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Ferrara, de palacio en palacio

Villa Melchiorri, el Castillo de los Este, el Palazzo dei Diamanti o el de Massari, el Museo Schifanoia, la Casa Romei... esta ciudad de la región italiana de Emilia-Romaña merece una visita sin prisas

Ferrara Italia
Detalle del Palazzo dei Diamanti de Ferrara (Italia).Fabrizio Troiani (Alamy)

Ferrara es una de las joyas de la región italiana de Emilia-Romaña. Esta ciudad de poco más de 130.000 habitantes es próspera, tranquila y aún se estructura en gran parte desde el urbanismo de sus años de esplendor, cuando alojó la corte de los Este (siglos XIII-XVI). Lo más recomendable para visitarla es coger un tren desde las otras pequeñas urbes de esta región norteña. Desde Bolonia se tardan solo 40 minutos. Si salimos hacia el centro desde la estación podremos apreciar cómo los primeros palacios cumplen una premisa recurrente en muchas provincias europeas, donde el tren distaba del meollo más o menos un quilómetro, copado a finales del siglo XIX por villas de la burguesía, de estilo liberty.

En Ferrara, el palacio más celebrado es el que el arquitecto Ciro Contini, proveniente de la familia judía retratada en una célebre novela de Giorgio Bassani, construyó en estilo art nouveau a principios del siglo XX para el florista Melchiorri en el número 184 de la Via Cavour, una arteria idónea para llegar a la zona monumental. Si bien para notar mejor la diferencia entre épocas, es preferible hacerlo desde Via Giuseppe Garibaldi, con acceso directo al Palazzo Municipale. La actual sede del Ayuntamiento fue durante siglos la residencia de los duques de Este. Su ingreso desde Via Giuseppe Garibaldi nos sitúa de sopetón en su patio, en cuyo lateral izquierdo luce la escalera del honor, realizada en 1481 por el Benvenuto degli Ordini, una anomalía en ese perfecto orden geométrico, antesala de la enorme plaza de la catedral.

Fachada del Duomo de Ferrara y el Palazzo Municipale.
Fachada del Duomo de Ferrara y el Palazzo Municipale.David Madison (GETTY IMAGES)

La familia de Este decidió edificar un nuevo palacio al lado del anterior para sentirse más seguros ante hipotéticas revueltas del pueblo, hastiado a finales de la Edad Media entre inundaciones y aumentos de impuestos. El Castillo de los Este, cuyo arquitecto fue Bartolino de Novara, es quizá la mayor atracción turística de Ferrara tanto por la sobria espectacularidad de su exterior, un festival geométrico, como por el montaje expositivo del interior, rubricado por Gae Aulenti. Aquí conviene parar un momento, tomarse un respiro y orientar nuestros pasos futuros. Ante nosotros, flanqueados por palacios, se abre el horizonte de una calle rectísima, con adoquines añejos.

Vista de Corso Ercole I D'Este, con el Castillo de los Este al fondo de esta calle de Ferrara.
Vista de Corso Ercole I D'Este, con el Castillo de los Este al fondo de esta calle de Ferrara.Witold Skrypczak (Alamy)

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El gran auge de Ferrara acaeció durante el gobierno de Hércules I, apodado Diamante o Viento del norte. Tras el asedio de la República de Venecia en 1484, este duque meditó sobre las necesidades de su capital. La solución fue la adición hercúlea, ideada en 1492 por el arquitecto Biagio Rossetti con dos vías, de sur a norte y de este a oeste, con el fin de duplicar el espacio urbano y fortificar su perímetro defensivo. La primera de estas calles es el Corso Ercole d’Este. Su extensión y silencio propicia andarla sin prisa, fijándonos en los detalles hasta vislumbrar su joya de la corona, el Palazzo dei Diamanti del mismo Rossetti, así denominado porque su fachada se reviste de más de 8.000 bloques de mármol veteado de rosa, creadores de múltiples perspectivas por sus puntas, idénticas a las de la piedra preciosa. El Palazzo dei Diamanti, que en su interior acoge la Pinacoteca Nacional, es tramposo en su belleza, capaz de despistar hasta ocultar una de sus funciones, la de lanzadera del Cuadrivio de los Ángeles.

Exterior del Palazzo dei Diamanti, obra del arquitecto Biagio Rossetti, en Ferrara.
Exterior del Palazzo dei Diamanti, obra del arquitecto Biagio Rossetti, en Ferrara.Christine Webb (Alamy)

En este punto de su trama ortogonal, Rossetti no quiso una plaza, sino la unión de varios palacios junto al más vistoso, acompañado por el austero de los Turchi di Bagno y Palazzo el Prosperi-Sacrati, con una portalada de estilo veneciano como elemento más característico.

La portalada de estilo veneciano es uno de los elementos más característicos del Palazzo el Prosperi-Sacratie, en Ferrara.
La portalada de estilo veneciano es uno de los elementos más característicos del Palazzo el Prosperi-Sacratie, en Ferrara.Christine Webb (AlamY)

El cruce de ángeles, este sería su significado literal, es la encrucijada con la segunda vía del trazado de Rossetti, el Corso Porta Mare, con una sucesión de parques, como el del Palazzo Massari, reconvertido en el Museo de Arte Contemporáneo, o la Piazza Ariostea, quizá la más moderna de Ferrara al conjugar una buena ubicación, la sostenibilidad, el ocio y lo monumental de la estatua de Ludovico Ariosto, otro de los artistas del Renacimiento más celebrados en esta localidad italiana. La plaza, fruto de la adición hercúlea, es un eje hacia distintos destinos, como el cementerio de la Cartuja. Corso Porta Mare termina en Rampari San Rocco, un parque de baluartes con unas vistas de hondos contrastes entre la Ferrara histórica y los bloques de pisos en la lontananza.

Varios visitantes observan los frescos en las paredes del Museo Schifanoia.
Varios visitantes observan los frescos en las paredes del Museo Schifanoia.robert harding (Alamy)

Desde aquí alcanzaremos la puerta Medaglie d’Oro, inicio del Corso Giovecca, nombre que muestra la trascendencia de la comunidad hebrea en Ferrara. En su número 170 se halla el Palazzo di Marfisa d’Este, paradigma de estas residencias en el siglo XVI. Marfisa era una amante de las artes y se distinguió por proteger al poeta Torquato Tasso. Este palacio, a su vez, marca el debut de una trilogía vinculada con el clan. Justo detrás, el refugio de un exiliado florentino se transformó con el tiempo en un nudo para conectar las posesiones de la primera familia ciudadana. Así fue como el Palazzo Bonacossi devino el engarce del de Marfisa d’Este con la delicia, así bautizaron los duques sus moradas, del Palazzo Schifanoia. Su nombre sintetiza el uso de esta villa casi vacacional. Schifanoia podría traducirse como asquear al aburrimiento, desafiarlo hasta vencerlo, algo conseguido en este marco, cuya primera piedra se puso en 1385 para jalonarse con ampliaciones hasta finales del Quattrocento, inspiradas en el Belvedere romano del Papa Nicolás V. La visita al actual Museo Schifanoia va más allá de su notable colección. Los frescos, muchos de ellos de autoría incierta, son el reflejo de cómo esos poderes del Renacimiento disfrutaban de sus pocas horas de relajo.

El Palazzo di Marfisa d’Este, paradigma de estas residencias en el siglo XVI.
El Palazzo di Marfisa d’Este, paradigma de estas residencias en el siglo XVI.Fabrizio Troiani (Alamy)

El Schifanoia es otro quilómetro cero para muchos itinerarios. Si fuéramos hacia los baluartes del Amor, San Antonio y San Pedro podríamos descubrir un complejo religioso con el recóndito monasterio de Sant’Antonio in Polesine como bandera. En cambio, si uno prefiere acercarse al centro, siempre a cuatro pasos, circulará por Via Savonarola, con dos palacios para completar un retrato de los de Este y sus aliados en el apogeo ferrarés. En su número 9 es frecuente ver cómo se arremolinan los estudiantes de la universidad desde 1959, cuando esta institución ocupó el Palazzo de Renata de Francia, consorte de Hércules de Este. A pocos metros, en la otra acera, una ventana sin cristales es el cebo para conocer la Casa Romei, de 1391 y perteneciente a un banquero, ignorante de legar una pieza única por ser una transición entre lo medieval y un cuajo renacentista, omnipresente en su vecina. El Palazzo de Renata de Francia, de 1475, es el penúltimo antes del cierre en otra delicia estense, el Palazzo Paradiso, a nada de la plaza de la Catedral. Modificado con su puerta del reloj en el siglo XVII, estuvo en la vanguardia desde 1753, cuando se transformó en biblioteca pública, algo excepcional en ese momento.

Patio interior de la Casa Romei, de 1391.
Patio interior de la Casa Romei, de 1391.Claudio Pagliarani (Alamy)

Las dimensiones de Ferrara son magníficas para pasearla sin apremios. Tras tantos palacios, sus ángulos menos señalados aún pueden deparar muchas sorpresas sin tantos abolengos, como la Via delle Volte, con sus arcos menos lujosos y sublimes por imperfectos en su perspectiva, una postal casi secreta sin los galones de todas las ilustres residencias de este trayecto tan palaciego.

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