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Del duelo por las víctimas al duelo entre políticos

“Ahora es hora de salvar a los vivos, ya habrá tiempo de llorar a los muertos”, alega el Gobierno ante los reproches por no decretar luto oficial

Miguel González
Una mujee con un carrito de bebé pasa ante la Puerta de Alcalá de Madrid, con un lazo negro en señal de duelo.
Una mujee con un carrito de bebé pasa ante la Puerta de Alcalá de Madrid, con un lazo negro en señal de duelo.GABRIEL BOUYS (AFP)

En su último pleno, el pasado día 22, el Congreso guardó un minuto de silencio en memoria de los fallecidos por la covid-19. No resultó sorprendente, pues en esa fecha la cifra de víctimas mortales en España rondaba ya las 22.000. Lo anómalo es que la iniciativa no partiera de la presidenta de la Cámara, Meritxell Batet, ni del jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, sino del líder de la oposición, Pablo Casado.

No fue un gesto inocuo. El líder del PP, y también el de Vox, Santiago Abascal, han visto en la resistencia del Gobierno a decretar luto oficial un flanco débil por el que desgastarlo políticamente: la corbata roja, y no negra, de Pedro Sánchez o la bandera izada en el mástil, y no a media asta, serían una muestra de la falta de respeto hacia los muertos y del intento por tapar la dimensión de la tragedia. El PP ha pedido que TVE luzca un crespón negro en la pantalla; y este lunes Casado volvió a reclamar la declaración de luto nacional y recordó que Sánchez lo decretó por el fallecimiento del exministro Alfredo Pérez Rubalcaba y se puso corbata negra por la matanza yihadista de la sala de fiestas Bataclán, en París.

La Comunidad de Madrid, presidida por Isabel Díaz Ayuso, decretó luto oficial indefinido el pasado día 30; y el 2 de abril le siguieron otras dos comunidades presididas por el PP: Castilla y León y Murcia. Sin embargo, ni el presidente gallego Alberto Núñez Feijoo, ni el andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla, ambos del PP, han seguido su ejemplo; aunque el segundo llamó el domingo a los andaluces a guardar tres minutos de silencio en sus domicilios.

Numerosos ayuntamientos ha decretado luto oficial, como los de Madrid, Zaragoza, León, Albacete, Granada, Ourense, Oviedo, Pamplona o Santander, pero también algunos gobernados por la izquierda, como Valencia, en manos de Compromís; o El Arahal (Sevilla), de Adelante Andalucía. En Sevilla, el alcalde Juan Espadas (PSOE) ha anunciado luto oficial del 30 de mayo al 2 de junio, pero el PP ha exigido que lo declare “de inmediato”.

El pasado 17 de abril, un periodista preguntó a la ministra María Jesús Montero por qué no había un crespón negro en la bandera española que flanquea la sala de prensa de La Moncloa. “El mejor tributo que puede rendir este Gobierno y el conjunto de los ciudadanos a los fallecidos es que todos a una seamos capaces de dar lo mejor de nosotros mismos para combatir la enfermedad y que no haya mayores pérdidas de vidas humanas”, respondió.

“Ahora es la hora de concentrarnos en salvar vidas, tiempo habrá de llorar a los muertos”, resume un portavoz del Gobierno, consultado por EL PAÍS. Sánchez ha anunciado que habrá un gran homenaje a las víctimas cuando se logre “la victoria” sobre la pandemia. El problema es que probablemente no haya un Día de la Victoria, sino que prosiga el goteo descendente de muertes, con riesgo de nuevos repuntes, hasta que exista una vacuna.

El Gobierno ha planteado la lucha contra la pandemia como una guerra y durante seis semanas ha llenado las ruedas de prensa diarias de uniformados que, como el jefe de la cúpula militar, el general Miguel Ángel Villarroya, trataban de insuflar espíritu de sacrificio y moral de victoria. El alcalde de Leganés, Santiago Llorente (PSOE), ha llegado a justificar su negativa a declarar luto oficial argumentado que “en las guerras los ejércitos no bajan su bandera; la mantienen en alto para dar ánimo a los ciudadanos”.

“Es verdad que en las guerras uno tiende a minimizar las bajas propias y exagerar las del enemigo, para que no cunda el desánimo en tus filas, pero esto solo es una guerra en sentido metafórico y a la gente que ha perdido a un ser querido le reconfortan las palabras de consuelo”, reflexiona el teniente general retirado Pedro Pitarch.

Rafaela Santos, presidenta de la Sociedad Española de Especialistas en Estrés Postraumático (SEEPT), cree que el debate entre el luto y el combate contra la pandemia es un falso dilema. “Se puede ser eficaz en la lucha contra el coronavirus a la vez que empático con los que sufren”, afirma.

El único miembro del Gobierno que ha dejado entrever sus sentimientos ha sido la ministra de Defensa, Margarita Robles, en la clausura del tanatorio instalado en el Palacio de Hielo de Madrid: “Estamos con las familias [de los fallecidos]. Lo sentimos profundamente en el corazón. Lo único que puedo decir, ya sé que no es consuelo, es que no les hemos podido salvar la vida [a sus seres queridos] pero que sepan que no han estado solos ni un minuto”.

Como en tiempos de Zapatero, la crisis no desaparece porque uno se resista a nombrarla.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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