Una frontera de Gibraltar a medio gas se salva por ahora de las restricciones
El cierre de los pasos fronterizos no afecta por ahora ni al Peñón ni a Andorra
Por unos minutos, Gibraltar y La Línea han contenido el aliento. Los ciudadanos de uno y otro lado han llegado a temer que lo que no ha logrado la eterna pugna por la soberanía lo hiciese el coronavirus. Finalmente, las restricciones de paso para las fronteras terrestres anunciadas ayer por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, no afectarán por ahora ni al Peñón ni a Andorra. Ambos territorios seguirán funcionando con los mismos controles fronterizos que tienen en la actualidad. Con todo, las autoridades gibraltareñas ya asumen que la crisis de la pandemia tendrá efecto sobre la economía de sus empresas.
Entre 25.000 y 30.000 personas, según estimaciones del Gobierno de la colonia, atraviesan diariamente el paso fronterizo del Peñón. De ellos 14.322 son trabajadores transfronterizos. Son números anteriores al escenario de excepcionalidad actual, porque el estado de alarma decretado en España y las restricciones establecidas por la Roca han rebajado considerablemente la actividad en la frontera. En la provincia de Cádiz se han registrado 48 contagios y en Gibraltar, tres.
La Administración gibraltareña recomendó este pasado domingo a sus ciudadanos “no viajar a España a pie, en un vehículo ni de ninguna otra forma”. A eso sumó el cierre de todos los establecimientos de hostelería por un plazo de 21 días que ya ha comenzado a funcionar y que impacta sobre los trabajadores españoles, empleados mayoritariamente en el sector servicios.
Ese decreto de cierres ya ha tenido su influencia a primera hora de la mañana de este lunes, cuando las cámaras en directo de la frontera mostraban una imagen mucho más aliviada de personas y vehículos que de costumbre. “Esta mañana había mucho miedo, pero se ha resuelto con tranquilidad”, ha explicado Juan José Uceda, portavoz de la asociación de trabajadores Ascteg.
La baja afluencia se ha sentido a lo largo de toda la jornada. Apenas había turistas procedentes de España y el puerto de Gibraltar de Gibraltar estaba cerrado a cruceros, según la orden decretada por su Gobierno. El turismo suponía un tránsito de entre 13.000 y 18.000 personas que pasaban al mes por la frontera –según estimaciones de la oficina gibraltareña– y desde este fin de semana prácticamente han desaparecido.
“Esto es una pesadilla. Lo importante es que si es bueno para acabar antes con todo habrá que sacrificarse”, ha afirmado el presidente del Grupo Transfronterizo, Loren Periáñez. Actualmente, el Gobierno de Gibraltar tiene contabilizados a 14.322 empleados transfronterizos que diariamente cruzan el paso para acudir a sus trabajos. La comunidad de trabajadores más numerosa es la española (9.090 personas, según el mismo conteo), seguida de los británicos no gibraltareños (2.284) y los portugueses (786).
En el Peñón asumen que “todas las medidas impuestas por los Gobiernos de todo el mundo – y por ellos en particular– tendrán un efecto económico en las empresas de Gibraltar”, ha afirmado este lunes el ministro principal Fabián Picardo. Según informe del Ejecutivo gibraltareño, en 2013, las empresas de esta colonia importaron de España bienes y servicios por valor de 346 millones de euros y sus residentes gastaron en el Campo de Gibraltar y Andalucía unos 66 millones de euros. Ahora, toda esa inyección económica se verá interrumpida de una forma drástica y por un periodo indeterminado.
Las restricciones del coronavirus evocan episodios dramáticos del pasado. Entre 1940 y 1944, 14.999 ciudadanos del Peñón tuvieron que exiliarse en Reino Unido, Madeira e incluso Jamaica por culpa de la Segunda Guerra Mundial. Fue un episodio traumático grabado a fuego en la mente de muchos gibraltareños. No es baladí que Picardo se refiriese a este hecho para hablar de la crisis del coronavirus, en una intervención en la televisión local GBC este domingo: “Probablemente es el momento más difícil que enfrenta nuestra comunidad desde la evacuación”.
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