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Necroturismo: por qué visitar un cementerio más allá del Día de Todos los Santos

Cada vez son más los camposantos españoles que abren sus puertas al turismo con rutas guiadas y otras actividades para que la gente descubra el patrimonio material e inmaterial que esconden

Necroturismo

Un cementerio se suele ver desde fuera. Algo que no hacen a quienes en francés se conoce como taphophiles, aquellas personas que tienen un gran interés en los camposantos y a las que es fácil etiquetar de “raras” o “siniestras”. El necroturismo, el turismo de cementerios, suena a raro y nuevo. Sin embargo, no es ninguna de las dos cosas. Las tumbas siempre han inspirado un viaje. ¿Acaso los jóvenes viajeros del Grand Tour no visitaban tumbas? ¿Qué buscaban los arqueólogos europeos en Egipto, en la península de Anatolia, en Perú? El Camino de Santiago es una ruta en la que hay que andar, al menos, cien kilómetros para ver la tumba del apóstol que da nombre al recorrido y la catedral en la que se encuentran las supuestas reliquias de dicho apóstol y que hace de meta. Necroturismo de manual y activo.

Para poner en valor los cementerios y su conservación, desde la primera década de los 2000 las Administraciones Públicas, en colaboración con diferentes asociaciones culturales y los propios cementerios, han introducido en los camposantos rutas culturales y visitas guiadas. Acción que ha derivado en la Ruta de Cementerios Singulares de España, que forma parte de la Ruta Europea de Cementerios. Son más de veinte los que hay en España: San Amaro en A Coruña, San Froilán en Lugo, el municipal de La Carriona en Avilés, el de Ciriego en Santander, el municipal de Bilbao, el de Polloe en San Sebastián, La Almudena en Madrid, los de Poblenou y Montjuïc en Barcelona, el de Reus, el General de Valencia, San Antonio Abad en Alcoi, Nuestra Señora de la Salud en Córdoba...

Ir a ver la tumba de un personaje ilustre es algo que hace mucha gente. Tumbas que suelen estar marcadas en el plano del cementerio en cuestión. En ocasiones es fácil localizarlas por la cantidad de ofrendas que las decoran o por el diseño de las mismas. La tumba de Miguel Hernández, en el Cementerio Municipal Nuestra Señora del Remedio de Alicante, se aparece antes de que uno recurra a Google Maps para encontrarla. Otras se encuentran sin buscarlas, como la del domador del Circo Mundial “Junior” en el cementerio de la Almudena: una tumba escultórica compuesta por una figura del propio domador entre dos caballos con sus patas delanteras levantadas.

Vanesa Montesinos Muñoz, guía turística del cementerio de la Almudena, cuenta que en sus grupos hay un poco de todo, incluso niños y adolescentes, pero lo que más abunda es personas de mediana edad y, en su mayoría, interesadas en las historias sobre los personajes más o menos conocidos que hay aquí enterrados. Información que todos los guías brindan en sus recorridos, además de contar diferentes prácticas funerarias, la simbología asociada con la muerte y las tradiciones del duelo.

Al visitar un cementerio es posible que se deje de ver únicamente como un lugar de enterramiento y se tome conciencia del espacio espiritual, cultural y social que realmente es. Los hay a las afueras del núcleo urbano, como el de Palamós; en el mismo centro de la ciudad, como el de Noia; los hay que cambian de paisaje en función de la marea, como el de Barros; también liliputienses, como el que hay en Bausen, en el Valle de Arán, en el que solo está enterrada Teresa Estampa. Los hay también para animales de compañía, como el que hay en Arganda del Rey o en Málaga.

A veces, visitarlos se puede comparar con la visita a un museo. ¿Por qué el cementerio Municipal San Antonio Abad de Alcoi es una joya arquitectónica, como lo son también el de Reus, Poblenou y Comillas? El de Alcoi data de 1885, y despliega impresionantes panteones exentos y eclécticos de corte modernista, nouveau, secesión, art déco y racionalistas. Aquí descansan los protagonistas de la Revolución Industrial de la zona; las familias ilustres que hicieron fortuna y las familias trabajadoras que cargaron a sus espaldas todo el trabajo. Y hay un espacio diferenciado del resto para los clérigos y las religiosas y una parcela para los militares. Además, sus galerías subterráneas son un ejemplo único en España.

¿Y por qué hay cementerios británicos en España? Por diferentes razones, en España estuvieron de paso ingleses cuyos cuerpos no se enterraban de una manera digna por ser protestantes y no católicos. Arrojarlos al mar y dejarlos a merced del oleaje y las inclemencias del tiempo era una práctica habitual hasta que un poco antes de mediados del siglo XIX se permitió la construcción de cementerios británicos. Se localizan en lugares de la geografía española en la que la presencia británica fue más importante por su significado que por su cantidad. En la localidad costera cántabra de Cueto se encuentra el Panteón Inglés, mandado construir por el telegrafista y autor teatral José Jackson Veyán en memoria de su amigo William Rowland, quien murió mientras montaba a caballo. En el monte Urgull de San Sebastián hay un cementerio inglés en el que descansan los soldados de la Legión Auxiliar Británica que murieron durante la Primera Guerra Carlista, defendiendo el régimen liberal de la reina Isabel II. En Camariñas, en la gallega Costa da Morte, hay un cementerio en el que descansan los ingleses que iban a bordo del acorazado Serpent y naufragaron; en otro en Huelva están enterrados muchos de los trabajadores de las minas de Riotinto y en Málaga está el Cementerio Inglés qué más apuesta por el necroturismo (lo que se puede comprobar en su página web).

Aunque no fueron concebidos ni para la contemplación de la belleza ni para el conocimiento simbólico y literal que atesoran, dentro de sus muros hay patrimonio material e inmaterial. El primero, en forma de obras arquitectónicas y artísticas materializadas en esculturas y grabados en lápidas, panteones y mausoleos. El segundo, en forma de un archivo antropológico que nos cuenta y muestra cómo nos hemos ido relacionando con la muerte. Si los cementerios han cambiado es porque la sociedad lo ha hecho. Aunque para mucha gente siguen desempeñando un rol vinculado con la muerte y el descanso, hay quienes han comenzado a mirar estos espacios con otros ojos. Detrás de esa mirada alternativa hay una motivación cultural y turística. Algo que conoce bien la mencionada guía Vanesa Montesinos. Durante una visita guiada y gratuita sobre mujeres enterradas en la Almudena, preguntada sobre la imagen que cree que tiene la gente de los cementerios basándose en su experiencia, respondió que por lo general no atraen al público porque enseguida se asocia con lo obvio: la muerte. No se piensa que son lugares llenos de arte en sus esculturas, mausoleos o panteones; o de literatura según las frases de las lápidas.

María Bolado Garmilla, directora del cementerio santanderino de Ciriego, tiene muy claro que las primeras personas interesadas en visitar un cementerio son las que lo frecuentan habitualmente. Ella y Patricia Gómez Camus, la persona responsable de las visitas guiadas en este lugar, no se olvidan de que a la primera que organizaron en 2008 vinieron una madre y su hija. ¿A la gente que va, qué les interesa? “Las anécdotas relacionadas con determinados personajes, las biografías de figuras locales que desconocían y la iconografía funeraria”, responde Gómez. Es posible que esa curiosidad también se la despierte lo que ambas organizan para que los muros de Ciriego no sean una barrera para la gente a la hora de descubrir este lugar: las mencionadas visitas guiadas, que pueden ser diurnas y nocturnas. Hay tres: Ruta Monumental, Escultórica y de la Memoria, así como un acto denominado “Postales desde el umbral”, un certamen fotográfico y conciertos.

Este tipo de actividades son cada vez más frecuentes. El cementerio Sacramental de San Isidro es pionero en Madrid en la realización de visitas guiadas especializadas. Algo que empezaron a hacer en 2011 para difundir el patrimonio cultural, artístico y natural que custodia. Están divididas en cuatro rutas: Sur, Norte, Este y Oeste. Ese mismo año, el Ayuntamiento de Zaragoza, en colaboración con Gozarte, apostó por el necroturismo al integrar al cementerio de Torrero en su programa de promoción turística. Para ello, Gozarte diseñó una ruta artística y una ruta de la memoria, dentro de una campaña que se denominó “Zaragoza con otros ojos”. Ha pasado el tiempo y a esas rutas se han sumado otras teatralizadas y recitales de jota en homenaje a los fallecidos. Hoy Gozarte oferta rutas de temáticas diversas, como la de Fusilados en las tapias del cementerio y Una noche en el cementerio.

Las visitas guiadas especializadas del Cementerio Sacramental de San Justo, del de San Lorenzo y del Cementerio Británico de Madrid las organiza FunerArte. Una asociación cultural que nace con la idea de enseñar y dar a conocer el patrimonio funerario de la comunidad a través de diferentes actividades que acerquen este tipo de arte al público. Servicios Funerarios de Madrid, la empresa municipal que gestiona el cementerio de la Almudena, entre otros, promueve durante todo el año diferentes líneas de actuación cultural. Su programa de actividades incluye visitas guiadas de varias temáticas: General, de Personajes Ilustres, de Mujeres Singulares y una de Escenarios de Cine. Con el buen tiempo se hacen visitas nocturnas teatralizadas. También se celebran eventos musicales, como el Concierto del Silencio, recitales de piano y violín a la luz de las velas y charlas de apoyo al duelo. El de Montjuïc, en Barcelona, organiza una ruta diurna que se concentra entre 1883 y 1936, los años de la modernidad en la ciudad, y que se desdobla en una ruta artística y otra histórica.

El necroturismo es otra manera de aprender, de entender el pasado cultural y hacer turismo mientras se normaliza la idea de la muerte y uno interioriza lo que los neandertales ya barruntaban, que estamos de paso. Nuestra transitoriedad, nuestra insignificancia, se suma a otra doble lección: que los muertos conforman y condicionan nuestra vida y que nuestra muerte conformará y condicionará la vida de unos pocos.

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