Normandía y Bretaña: un viaje entre playas y pueblos medievales
Embárcate en un recorrido por dos regiones que han marcado el pulso de Europa durante siglos


Además del Día D, Normandía es una región que se conoce por mucho más. Sus pueblos con encanto — algunos de ellos figuran en la lista de pueblos más bonitos de Francia—; Étretat y sus espectaculares acantilados; Honfleur; Bayeux y Giverny, en la que se encuentra la casa de Monet; y, por supuesto, el mágico Mont Saint-Michel. Todos ellos conocidos mundialmente. Normandía es un destino tanto para aquellos que disfrutan tanto la historia medieval como la más reciente, mientras que la Bretaña francesa es para exploradores. Su costa salvaje y espectacular, sus pueblos medievales y sus espesos bosques hacen que valga la pena hacer un viaje en cualquier momento del año.
Desde sus ciudades míticas como Rennes hasta paisajes icónicos llenos de misticismo como Saint-Malo o Cornualles, todos convierten a la región en un destino con personalidad propia donde París puede sentirse realmente lejano. Pero ¿por qué escoger si se pueden visitar los dos destinos en un mismo viaje? En 2026, EL PAÍS Viajes realiza uno de sus itinerarios a ambas regiones, Normandía y Bretaña, pueblos medievales en las playas del desembarco.
¿Cuándo? Será el 27 de junio de 2026. Durante 10 días te embarcarás, junto al experto David Botello, en un viaje por dos tierras que han marcado el pulso de Europa durante siglos: Normandía, con sus paisajes dramáticos y su memoria viva de la historia; y Bretaña, donde la tradición y la modernidad conviven entre castillos, ciudades vibrantes y costas escarpadas.
Desde las playas del desembarco y los pueblos medievales normandos hasta los pequeños pueblos de Bretaña, un paraíso de artistas. Cada parada será una oportunidad para descubrir relatos ocultos, sabores locales y escenarios que parecen sacados de una novela histórica. Este viaje es una invitación a mirar con otros ojos, a escuchar con otros oídos, y a sentir con otra piel. Porque en Normandía y Bretaña hay historias que esperan ser descubiertas, paisajes que quieren ser contemplados y momentos que están listos para convertirse en recuerdos.

Primera parada: Rouen, la joya normanda
Situada a orillas del río Sena, Rouen es la vibrante capital histórica y cultural de Normandía. Las famosas representaciones de Monet de la Catedral de Notre-Dame de Rouen han convertido a este vasto edificio en el favorito de muchos visitantes. Además, hay numerosos museos excelentes para explorar, como la torre del reloj Gros-Horloge, La Couronne, la posada más antigua de Francia, y la hermosa iglesia moderna dedicada a Juana de Arco.

Segunda parada: Caen, ciudad de resistencia y resiliencia
Siguiendo la ruta, Caen aparece en el mapa. Históricamente, ha sido conocida por Guillermo el Conquistador, que la convirtió en una gran ciudad a orillas del río Orne. La esposa de Guillermo, Matilde de Flandes, también participó en este desarrollo. Ambos encargaron una gran abadía. Por su parte, el Castillo de Caen, con sus múltiples torres, fue uno de los más importantes del ducado de Normandía; que actualmente alberga dos museos.
Aunque hoy en día Caen sea considerada una ciudad verde, fue testigo durante el final de la Segunda Guerra Mundial de encarnizados combates. De ahí que el Memorial de Caen sea uno de los más visitados. Este museo no es solo una colección de objetos, sino una experiencia emocional. A través de imágenes, sonidos y testimonios, el Memorial guía al visitante por los horrores de la guerra y la frágil esperanza de la paz. Es imposible salir indiferente.

Tercera parada: historia en Bayeux
Bayeux presume de un impresionante centro histórico, así como de su mundialmente famoso tapiz, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, que representa la conquista normanda de Inglaterra en 1066. Como un cómic medieval, cada viñeta bordada nos transporta a los preparativos de Guillermo el Conquistador, la travesía del Canal de la Mancha, el desembarco y la épica Batalla de Hastings. No es solo arte: es propaganda, crónica y testimonio de una Europa en transformación.
La ciudad tuvo la fortuna de ser rápidamente liberada por los aliados en junio de 1944, pero el cementerio militar de Bayeux recuerda los sacrificios realizados en esta zona, donde el silencio se convierte en homenaje. Entre lápidas alineadas con precisión, descansan más de 4.600 soldados de distintas nacionalidades que dieron su vida por la libertad. Bayeux también es la base ideal para explorar las playas del desembarco del Día D, a solo unos kilómetros de distancia.

Cuarta parada: recordando el desembarco de Normandía
Entre los lugares más simbólicos del Día D se encuentra Sainte-Mère-Église, un pequeño pueblo que se convirtió en leyenda la madrugada del 6 de junio de 1944. Las calles tranquilas esconden relatos de valentía, como el del paracaidista John Steele, cuyo destino lo dejó colgado del campanario de la iglesia durante el desembarco. Hoy, un muñeco suspendido en lo alto recuerda aquella escena surrealista, convertida en símbolo del sacrificio y la determinación de las tropas aerotransportadas. Dentro de la iglesia, las vidrieras sorprenden con una imagen insólita: la virgen rodeada de paracaidistas y aviones. Es un homenaje muy poderoso a quienes descendieron del cielo para liberar estas tierras. Frente a la iglesia, en la calle Eisenhower, se alza el Museo Airborne, con su arquitectura en forma de paracaídas. El planeador Waco, abierto al visitante, permite imaginar el vértigo del aterrizaje; y en la sala del simulador, el cruce del Canal de la Mancha a bordo de un C-47 se convierte en una experiencia sensorial: sonidos, vibraciones y luces recrean la tensión de los minutos previos al salto.
Utah Beach, la primera playa tomada por las tropas estadounidenses, es también uno de los lugares más visitados en la región normanda. El Museo del Desembarco, ubicado en el mismo punto donde comenzó la operación, conserva piezas originales como una lancha de desembarco, un bombardero B-26 y un vehículo anfibio DUKW, mientras que el monumento a Andrew Jackson Higgins, el ingeniero que diseñó las lanchas que hicieron posible el desembarco, permite comprender todo lo que sucedió ese marcado día de junio de 1944.
Se pueden seguir los pasos del desembarco en Arromanches, donde los restos del puerto artificial Mulberry emergen como testigos silenciosos de una hazaña logística sin precedentes. En su museo frente al mar, se puede ver cómo en apenas ocho días, se construyó esta maravilla para sostener el avance aliado, la conocida como Operación Overlord. En el Jardín de los Desaparecidos, se encuentran grabados los nombres de 1.557 soldados estadounidenses que murieron y desaparecieron durante la Batalla de Normandía en 1944 y cuyos restos nunca fueron localizados o identificados.
En Omaha Beach, escenario de una de las batallas más cruentas del Día D, la arena conduce hasta el Cementerio Americano de Normandía, donde más de 9.000 cruces blancas y estrellas de David rinden homenaje a los caídos. Por último, Pointe du Hoc, un acantilado fortificado que los rangers escalaron bajo fuego enemigo, nos habla de coraje extremo. Un monolito honra a quienes conquistaron este punto clave.

Quinta parada: magia en el monte Saint-Michel
¿Una isla mágica coronada por una abadía que desafía la gravedad? Sí, ese es el monte Saint-Michel y su bahía, uno de los lugares más impresionantes de Francia. Durante siglos ha sido el principal destino de peregrinación de Europa, y ahora es una isla sagrada Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Sexta parada: la costa de granito rosa
El paisaje de la costa de granito rosa, donde el viento y el mar han esculpido un paisaje único salpicado de formaciones rocosas que parecen salidas de un sueño, es una maravilla. En este lugar se pueden explorar los calvarios bretones, esculturas de piedra que narran la Pasión de Cristo con una fuerza visual conmovedora. Los de Saint-Thégonnec y Guimiliau, cerca de Morlaix, destacan por su detalle y simbolismo, integrados en conjuntos parroquiales que combinan arte, fe y tradición.

Séptima parada: visita a las principales ciudades de la Bretaña francesa
Quimper, ciudad de arte e historia, así como capital de la Cornualles francesa, está situada en la confluencia de los ríos Steir y Odet. Es un lugar lleno de encanto, con numerosos puentes que cruzan los románticos cursos de agua. El carácter medieval del centro histórico realza aún más la belleza del lugar. La antigua Quimper cuenta con callejuelas medievales y plazuelas tranquilas. Las antiguas viviendas, con pisos en voladizo o entramado de madera, están magníficamente conservadas. En el corazón de la ciudad, en la plaza principal, se encuentra una de las catedrales góticas más antiguas de Bretaña: la catedral de Saint-Corentin, construida en el siglo XIII.
También es célebre la mayólica de Quimper, una tradición artesanal ampliamente inspirada en la cultura popular bretona que ha hecho de la cerámica una especialidad local desde el siglo XVII. El Museo de Mayólica ilustra su historia y exhibe numerosas piezas de colección.
Continuamos hacia Vannes, ciudadela medieval situada en el golfo de Morbihan, que en el pasado fue residencia de los duques de Bretaña. El casco antiguo ha conservado su riqueza arquitectónica: bellas murallas del siglo XIII, antiguos barrios pintorescos decorados con numerosas casas con entramado de madera, adorables lavaderos del siglo XIX que rodean las murallas, y por supuesto, la catedral de Saint-Pierre.
Después, se debe visitar Carnac, ciudad símbolo de la prehistoria. Situada a resguardo de la bahía de Quiberon, Carnac es mundialmente famosa por sus alineaciones de menhires: nada menos que 2.792 menhires alineados, algunos de más de tres metros de altura.

Octava parada: Le Havre, Patrimonio de la Humanidad
Le Havre es una ciudad portuaria reconstruida con audacia tras la guerra y hoy reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Su arquitectura moderna, fruto de la resiliencia, contrasta con el legado histórico de Normandía. Es perfecta para terminar cualquier viaje.
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