Cinco directoras, cinco Goya a la dirección novel y un amuleto
Los cinco últimos premios Goya a la dirección novel se los han llevado mujeres. Tienen una historia común y un talismán que se pasan año tras año. Para ellas y para las que vendrán después. Son Arantxa Echevarría, Pilar Palomero, Clara Roquet, Belén Funes y Carla Simón, que acaba de ganar el Oso de Oro en la Berlinale por ‘Alcarràs’, filme que se proyectará fuera de concurso en el Festival de Málaga que empieza hoy.
La bajada del taxi de Carla Simón no puede ser más emotiva. A la puerta de la barcelonesa sala teatral Beckett, donde van a comer y a retratarse juntas, le esperan Arantxa Echevarría (llegada en AVE desde Madrid), Pilar Palomero y Clara Roquet. Hace ocho días que Alcarràs, el segundo largometraje de Simón, ha logrado el Oso de Oro de la Berlinale: la barcelonesa es la primera cineasta española en ganar un festival de clase A, los más importa...
La bajada del taxi de Carla Simón no puede ser más emotiva. A la puerta de la barcelonesa sala teatral Beckett, donde van a comer y a retratarse juntas, le esperan Arantxa Echevarría (llegada en AVE desde Madrid), Pilar Palomero y Clara Roquet. Hace ocho días que Alcarràs, el segundo largometraje de Simón, ha logrado el Oso de Oro de la Berlinale: la barcelonesa es la primera cineasta española en ganar un festival de clase A, los más importantes del mundo. Y aunque entre ellas han hablado por teléfono, aún no se han visto cara a cara; Simón aún está rematando el sonido del filme tras el estreno en Alemania. Son, además, cuatro de las cinco últimas ganadoras del Goya a mejor dirección novel. Solo falta Belén Funes, que se encuentra en Valencia por la grabación de una serie. Nunca se han retratado juntas, y conforman la comunidad del amuleto, del que quieren hablar poco, pero que existe y se han ido pasando de una a otra como imán para la suerte en los premios del cine español. Simón, risueña, tocándose constantemente su tripa de embarazo de cuatro meses, recibe los abrazos y las risas con la expresión más fuerte que sale de la boca de una cineasta que casi nunca levanta la voz: “¡Qué loco!”.
Como ocurrió en Verano 1993 (2017), Alcarràs —que se estrenará comercialmente el 29 de abril, tras su proyección, ayer sábado, en la sección Oficial fuera de concurso en el festival de Málaga— se inspira en la familia de Simón (Barcelona, 35 años), la materna, dedicada al cultivo de frutales de manera artesanal, un negocio que vive sus últimos días por la caída de precios en la comarca del Segriá, al oeste de Lleida. Simón y Roquet se conocieron hace 12 años, cuando coincidieron como becarias en las salas y pasillos de Diagonal TV, empresa productora especializada en series. De las cinco, son las que llevan más años de amistad. “Yo decidí que quería hacer cine en primero de bachillerato. Tenía una asignatura de Imagen y su profesora nos puso Código desconocido, de Michael Haneke”, recuerda la ganadora del Oso de Oro. “La película es buenísima, pero el debate posterior me reveló el poder del cine, su capacidad para contar cosas muy profundas. Código desconocido es un filme coral, que habla de la incomunicación, me interpelaba. Yo había visto poco cine hasta entonces, y en ese momento abandoné la idea de estudiar Periodismo. Después, en un intercambio en California, estudié guion, y al final, cuando me fui becada a Londres [realizó el Master of Arts en la London Film School, tras acabar Comunicación Audiovisual en la Autónoma de Barcelona], me volqué en la dirección”.
Aunque una cosa es estudiar y otra sentirse cineasta: “Me parece más justa la palabra cineasta que la de directora. Porque hay muchas maneras de hacer cine”, explica. La gala de clausura de la Berlinale la vivió en su tramo final, cuando se anuncian los premios potentes en orden inverso de importancia, cogida de la mano de su productora, María Zamora. “Cuando anunciaron la justificación del jurado para entregar el premio a la mejor dirección a Claire Denis [Simón idolatra la obra de la francesa] pensé que era para mí. Minutos más tarde, cuando escuché Alcarràs de boca de M. Night Shyamalan, presidente del jurado, me costó asumir que había ganado”. De las felicitaciones, le emocionaron, entre otras, la de la peruana afincada en España Claudia Llosa, que logró el Oso de Oro en 2009 con La teta asustada, la de la hija de Agnès Varda y la de Carlos Saura. “Él ganó en Berlín en 1981 con Deprisa, deprisa, una película que me sirvió para entender la historia de mis padres”. El sida le arrebató a sus progenitores cuando era una cría, y Simón se fue a vivir con sus tíos y con una prima un poco más pequeña, como cuenta en Verano 1993.
Sentadas en la mesa, las cuatro piden el mismo menú: crema del día y arroz con cerdo. La charla no arranca con reflexiones sesudas sobre el cine. Ni acaba. En realidad, hablan de amigos comunes, el embarazo de Simón, los hijos de Echevarría, de dónde estaban la tarde del miércoles cuando ganó Simón (lo vieron en directo a través de la web del festival) y posibles o presuntos amoríos. Cuando por fin se oye cine, es porque se cuentan el estado actual de sus proyectos, se intercambian contactos para solucionar problemas venideros y desgranan opiniones sobre otros filmes. Cero competitividad. A un lado, las dos más silenciosas, Simón y Palomero, de hablar calmo y discurso pausado. Al otro, dos fuerzas de la naturaleza, Roquet y Echevarría, de tremendo arrebato verbal.
Arantxa Echevarría (Bilbao, 53 años) es la mayor del grupo. Y la segunda en ganar el Goya a mejor dirección del novel en la tacada de cinco realizadoras que arrancó Simón. Fue la iniciadora de la comunidad del amuleto. “En realidad, es cosa de Paula Ortiz”, apunta la directora de Carmen y Lola. “A ella una amiga le regaló una estatuilla para que le trajera suerte en los Goya de 2016, en que participó con La novia, pero se la olvidó en casa. Decidió que otra mujer aprovechara su poder. Y me eligió”. Como no lograban quedar, Ortiz le envió una foto del amuleto. Esa es la imagen que pasó por whatsapp de Echevarría a Belén Funes (Goya por La hija de un ladrón), de Funes a Pilar Palomero (Las niñas, que hasta obtuvo el premio a mejor película en la gala del Zoom) y de esta a Clara Roquet (Libertad), que levantó el cabezón el pasado 12 de febrero en Valencia. “No hay reglas concretas”, advierten entre risas. Y se plantean si la próxima edición se lo pasarán a una sola directora o a varias. “Ya veremos, haremos un concilio”, bromea Echevarría. Ella decidió hacerse directora de niña. “Mi padre era muy cinéfilo, y me lo pegó. Con ocho años yo iba diciendo que iba a ser directora”. Aunque, ¿sabía lo que significaba eso? “¡Qué va! Yo pensaba que era hacer películas como Chaplin. Mi hermano mayor era también muy aficionado y la primera vez que fui una sala, a los Bogart de Madrid, me llevó él para ver 2001, una odisea del espacio, porque había un ciclo de Kubrick. A la salida solo era capaz de decir: ‘¡Me han encantado los monos!’; en realidad, la única parte que había entendido”. Echevarría y Simón entregaron el Goya en su gala a Funes. “Recuerdo aquella emoción de las tres en el escenario, aunque nada comparado a lo de Carla en la Berlinale. Cuando dijeron Alcarràs, pegué un grito...”. Ahora mismo, Echevarría está en la preproducción de su tercer largometraje, tras la comedia La familia perfecta, que se centrará en la segunda generación de chinos en España.
A Belén Funes (Barcelona, 38 años) le ha dolido en el alma perderse el encuentro. Se encuentra en Valencia, donde dirige con Borja Soler y Carlos Marqués-Marcet una serie sobre la ruta del bakalao. Funes pertenece a la facción fuerza volcánica del quinteto, y se recuerda siempre así. “Quise hacer cine desde adolescente. Empecé escribiendo y acabé estudiando Dirección en la ESCAC [la Escuela de cine de Cataluña]. Y con todo, no lo veía claro hasta que conocí a Mar Coll”. El nombre de Coll también acabará mencionado por el resto de sus compañeras, que consideran Tres días con la familia (2009), un referente, casi una película fundacional. “Trabajé como meritoria suya en aquel drama”, recuerda Funes, que se ha curtido en diversos puestos técnicos en numerosos rodajes. “Empecé grabando los ensayos. Y vi a Mar explicándoles a los actores el guion, lo que quería de ellos y cómo se vería con una energía superbonita... De repente, pensé: ‘Quiero ser como esta tía’. Me imaginé a mí misma haciéndolo”. En aquel rodaje, Funes además conoció a otras técnicos con las que ha trabajado ella y otras integrantes de la ola de mujeres cineastas catalanas. “Confluyó mucha gente que con el tiempo ha sido fundamental en este cine”. Ejemplo de ese espíritu de echada hacia adelante, Funes recuerda que aunque a la primera que conoció fue a Simón, con Roquet compartía muchos amigos comunes. “Mi corto Sara a la fuga y el suyo El adiós coincidieron en 2015 en varios festivales, y acabé por enviarle un mensaje en el que escribí: ‘No nos conocemos y muy sinceramente creo que deberíamos de hacerlo ya [risas]”. Con el tiempo, acabó siendo la script [técnico que supervisa la continuidad de la película] de Roquet en Libertad.
Sobre el triunfo español en la Berlinale, Funes explica: “Ya no hay vuelta atrás. Tanto en España como en todo el mundo”. Se refiere a que desde que en Venecia 2020 ganara Nomadland, de Chloé Zhao, los principales festivales y entregas de premios han sido copados por mujeres: las dos últimas ediciones de Venecia, las dos últimas de San Sebastián, Sundance 2021, los pasados Oscar, el pasado Cannes y los Goya 2021 se los llevaron películas dirigidas por mujeres. “Lo bonito fue ver que en Twitter todo el mundo se alegraba del Oso de Carla, como si fuera propio, sin ningún mal rollo. La cineasta Elena López Riera escribió en esa red: ‘Esto es bueno para todas’. Claro que sí. No hay afán de competencia. Además, ellas son supernarradoras muy militantes, algo hoy fundamental”. Funes apuntilla: “Lo que ha hecho Carla es muy gordo. Qué genia. Yo lo vi en el móvil, en Valencia, localizando, porque Leticia Dolera pasó el enlace a un grupo para ver la ceremonia de la Berlinale, y gritaba a quien me rodeaba: ‘¡Mi amiga ha ganado el Oso de Oro!”.
En la comida juntas recuerdan cómo se han encadenado los Goya. “Lo más imprevisible del cine mundial es la Academia del cine español”, bromea desde el anonimato una de ellas. Otra racha que les une: del 25 al 30 de diciembre se agolpan los cumpleaños de Nely Reguera —realizadora de María (y los demás) (2016), que en el festival de Málaga estrena su segundo largo, La voluntaria—, Funes, Simón y Roquet. “Otra cosa que compartimos”, explica Echevarría, “es que nos llevamos el Goya de novel y competíamos también por el de mejor película, que solo se ha llevado Pilar”. Se ríen de un vídeo de Cate Blanchett que dice que le interesa “el cine de Clara... Roquet”. La aludida cree que a la actriz le chivaron nombres de cineastas que estaban en los trofeos del cine español, en el que la estrella recibió el primer Goya internacional, y que por eso la menciona. Por cierto, Simón le ha pasado este año sus clases como profesora en la Pompeu Fabra a Roquet. Hay chistes en la mesa: “Los alumnos fliparán. Una tutora acaba de ganar el Goya, la otra el Oso de Oro”.
Lazada en su rol de animadora, Echevarría pone entre la espada y la pared a Simón: “Venga, cotilléanos todo”. Y la directora de Alcarràs confiesa que estrenó el martes en la Berlinale, y que esa noche, en el pequeño festejo tras la gala, recibieron la llamada de la organización. “Que nos quedáramos al día siguiente, que a lo mejor...”. Las otras comensales aplauden felices.
Pilar Palomero (Zaragoza, 41 años), que monta ahora su segundo largometraje, La maternal, corrobora esta sororidad. “Somos compañeras, conocemos los entresijos de los proyectos, leemos guiones de otras. Por ejemplo, de mi nuevo filme ya hice un pase con un primer montaje e invité a Clara, que no pudo venir, y sí la vio Celia Rico —yo fui su script en Viaje al cuarto de una madre—, en los Goya estuve con Belén... Hay una sinergia preciosa”. Palomero también decidió hacer cine de niña. “Pero no pensé que se podía ser directora, la verdad”. Estudió Filología Hispánica en su ciudad natal, y yendo a la filmoteca aragonesa descubrió “que había un lenguaje” que quería conocer. “Bigas Luna hizo un taller en Zaragoza, me apunté y entendí que el cine era una posibilidad y un oficio”, recuerda. Aun así, dio más vueltas estudiando por Madrid y Sarajevo, y trabajando en Zaragoza. “En nuestra contra juega la falta de referentes. De niña lo veías como una ensoñación antes que una realidad”. De ahí lo fundamental de la frase de Simón con el Oso en la mano: “Este premio sirve para que quienes vienen detrás ni duden de que pueden hacer cine”. Palomero desvela que hay un grupo de whastapp de una quincena de directoras y por él descubrió, tras un mensaje de Irene Moray de felicidad, lo que se estaba perdiendo. “Estoy bastante encerrada y desconectada de la realidad. Me llevé el alegrón”.
La más joven, Clara Roquet (Barcelona, 33 años), es en cambio una veterana guionista. “Con 14 años vi Los 400 golpes, y pensé que aquello era lo mío”. A través de su tío, Miquel Obiols, escritor de literatura infantil y juvenil y guionista de televisión —inventó los gallifantes del programa Juego de niños—, comprendió que desde la redacción podía ir poco a poco. “Me encanta leer, y aun hoy me considero más guionista que directora”, insiste. Es más, el palmarés de la Berlinale le pilló en otra entrega de guion, esta vez para una serie para Movistar. Ha escrito para Jaime Rosales, Carlos Marques-Marcet, Ventura Durall o Mounia Akl.
En 2020, la presencia de las mujeres en el cine español fue del 33%, según un informe de CIMA, la asociación de mujeres del audiovisual, cuando en las escuelas de cine hay igual cantidad de alumnas que de alumnos, proporción que refleja la sociedad española. ¿Cuándo se logrará la equidad? Para Roquet, “habría que pedir esa paridad en los comités de valoración de proyectos los ministerios, de las televisiones, en los de selección de festivales... No quiero cuotas para películas de directoras, sí que exista equilibrio en esos jurados”. El siguiente escalón a conquistar, apuntan al unísono en la mesa, es que haya cuatro mujeres al Goya a mejor dirección. Suena a algo lejano. “¿Por qué vamos a competir?”, espeta Roquet. “El pastel a repartir es muy pequeño. No nos peguemos por migajas, sino por hacerlo crecer. Y habrá más porciones”.