Doble ración de solidaridad de Ahmed y María Eugenia
El confinamiento duplica la afluencia de usuarios a un comedor social del barrio ilicitano de Carrús Este, el más pobre de España según la Agencia Tributaria
Es imposible hablar con Ahmed Zarrouk (Túnez, 68 años) y su mujer, María Eugenia Bermúdez (Sevilla, 61 años), antes de la una de la tarde. Durante toda la mañana, esta pareja musulmana prepara y reparte cientos de comidas a personas necesitadas en la sede de su asociación, Al-Taufik, situada en el barrio de Carrús, en Elche. No dan abasto. El confinamiento decretado por el estado de alarma ha duplicado la afluencia de usuarios. De 80 servicios diarios han pasado a 150 de media. “Viene muchísima más gente”, explica Zarrouk, “este es un barrio de trabajadores y la mayoría ha perdido su empleo”.
Antes de la crisis sanitaria, a las puertas de este comedor social llamaban principalmente personas sin hogar. También llegaban personas acogidas por Cáritas en sus centros, “a por un plato caliente a mediodía”, ya que la asociación religiosa les proporciona desayunos y cenas. Pero con el confinamiento, todo se ha desbordado. “Vienen aparadoras, mujeres de la limpieza, mucha gente que se ha quedado sin trabajo”, declara Zarrouk. “Cogen las raciones que necesitan para toda su familia”, añade. Lo único que no ha cambiado es el origen de sus usuarios. “Desde que empezamos, el 90% son españoles”.
Es lo que dicta el emplazamiento de la asociación, en pleno barrio de Carrús Este, el código postal más pobre de España según un estudio publicado por la Agencia Tributaria en 2019, que establecía que la renta media de los habitantes de la zona era de 13.286 euros anuales [datos de 2016]. Una zona de población envejecida y mayoritariamente española que reside en viviendas devaluadas que se llenaron con la inmigración interna en los años 60 del siglo pasado. Pero el coronavirus ha arrasado el precario mercado laboral de los habitantes de Carrús. Hasta Zarrouk ha tenido que cerrar sus negocios, dos peluquerías y una empresa de alquiler de jaimas para eventos. Pese a ello, las puertas de Al-Taufik siguen abiertas. Es lo que significa su nombre, “puerta abierta”.
Zarrouk y Bermúdez comenzaron su labor altruista hace veinte años, con un comedor social cuya demanda no ha dejado de crecer. Al principio, en el año 2000, Bermúdez cocinaba “unos 25 o 30 kilos de carne cada sábado”. En 2006, su madre les cedió “un piso con capacidad para seis personas”, en el que, durante una semana, podía pernoctar “gente que dormía en la calle”. En 2008, la pareja alquiló el local en el que reparten la comida a diario. “Todo con nuestro dinero”, señala Zarrouk, “lo veíamos como un deber, compartir nuestra suerte con los que menos tienen”.
Hace seis años, el Ayuntamiento de Elche empezó a concederles ayudas públicas. De esta forma, se convirtieron en uno de los dos comedores sociales municipales que existen en la ciudad, según el concejal de Igualdad, Derechos Sociales y Políticas Inclusivas, Mariano Valera. El otro está situado en el barrio de Los Palmerales y es de gestión municipal. El presupuesto anual dedicado a Al-Taufik fue creciendo poco a poco hasta quedarse en los 38.000 euros anuales asignados este año. Una “adenda al convenio” firmada hace unos días ha duplicado también el presupuesto municipal. “Les hemos asignado 40.000 euros más”, dice el edil ilicitano.
Con este dinero, más el que el empresario sigue aportando, Zarrouk realiza las compras necesarias para un plato de comida caliente y un bocadillo para cenar por persona. El pico alcanzado durante el confinamiento fue de 179 servicios. El pasado lunes fueron 157 en total. También paga los salarios “de dos chicas contratadas para ayudar”. Su mujer, cocinera del centro, que para acatar la regulación sanitaria de este tipo de establecimientos forma parte de la plantilla, destina su nómina íntegra a las necesidades de la asociación.
La situación es desesperada, pero el empresario, que ya tiene la nacionalidad española, teme “el momento en que termine el confinamiento”. En un polideportivo cercano, emplazado en El Toscar, el ayuntamiento ha alojado a más de 80 personas sin hogar. “Cuando puedan salir, vendrán aquí. Será muy duro”, augura Zarrouk. Las instalaciones se habilitaron “al día siguiente del establecimiento del confinamiento”, señala Valera. “Muchos de los alojados proceden de otros municipios que nos pidieron ayuda”, continúa el concejal, “por lo que con el proceso de desescalada se marcharán”.
Sean los que sean, tendrán un plato preparado en la asociación. Incluso ahora, en pleno Ramadán, cuando los preceptos del Islam obligan a Ahmed y María Eugenia, y a algunos de sus usuarios, a comer solo por la noche. En plena pandemia, esperan que su ejemplo cunda en la sociedad. “Ojalá contagiemos de solidaridad a mucha gente”, bromea Zarrouk, “habrá menos gente necesitada en este mundo”.
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