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Blogs / El Viajero
El blog de viajes
Por Paco Nadal

Un día en Tubinga, la ciudad más joven de Alemania con una de sus universidades más antiguas

El espíritu universitario lo impregna todo en esta localidad alemana en la que vivió encerrado el gran poeta Friedrich Hölderlin. Además, conserva uno de los cascos históricos más auténticos y genuinos del país: una sucesión de rincones encantadores, pequeñas plazas y cafés

Tubinga Alemania
Un paseo en barca por el río Neckar, en Tubinga (Alemania).Paco Nadal
Paco Nadal

Friedrich Hölderlin (1770–1843) es poco conocido en España. Pero en Alemania se le venera como a una leyenda, uno de los grandes poetas del Romanticismo cuya obra tuvo gran influjo en la estética romántica de las letras europeas. Y eso a pesar de que —o, quizá, debido a— Hölderlin padecía esquizofrenia aguda, la psiquiatría lo etiquetó como enfermo incurable y pasó 37 de sus 73 años de vida recluido voluntariamente en una torre de la ciudad de Tübingen (Tubinga, en español), desde cuya ventana veía el paisaje que le sirvió de inspiración para muchos de sus versos, entre ellos los 49 recogidos en el libro Poemas de la locura.

La torre aún existe. De hecho, se la conoce como la torre Hölderlin y su color amarillo albero armoniza con el del resto de fachadas de colores pastel que forman la postal más conocida y fotografiada de esta ciudad del Estado alemán de Baden-Wurtemberg, al sur del país. Incluso se puede disfrutar de una vista muy parecida, y desde la misma ventana, a la que contemplaba el poeta día a día, porque la torre es hoy un museo abierto al público, con una exposición permanente dedicada a Hölderlin en la parte superior y otra temporal, abajo. Enfrente se sigue viendo el Platanenallee, un paseo de plátanos bicentenarios (se calcula que germinaron entre 1822 y 1824) en una isla fluvial. Y abajo, el río Neckar, fluyendo con mansedumbre hacia su encuentro con el Rin. Seguro que el poeta veía pasar también percheando a los barqueros de las stocherkahn, las barcazas tradicionales usadas desde el medievo en estos ríos alemanes para transportar mercancías. Siguen pasando ahora, solo que hoy cargadas de turistas.

Además de por el poeta, Tubinga es famosa en Alemania por su Universidad, una de las más antiguas del país (se remonta a 1477). De hecho, se dice que más que ciudad con Universidad es una Universidad con ciudad, porque el espíritu universitario lo impregna todo. Si sumamos sus más de 22.000 estudiantes y una cantidad cercana entre personal docente, investigadores de todo el mundo y trabajadores, vemos que la mitad de sus 93.000 habitantes están relacionados con ella. La lista de alumnos ilustres que pasaron por sus aulas es interminable: el filósofo, poeta e historiador Friedrich Schiller; el dramaturgo y naturalista Wolfgang von Goethe; Georg Philipp Friedrich von Hardenberg, que firmaba como Novalis, otro de los padres del Romanticismo alemán; Friedrich Hegel, el gran filósofo del Idealismo; o Johannes Kepler, el matemático que revolucionó la astronomía.

'Parking' de bicis frente a la estación de Tubinga.
'Parking' de bicis frente a la estación de Tubinga.Pande Putu (Alamy / CORDON PRESS)

Dicen que Tubinga es la ciudad con la media de edad más baja de Alemania, algo que se percibe nada más entrar a un bar: si eres de la quinta que estudió la EGB, te sientes el abuelo de todos los presentes.

La visita empieza siempre en el puente sobre el río Neckar que da acceso a la ciudad antigua, desde el que se ve esa imagen idílica de fachadas ya mencionada, incluida la torre Hölderlin. A partir de este punto salta la gran sorpresa y la razón por la que la visita a Tubinga es tan recomendable. Gracias a que no fue destruida en la II Guerra Mundial, conserva uno de los cascos históricos más auténticos y genuinos de Alemania. Grandes edificios de entramado de madera escoltan el paseo por sus estrechas callejuelas, casas con varios cientos de años de historia donde vivían los comerciantes adinerados y los profesores y rectores universitarios. Toda la ciudad alta es un muestrario de este tipo de viviendas de varias alturas con la estructura de madera que las sustentan a la vista. Con el valor añadido de que son originales, y no reconstruidas como sucede en muchas otras ciudades alemanas que fueron arrasadas por los bombardeos al final de la segunda gran guerra.

El paseo confluye siempre en la Marktplatz (la plaza del Mercado), el corazón de Tubinga, rodeada de altos edificios señoriales de los siglos XV y XVI sin que uno solo desentone o rompa el embrujo. De todos, destaca el Ayuntamiento, construido en 1435, originalmente con tres plantas y ampliado en 1508 con una cuarta. Su fachada cuajada de frescos impresiona. El reloj astronómico que la corona marca el curso de las estrellas y de las fases de la luna y sigue en funcionamiento, aunque lleva ahí arriba desde 1511. La plaza sigue acogiendo el mercado todos los lunes, miércoles y viernes, que es el día principal.

Detalle del reloj astronómico, de principios del siglo XVI, en la fachada del Ayuntamiento de la ciudad alemana.
Detalle del reloj astronómico, de principios del siglo XVI, en la fachada del Ayuntamiento de la ciudad alemana.Stocksmart / Alamy / CORDON PRESS

Todo el casco histórico de Tubinga es una sucesión de rincones encantadores por los que perderse, calles estrechas y empinadas, pequeñas plazas, cafés, restaurantes y tiendas de productos ecológicos. Una de las zonas más genuinas es la antigua judería, en torno a Judengasse y Ammergasse, el tramo que salva con pequeños puentes el canal del mismo nombre, con antiguas casas de la comunidad judía (expulsada en 1477) que aún conservan en su interior cisternas o fuentes.

Un día de mercado en la Marktplatz de Tubinga.
Un día de mercado en la Marktplatz de Tubinga.mauritius images / Alamy / CORDON PRESS

La vida diaria transcurre en esta Tubinga universitaria, medieval y renacentista sin ninguna impostura, es una ciudad abierta, animada, cosmopolita y auténtica, con una marcada conciencia ecológica.

Si sigues siempre en ascenso por las calles en cuesta de la ciudad alta desembocarás en el Schloss Hohentübingen, el castillo de los condes de Tubinga, cuyos orígenes se remontan al siglo XI, aunque lo que ahora vemos es en su mayoría del siglo XVI. Se accede por un precioso y elaborado arco renacentista construido en torno a 1606 y con el escudo del ducado de Wurtemberg. El castillo acoge ahora instalaciones de la Universidad de Tubinga, incluido el museo de las Culturas Antiguas, cuyas piezas más valiosas son unas pequeñas esculturas de marfil de mamut halladas en las cuevas del Jura de Suabia, a uno 50 kilómetros de la ciudad, consideradas las tallas de arte rupestre de la Edad de Hielo más antiguas del mundo: tienen la friolera (y nunca mejor dicho) de 40.000 años.

La puerta renacentista del castillo de Tubinga.
La puerta renacentista del castillo de Tubinga.Paco Nadal

De vuelta al centro, merece la pena entrar a la iglesia colegiata de San Jorge, levantada entre 1470 y 1493 —coincidiendo con la creación de la Universidad— en estilo gótico tardío. Es uno de los edificios señeros de la ciudad y su imponente torre, de 56 metros de altura, destaca sobre el abigarrado urbanismo de casas medievales. Junto al altar puede verse un tríptico de Hans Schäufelein, alumno de Durero. Y en el coro, las 14 tumbas esculpidas donde fueron enterrados a mediados del siglo XVI miembros de la dinastía Wurtemberg.

Luego hay que hacer un alto en cualquiera de los restaurantes de la zona para probar la especialidad culinaria de Tubinga: las lentejas con pasta fresca y salchicha (Linsen mit Spätzle und Saitenwürstchen). El plato puede parecer un exceso, pero después de una larga mañana haciendo turismo, confieso que resucita a un muerto. Frente al Ayuntamiento, en la misma plaza del Mercado, está Ranitzky, un café de visita obligada donde sirven desayunos, aperitivos, almuerzos y pasteles y tartas.

No hay mejor manera de terminar una visita a esta ciudad-universidad que al atardecer contratar un paseo en una barca tradicional por el Neckar, para ver Tubinga desde otro punto de vista. Cuenta mi barquero que este tipo de embarcaciones para mover mercancías quedaron en desuso hace muchas décadas y que prácticamente habían desaparecido. Pero que en 1920 unos estudiantes encontraron una medio abandonada y la repararon para divertirse. Lo que empezó casi como una gamberrada estudiantil terminó por popularizarse y en 1958 ya se hizo una regata con ocho embarcaciones con estudiantes a cargo de los remos. En la década de los ochenta empezaron a usarse para pasear turistas. Hay cinco embarcaderos, pero solo dos de ellos son públicos. El principal y más próximo al centro medieval está al pie de la torre Hölderlin, con lo que este recorrido de 24 horas por la ciudad más joven de Alemania con una de sus universidades más viejas acabaría donde empezó: junto al lugar de retiro de un poeta singular cuya locura no le impidió renovar las letras alemanas.

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