Enrique Alex, ‘influencer’: “En Okinawa la gente es demasiado relajada para los criterios japoneses, es un lugar más polinesio”
El creador de contenido de viajes, que acumula más de medio millón de suscriptores en YouTube, acaba de aterrizar después de un viaje por la isla pacífica, Tsuyama. y Ozu, en Japón, y ya planea su próximo destino: La base científica española en la Antártida.
Hace ya seis años que Enrique Alex (Madrid, 36 años) dejó su empresa de diseño, su casa en su Madrid natal, y se embarcó en una aventura de tres años recorriendo el mundo con su cámara de una mano, y su chico, Miguel, de la otra. Esta aventura le cambió la vida, como cualquiera de sus viajes. Acaba de aterrizar de su sexto viaje a Japón, donde buscaba una nueva visión de la cultura del país pacífico. Y la ha encontrado. Ya planea su próximo viaje a la base científica española en la Antártida. Él mismo asegura que sigue teniendo la misma ilusión por viajar: “Empiezo a pensar en un viaje yo solo y de repente no duermo de la emoción, como si fuese aún un niño”.
Son pocos los que no relacionan la propia voz del influencer con vídeos de viajes u experiencias. Su canal de YouTube es el más grande de viajes de España, donde atesora más de medio millón de suscriptores deseosos de ver su contenido por el mundo. Pero mostrar paisajes en rincones desconocidos del mundo no es su principal objetivo. Sus vídeos de viajes no son solo de viajes. En ellos, difunde su propio estilo de vida, además de valores de sostenibilidad e inclusión, a la par que vende camisetas con su nueva marca de ropa antimanchas.
Enrique nos recibe en su casa del barrio madrileño de Malasaña, en la que vive junto a su novio y su perro, Tofu, ―que también tiene un papel protagonista en las redes del creador de contenido―. Hace pocos días que llegó de Tsuyama, Ozu y Okinawa; en Japón.
Pregunta. ¿Por qué te decantaste por esta prefectura japonesa?
Respuesta: Japón es como un destino fetiche para mí. La cultura japonesa es como muy homogénea, pero Okinawa es un lugar más polinesio. La gente es como demasiado relajada para los criterios japoneses. Una cultura polinesia que, por desgracia, se está perdiendo. Sobre todo, desde la Segunda Guerra Mundial, cuando se convirtió en un protectorado estadounidense. El mejor ejemplo de ello que Okinawa era el lugar del mundo donde la gente era más longeva. No fue muy agradable ver cómo occidente ha calado, y desvirtualizado las costumbres y demás. Se nota muchísimo.
P: ¿Y la recomienda?
R: Por supuesto, sí. Lo que más me ha llegado a sorprender, sin duda, es su estética. No es solo un tema de que las cosas sean bonitas, que también, sino el cuidado por su gastronomía o por su arquitectura. Es un concepto sagrado del budismo que me encanta. Se llama Ensō y permea toda la cultura japonesa. Significa cuidar todo lo que compartimos. No es que un plato de noddles sea bonito, sino ponerle cuidado a las cosas.
P: Hablemos de los locales. ¿Se muestran hospitalarios con los extranjeros?
R: Me sorprendió su forma de vida. Están mucho más conectados con la cultura polinésica que con la japonesa. La gente está mucho más relajada. Sin embargo, mantienen una actitud distante con el viajero como en el resto de Japón. Aun así, guardan un respeto especial con los visitantes. De hecho, la isla me llamaba mucho la atención por esto mismo. Es como el anti Japón. Esto para también en España, en Canarias. La gente está más relajada, y más tranquila, solo por el hecho de vivir en una isla en medio del mar.
P: ¿Qué hay qué hacer sí o sí?
R: En Okinawa puedes perderte en las playas vírgenes de la isla, o conocer su enorme cultura. En un buen sitio para hacer esnórquel, o para bucear entre corales. Pero conocer más en profundidad la forma de vida de los locales es muy interesante. Okinawa es conocida en Japón por ser la casa de múltiples artes marciales. Estuvimos con un maestro de karate que nos estuvo enseñando a deshacernos de nuestra concepción de defensa como violencia. Es un ejercicio de concentración, de meditación y de paz interior.
P: ¿De qué podemos prescindir?
R: Escaparía a descubrir en profundidad las islas escondidas, y dejaría a un lado la capital, Naha. Es donde más se nota la influencia estadounidense, y donde se alzan la mayor parte de sus bases militares. No pasaría más de dos días en la ciudad. El destino brilla más donde se mantiene esa esencia polinésica y única en el mundo.
P: ¿Es un descubrimiento positivo o negativo?
R: Totalmente positivo. Es un lugar único. Es ver cómo la cultura japonesa se ha adaptado a dos tipos de geografía y de ecosistema distintos, manteniendo siempre su base y unión.
P: ¿Qué hay de comer en el archipiélago?
R: Pues nos sorprendieron los mercados y puestos que se montan en las calles. Tienen un producto muy popular: los donuts de Okinawa. Hay que probarlos sí o sí. Pero más nos asombró la importancia de las algas en las cocinas de las islas. Tienen muchísimos tipos. Hay unas algas en concreto que son como perlas y que explotan en el paladar con un sabor muy a mar. Allí se venden en todas partes. Y para los veganos, algo que también nos llamó mucho la atención fue el tofu de Okinawa. Se sirve con leche de soja y vinagre. Es un tofu muy sedoso.
P: ¿Y dónde se puede probar?
R: Estos platos los descubrimos en los restaurantes de las islas más pequeñas. Donde la influencia estadounidense casi ni se nota.
P: Su altura fue un impedimento.
R: Sí, Japón no es un país para altos. La ducha me quedaba por los hombros. En la cama se me salían los pies. Pero bueno, también tiene su encanto.
En corto
- ¿De dónde acaba de volver? De Tsuyama, Ozu y Okinawa; en Japón.
- Algo que no falte en su maleta. Un rastreador de maletas. Sirven mucho si te la pierden, para hacer reclamaciones.
- ¿Qué recuerda de las vacaciones de su niñez? Las pirámides de Egipto. Recuerdo que fui con mi madre cuando era un niño y estuve años obsesionado con la civilización egipcia. Me explotó la cabeza de pequeño y despertó esta semilla de viajar.
- ¿Destino favorito? Japón, México, y Nueva Zelanda.
- ¿Y el que menos? Estados Unidos.
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