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Turismo frenético: cuando necesitamos unas vacaciones de las vacaciones

Viajar debería ser una forma de desconexión, pero cada vez más personas sienten, cuando acaban sus permisos laborales, que descansar es precisamente lo que menos han hecho. La agenda llena, los horarios ajustados, la necesidad de exprimir al máximo el tiempo y las redes sociales están detrás de este fenómeno

Turismo
En el fenómeno turismo frenético, el adjetivo es muy apropiado, ya que viene del griego 'phrenetikos' y significa “furioso, rabioso”. En la imagen, un grupo guiado en el Coliseo de Roma.ZUMA Press / Alamy / CORDON PRESS

Tamara Falcó e Íñigo Onieva se van de vacaciones a París tras su luna de miel”, titulaba el verano pasado una conocida revista del corazón española. Tras haber pasado un mes en África, la marquesa de Griñón declaró a un paparazi: “Una cosa es la luna de miel y otra, las vacaciones”. Su comentario, probablemente, no estaba destinado a sentar cátedra ni a plantear ninguna reflexión colectiva o debate público en torno a cómo afrontamos el descanso en el siglo XXI. No obstante, sí que consiguió resumir un sentimiento compartido por una buena parte de la población. Aunque la vida de la mayoría no se parezca demasiado a la de la hija de Isabel Preysler, seguramente muchas personas no habrán podido evitar esbozar una sonrisa irónica y comprensiva al leer sus declaraciones.

Eva de Zaragoza, por ejemplo, realizó hace solo unos días un viaje a Roma para celebrar su aniversario de bodas. “Entiendo perfectamente que alguien que se lo pueda permitir se tome unas vacaciones de las vacaciones”, dice, un poco de broma y un poco en serio. “De Roma volví cansadísima. Teníamos varias visitas programadas y tuvimos que correr para no perdernos alguna de ellas. Además, como íbamos pocos días, he acabado confundiendo los sitios. No puedo ni pensar en cómo se debe sentir la gente que viene de lejos y recorre toda Europa en un par de semanas”.

A esta forma de viajar con la agenda llena, los horarios ajustados y el estrés por las nubes se la ha bautizado como turismo frenético. Un adjetivo muy apropiado, ya que viene del griego phrenetikos y significa “furioso, rabioso”. “El turismo frenético no es algo exclusivo de nuestra época”, afirma Pablo Díaz, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y experto en turismo. “A lo largo de la historia, allá donde hubiera un turista con mucha necesidad de no parar y de aprovechar al máximo el tiempo de su viaje, podría decirse que había turismo frenético”.

Pero a pesar de que puntualmente ha podido darse en tiempos más remotos, según el experto, los orígenes de esta forma de viajar se podrían establecer en la segunda mitad del siglo XX, cuando las mejoras en el transporte, las ofertas turísticas más asequibles y la creación de los paquetes turísticos permitieron que se desarrollara un turismo ultraplanificado; el de bajarse del autobús, hacerse la foto y continuar, de vivir la experiencia de forma rápida y empaquetada para que las vacaciones, que en algunas culturas son muy cortas, se aprovecharan al máximo. No es casualidad, por tanto, que Gila incluyera a finales de los setenta en uno de sus monólogos la siguiente escena: “El verano pasado hice un tour por Europa. Recorrimos en 11 días 19 países. ¡Deprisa, eh! A toda pastilla. ‘¡Vamos, vamos, vamos!’. ‘¡Que me hago pipí!’. ‘¡En Holanda, señora!’”.

En los últimos tiempos, además, este tipo de turismo ha experimentado un auge todavía mayor debido al influjo de las redes sociales. Comunicar a los demás que estamos disfrutando (supuestamente), que estamos viajando, y que tenemos el poder adquisitivo para hacerlo, nos impulsa todavía más a hacerlo. Buscando la inyección de endorfinas que se dispara en nuestro cerebro con cada Me gusta. “Siempre ha habido cierto ánimo exhibicionista en el turismo y los viajes”, afirma Díaz. “Los álbumes de fotos de hace unos años ya tenían ese propósito. Sin embargo, actualmente la tecnología y las redes sociales han multiplicado este efecto, generando una especie de competencia para ver quién es el que hace el mejor viaje. Algo que provoca todavía más necesidad de viajar y de hacer más actividades durante el viaje”.

En los últimos tiempos, este tipo de turismo ha experimentado un auge todavía mayor debido al influjo de las redes sociales. En la imagen, un chico con una clásica postura de selfi en Times Square, en Manhattan.
En los últimos tiempos, este tipo de turismo ha experimentado un auge todavía mayor debido al influjo de las redes sociales. En la imagen, un chico con una clásica postura de selfi en Times Square, en Manhattan.Alexander Spatari (GETTY IMAGES)

“He tenido la sensación de estar perdiéndome muchas cosas”, continúa relatando Eva. “Por las prisas y por la cantidad de gente. En los Museos Vaticanos casi no te podías parar a mirar porque íbamos como borregos y si te parabas te perdías de tu grupo. Había colas por todas partes, especialmente en restaurantes recomendados en Instagram o en TikTok. Eso por no hablar de los precios desproporcionados de hoteles, transportes, etcétera”.

Cuando vacaciones no es igual a descansar, sino todo lo contrario

“Hoy en día, gracias a la tecnología, Google Maps, las reseñas, las redes sociales, etcétera, es muy fácil planificar un viaje hasta el mínimo detalle”, sostiene Ainhoa de Barcelona. “Antes nos guiábamos por lo que nos habían contado, preguntábamos a dónde ir una vez que llegábamos al destino, pero ahora lo llevamos todo preparado: qué vamos a ver, dónde comeremos, dónde cenaremos… Ya no podemos hacer algunas de las cosas asociadas a las vacaciones, como por ejemplo no poner el despertador, porque ¡llegaremos tarde!”.

“¿Qué significa estar de vacaciones?”, plantea Sylvie Pérez, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. “Creo que es necesario tener claro que estar de vacaciones y hacer turismo son conceptos diferentes. Hoy en día, no desconectamos porque, en general, queremos tenerlo todo controlado. Con las vacaciones no hacemos una excepción, pero, paradójicamente, cuando más las planificamos, más estrés nos generan”.

“Cuando más las planificamos, más estrés nos generan las vacaciones”, asegura Sylvie Pérez, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. En la imagen, una pareja cansada frente al Coliseo de Roma.
“Cuando más las planificamos, más estrés nos generan las vacaciones”, asegura Sylvie Pérez, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. En la imagen, una pareja cansada frente al Coliseo de Roma.Mark Waugh (Alamy / CORDON PRESS)

La profesora relaciona esta tendencia con nuestra dificultad creciente para disfrutar de los procesos. “Lo importante solamente es el producto final, lo que se consigue. No es tan importante el viaje a París, sino lo que he conseguido de ir allí: qué he podido comer, qué he podido ver o qué he podido poseer. Es imprescindible también demostrarlo a través de una foto o un vídeo subido en redes sociales, porque sentimos que si nadie ve lo que hacemos es como que no existe, o existe menos. Y si no es merecedor de un like, tampoco”.

Un fenómeno que se retroalimenta

“Una cosa que me ha llamado la atención en los últimos viajes que he hecho fuera de España es la cantidad de restaurantes que te animan a hacer una reseña en Google o en TripAdvisor”, cuenta Marc de Barcelona. “Reconozco que al principio lo hacía, las propias páginas te animaban mucho, dándote premios y reconocimientos virtuales (nunca realmente nada de valor), pero en un momento dado me pareció como si me estuvieran poniendo deberes y he dejado de hacerlo”.

Si algo nos enseñó la pandemia fue la rapidez de adaptación de un sector, el turístico, para ajustarse a los cambios. El auge del turismo frenético no ha pasado desapercibido a los grandes y pequeños operadores y hosteleros que han ido adaptando sus ofertas a esta forma de viajar. Los cambios han ido produciéndose poco a poco y hoy multitud de empresas ofrecen productos turísticos en los que incluyen excursiones que giran alrededor de “hacerse la foto” para poderla compartir. “Suelen ser lugares ideales o creados expresamente para la photo opportunity”, explica Díaz. “El fenómeno también se manifiesta cuando en un determinado destino se nos anima a dejar una reseña en webs de viajes como TripAdvisor o en redes sociales. Estas menciones pueden suponer un gran impulso para las empresas y los destinos turísticos, que intentan por todos los medios que las personas que los visitan difundan su experiencia para así atraer a más turistas”.

Multitud de empresas ofrecen hoy productos turísticos en los que incluyen excursiones que giran alrededor de “hacerse la foto” para poderla compartir en redes. En la imagen, dos turistas en el Mae Klong Railway Market.
Multitud de empresas ofrecen hoy productos turísticos en los que incluyen excursiones que giran alrededor de “hacerse la foto” para poderla compartir en redes. En la imagen, dos turistas en el Mae Klong Railway Market. David Hare (Alamy / CORDON PRESS)

El especialista también señala cómo, en ocasiones, se da la paradoja de que la viralización de algunos de estos lugares de forma muy rápida provoca que la afluencia de turistas sature el destino o el establecimiento, arruinando la propia experiencia de la visita.

Otro turismo es posible

Según cuenta el profesor Díaz, como reacción a este tipo de turismo también han surgido ofertas centradas en propiciar una desconexión real, un auténtico descanso. Lo que ocurre es que, en su mayoría, estas propuestas turísticas todavía están dirigidas a personas de alto nivel adquisitivo. “Retiros de yoga aislados, de conexión con la naturaleza, de desconexión digital… Hay otro turismo, aunque no está al alcance de todo el mundo”.

No obstante, según la profesora Pérez, no hace falta ir a uno de estos establecimientos de lujo para descansar durante nuestras vacaciones. “Lo que tendríamos que hacer durante nuestros días de descanso es levantarnos y decidir si nos apetece hacer algo ese día y, en caso afirmativo, decidir en ese momento qué nos gustaría ver o qué actividad hacer”, apunta. “Hemos llegado a un punto en el que, si optamos por el descanso, nos sentimos mal, y si nosotros no tenemos este sentimiento, nos lo provocan los demás con preguntas como: ‘¿Y dices que no has hecho nada estas vacaciones?’. Cuando quizá nuestra idea de vacaciones ideales es quedarnos en casa leyendo un libro. Deberíamos intentar ser conscientes de estos fenómenos que nos impulsan a tener que dejar constancia de que existimos, de que estamos haciendo cosas en tanto que tienen valor para los demás. Olvidarnos un poco de eso y poder disfrutar de los momentos por sí mismos con nosotros mismos”.

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