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Cuando la política interfiere en los planes de boda

El Gobierno de la colonia británica asegura estar preparado para la salida de la UE, pero la población muestra sus temores

Jesús A. Cañas
Manifestación en La Línea contra los efectos negativos del Brexit, el pasado mes de octubre.
Manifestación en La Línea contra los efectos negativos del Brexit, el pasado mes de octubre.Marcos Moreno (EL PAÍS)

Samuel Benzaquen descuelga unas enormes y ajadas llaves de una pared de su casa de cambios. “Somos judíos expulsados de España. Son de la casa de Bilbao de nuestros antepasados”, dice. El afable gibraltareño de 77 años, sefardí por ascendencia, conoce mucho mejor lo que le ocurrió a su familia hace 500 años que el incierto panorama que se abrirá para él y sus vecinos —34.500 personas viven en la colonia británica— dentro de unos 40 días. “A ver qué pasa. Nadie lo sabe a ciencia cierta”, sentencia resignado, mientras se encoge de hombros, cuando habla de cómo afectará a Gibraltar el ya confirmado Brexit del 31 de enero.

Los llanitos ya están hartos de repetir que ellos votaron masivamente por quedarse en la UE —un 95,91% de los habitantes de Gibraltar así lo expresó en el referéndum de junio de 2016— y que, si por ellos fuera, seguirían siendo europeos; pero ya han aceptado con resignación que, a la cuarta, será la vencida. Su Gobierno insiste en que ha hecho los deberes que estaban a su alcance y que el periodo de transición que se extenderá hasta final de 2020 asegura la normalidad, pero la incertidumbre y las dudas siguen flotando entre los ciudadanos del Peñón y los 15.000 trabajadores transfronterizos —9.000 españoles, según cálculos del Gobierno gibraltareño— que cada día cruzan la frontera.

“Es muy bonito verlo desde Madrid, desde la comodidad de tu sillón, pero hay que estar aquí”, sentencia enfadada Sara T., una algecireña de 28 años que lleva dos años como dependienta en Viandas, una tienda española de chacinas ubicada en el mismo local en el que estaba la sede del movimiento a favor del remain (quedarse) en el Brexit. Pero ese lema electoral es agua pasada y, unos números más arriba de la misma calle, en el 323 de Main Street, ha sido sustituido por un práctico get ready (prepárate). Es el eslogan de la Oficina de Información para el Brexit que el Gobierno gibraltareño abrió hace ya dos meses y medio.

Por aquel entonces, el Peñón se acercaba peligrosamente a un caótico divorcio sin acuerdo. El viceministro principal, Joseph García, rememora cómo, en esos días, llegaron a atender a 70 personas al día que, inquietas, se acercaban a preguntar sobre “temas prácticos que afectan a la vida cotidiana, como el carné de conducir, visados, pensiones, atención sanitaria o telefonía”. Unas mil consultas después —entre ciudadanos del enclave y españoles—, el interés ha decaído “a solo dos o tres” cuando se ha sabido que la salida será ordenada. García cree que, ahora que ya se conoce el acuerdo, “el tema se vuelve a hacer más tangible”.

Llueve con furia en la calle, pero en el interior de la oficina no parece haber nadie. “Entra muy poca gente. Ahí te explican lo que saben, posibles opciones”, dice Andrea Casal, una gallega de 31 años residente en La Línea y que trabaja como dependienta en Star Minimarket, un ultramarinos a apenas dos números de la oficina. Ella es otra de las empleadas transfronterizas que se queja de la incertidumbre: “Nadie se preocupa por nosotros. Solo esto [el trabajo en Gibraltar] y el contrabando nos da de comer. Si se acaba, ¿qué vamos a hacer?”.

Tráfico de mercancías

Casal y su novio gibraltareño —aunque residente en España— dudan de si ella necesitará un visado especial o si él podrá pasar de Gibraltar a la zona española. Su duda llega hasta el punto de plantearse el adelanto de su boda, prevista en 2021, para asegurarse sus derechos.

En una ciudad que importa de España 1.500 millones de euros en mercancías al año (según cálculos de Gibraltar), preocupa también qué será de las mercancías en una frontera que se colapsa con facilidad y que ni cuenta con un puesto de inspección fronteriza (PIF) para mercancías perecederas. Si de aquí a 2021 no se crea uno o se rubrica un acuerdo que prorrogue la situación actual, cuando termine el periodo transitorio podría ser necesario que los productos frescos tengan que acabar pasando por el PIF de Algeciras para llegar en barco a Gibraltar.

Ángel Villar, jefe de negociado en La Línea de la agencia de aduanas Paublete, señala que la información que la Administración española les ha proporcionado sobre el Brexit es “mínima” y que los memorandos firmados entre España y Reino Unido sobre el Peñón son genéricos. “España lleva haciendo una política de hostigamiento a Gibraltar que paradójicamente quien la sufre es La Línea y el Campo de Gibraltar. Temo que el Brexit se use como medida de presión”, zanja el agente de aduanas.

Pero el viceministro García trata de aplacar los nervios. Asegura que su Gobierno está preparado “al máximo” para los temas que están bajo su control. Y, en ese pragmatismo tan llanito, deja claro que a partir del 31 de enero todo debe seguir igual: “El periodo de transición implica que hasta el 31 de diciembre de 2020 nada cambiará en el día a día”, afirma. Aunque eso no significa que, para el Peñón, no queden curvas por venir. “Los cambios a partir de 2021 dependerán de lo negociado para la relación futura entre el Reino Unido y la Unión Europea. Gibraltar debe estar preparada para dar la espalda a ese acuerdo si no nos interesa política o económicamente”, sostiene el viceministro en un primer avance reivindicativo de un posible estatus diferenciado para la colonia británica en la nueva e incierta era post-Brexit que en el Estrecho están a punto de comenzar.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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