre la consecución de ese logro son cada vez mayores. Desde que el lehendakari sorprendió a finales de abril proponiendo julio como mes electoral, los datos sanitarios mejoran pero los económicos siguen una curva inversamente proporcional. Y en septiembre serán peores en términos de desempleo, de consumo, de caída del PIB, de productividad industrial y de ingresos tributarios. Es decir, acortar los tiempos juega a favor del PNV y del PSE, y alargarlos hincha las velas de la candidata de la izquierda abertzale, Maddalen Iriarte, y de la de Elkarrekin Podemos, Miren Gorrotxategi, elegida en unas primarias a finales del mes de febrero. El PP vasco, con un Carlos Iturgaiz repescado, ha dejado de protestar por el adelanto electoral silenciado por el presidente gallego, Núñez Feijoo, que junto a Urkullu se ha subido al barco de las elecciones en julio.
Marcos Fernández es el propietario de una copistería en la calle Francia de Vitoria. Cree que Urkullu y Feijóo tienen razón al convocarlas en julio. “Quiero escuchar lo antes posible las propuestas que hace cada partido para salir de esto, porque la situación económica que estamos sufriendo es muy, muy complicada”, asegura.
“La sacudida a la vida cotidiana y a sus prioridades ha sido de tal envergadura que los partidos van a tener que bajar mucho a la arena y decir con claridad y transparencia qué pretenden hacer a partir de la constitución del parlamento y del gobierno”, explica Ruiz. Esta vez van a ser muchos los colectivos que estén pendientes “de lo suyo” con lo que las medidas concretas que propongan a una opinión pública “muy sensible y vulnerable” tras el confinamiento y sus consecuencias, van a ser cruciales. “Creo que se van a tolerar pocas frivolidades y cero sobreactuaciones”, avisa a navegantes.
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