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24 horas en la austriaca Bregenz, el lugar donde ver una ópera flotante y comer un ‘schnitzel’

El festival Bregenzer Festspiele y su escenario sobre las aguas del idílico lago de Constanza son los protagonistas en julio. Pero esta ciudad sorprende además por sus atractivos naturales y culturales, de la montaña del Pfänder a las obras del Kunsthaus

El lago Constanza y, al fondo, el edificio del museo Kunsthaus, en la ciudad de Bregenz (Austria).
El lago Constanza y, al fondo, el edificio del museo Kunsthaus, en la ciudad de Bregenz (Austria).getty images
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Favorecida por una localización privilegiada entre la montaña del Pfänder y el lago de Constanza, Bregenz es la ciudad culturalmente más activa de la provincia austriaca del Vorarlberg, una región marcada por su limitación con Suiza, Alemania y Liechtenstein. Con apenas 28.000 habitantes, es conocida por albergar el Bregenzer Festspiele, uno de los festivales de ópera al aire libre más singulares del mundo dada la ubicación del escenario que flota sobre las aguas del lago y el diseño de cada uno de ellos de carácter bianual. El próximo 22 de julio se estrenará la edición número 76 de un festival que a lo largo de su andadura ha acogido obras tan determinantes como West Side Story o Porgy and Bess y que en esta ocasión apuesta por una nueva producción de Madame Butterfly de Puccini dirigida por Andreas Homoki.

Bregenz se revela en verano como un destino sin masificaciones y, a su vez, lleno de atractivos naturales y culturales. Un acierto seguro. El brillo del sol resalta sus virtudes y pone de relieve el amor de sus habitantes por un lago en cuyas orillas sucede casi todo. 

El Milchpilz venda helados y batidos desde 1953.
El Milchpilz venda helados y batidos desde 1953.CHROMORANGE / (alamy)

9.00 El champiñón de leche

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En un primer paseo por la orilla del lago Constanza enseguida llama la atención la edificación de un hongo con sombrero rojo lleno de puntos blancos. Es el Milchpilz (1), una curiosidad entrañable que despacha helados y batidos desde 1953. En aquel entonces, Hermann Waldner, un fabricante de equipos para conservar lácteos, tuvo la idea de construir un quiosco en forma de seta venenosa como aliciente para incentivar el consumo de leche y sus derivados, productos que habían escaseado durante mucho tiempo y, en plena posguerra, representaban una promesa de prosperidad. Se instalaron 49 “champiñones de leche” (como se traduce su nombre) en Alemania, Austria, Suiza e Italia. Este es el último que sigue en pie a toda en Austria, una pieza única y protegida desde 2007.

10.00 Una obra maestra de la arquitectura contemporánea

Basta cruzar la Seestrasse para entrar en la Kornmarkstrasse y dar con la Kunsthaus de Bregenz (2) (también llamada KUB), obra maestra del arquitecto suizo Peter Zumthor. El conocido artífice de las Termas de Vals (proyecto en Suiza con el que ganó en 2009 el premio Pritzker) se consagró en 1997 con este proyecto que fue premio Mies Van der Rohe y que es mucho más que un museo. Zumthor, fiel a su rigor geométrico y a su talante purista, se propuso crear una catedral del arte, de ahí la ausencia de ventanas y de reclamos. Un edificio ante el lago, pero sin vistas al agua que se toma el arte muy en serio. Quien decida entrar debe hacerlo por voluntad propia. Está hecho de vidrio y acero y una masa de piedra de hormigón fundido que dota al interior de textura y composición espacial. Desde el exterior, el edificio parece una lámpara con forma de cubo. Absorbe la luz cambiante del día y la bruma del lago. En sus lados se reflejan las distintas tonalidades de la claridad dando pistas de su vida interior según el ángulo de visión, la luz del sol y el clima.

Ensayos de la ópera 'Madame Butterfly', el pasado 21 de junio, que se va a representar en el próximo festival Bregenzer Festspiele.
Ensayos de la ópera 'Madame Butterfly', el pasado 21 de junio, que se va a representar en el próximo festival Bregenzer Festspiele.Felix Kästle (getty images)

El interior es cálido y cambiante como corresponde a Zumthor, gran creador de atmósferas a partir de su tendencia a la austeridad. Al principio, los habitantes de Bregenz, poco acostumbrados a la contemporaneidad, lo llamaban despectivamente el garaje. Sin embargo, ahora a nadie se le ocurriría cambiarlo. Gracias a él la ciudad ha albergado exposiciones de artistas como Jeff Koons, Cindy Sherman, Damien Hirst y Gilbert & George. Y es que exponer aquí es el sueño de cualquier creador contemporáneo. Sí, es un cubo hipnótico, en cuyo interior, por supuesto, no hay tienda ni café ni nada que perturbe la atención que merecen las obras que se exhiben. En la puerta resiste aparcado uno de los clásicos porches de hormigón del escultor Gottfried Bechtold, cuyo estudio se puede visitar en la calle vecina.

Una de las calles de la ciudad vieja, conocida como Oberstadt.
Una de las calles de la ciudad vieja, conocida como Oberstadt.alamy

12.00 ¿Cómo resistirse a un ‘schnitzel’?

En la misma plaza hay varios reclamos: la terraza del bar Kolibri (3), el teatro Vorarlberger (4) o el Museo Vorarlberg (5). Para entender el pasado romano de Bregenz iremos a este último, pues lleva años promoviendo la conservación de los restos de Brigantium que los arqueólogos han ido encontrando. Además, hasta el 16 de octubre de 2022 mantiene una estupenda exposición sobre la historia de la belleza a cargo de los diseñadores Sagmeister & Walsh. Ojo, una vez en el museo no hay que perderse las vistas del lago desde su última planta.

Y para comer algo iremos al también vecino y clásico Gasthaus Kornemesser (6), cuya terraza interior será un alivio y su carta, una gincana en plan cómo evitar caer en la tentación del schnitzel (el escalope vienés).

'Deuring Castle Bregenz', cuandro de Egon Schiele (1912).
'Deuring Castle Bregenz', cuandro de Egon Schiele (1912).Artefact (alamy)

14.00 La vista que cautivó a Egon Schiele

La ciudad vieja, o la Oberstadt como la llaman aquí, es la parte más pintoresca. Empezamos a desprecintarla por el parque Thurn und Taxis (7) y el palacio homónimo, monumento histórico desde 1983, vinculado a la Asociación Profesional de Artistas Plásticos de Vorarlberg, ya que ejerce de centro internacional de arte contemporáneo. El mirador más generoso está en la Kirchstrasse. Esta es la misma vista del Deuring Schlössle que pintó Egon Schiele en su paso por Bregenz en 1912 y que dio lugar a su celebrado lienzo Deuring Castle. Años antes, en sus viajes por Europa, también aquí hizo un alto William Turner, que aprovechó para pintar su cuadro Vista de Bregenz. Acorde con esa costumbre, el reconocido el artista local Rudolf Wacker pintó la iglesia Parish Church St Gallus (8), la más antigua de Bregenz, que debe su nombre al monje irlandés Gallus, que vino aquí como misionero en el año 610 antes de Cristo. Esta merece una visita, sobre todo, por su pequeña capilla de San Miguel, que conserva en sus cuatro paredes pinturas que realizaron los peregrinos —grafitis de la Edad Media— que pasaban por aquí de camino a Suiza, Francia o España.

Aún más especial resulta la cercana Martinsturm (9), en pie desde 1601, y su capilla, reconvertida en un café muy pero que muy particular: Unterm Turm (10). De bajada al centro llaman la atención la Bier Shop Hops & Malt (el sitio para los fans de las cervezas artesanales) (11) y el Holz werk raum, taller del ebanista Alex Marguerite. 

Vistas desde el teleférico que sube a Pfänder.
Vistas desde el teleférico que sube a Pfänder.Rolphus (getty images)

16.00 El Pfänder o la verdadera montaña mágica

Es hora de explorar la montaña del Pfänder (12). Se puede acceder a pie, pero es recomendable hacerlo en el teleférico que funciona entre las 8.00 y las 19.00. No solo por ahorrar tiempo y por las generosas vistas que ofrece desde el aire, también porque supone una experiencia vintage solo superable por lo que espera al llegar. Una vez en lo alto, a 1.064 metros, la mirada y la mente no dan abasto para absorber una perfección que, aunque parezca sacada del catálogo de una agencia o del libro de un fotógrafo, da mucho de sí.

El poeta Giacomo Leopardi decía en su Zibaldone que uno de los mayores placeres del viajero consistía en, habiendo visto muchos lugares, percibir la mente reclamada por otros ya vistos, poniendo en marcha el deleite de la reminiscencia. Aquí se experimenta eso, porque ante estas panorámicas tan impactantes y tan amplias asoma el recuerdo de otros miradores, otros lagos, otros cielos, pero también la certeza de que este despliegue de belleza natural, quizás por el último, es el mejor. 

Detalle de una de las calles de la parte vieja de la ciudad austriaca de Bregenz.
Detalle de una de las calles de la parte vieja de la ciudad austriaca de Bregenz.mauritius images GmbH (alamy)

18.00 El mejor aperitivo

De vuelta al centro, en la Kaiserstrasse no sorprende ver la terraza de la heladería Pinocchio (13) abarrotada, pero sí comprobar que nadie toma helado y que todas las mesas están llenas de Aperol spritz. Tanta gente, de tantas edades distintas, no puede estar equivocada. Sí, es un spritz delicioso, que viene acompañado de patatas fritas y que cuesta cinco euros. Si no se ha conseguido entrada para la función de Madamme Butterfly es hora de ir al escenario del festival de ópera, una atracción en sí misma que permanece abierta todo el año. Puccini, por su sonido, se revela ideal para este escenario plantado en el lago que mira a la ciudad. Como es habitual, la orquesta sinfónica de Viena se encarga de la música desde el foso, dirigida por Enrique Mazzola. Con precios que van de los 30 a los 160 euros, las funciones atraen a 7.000 espectadores por noche. 

20.00 Cena, cómo no, entre el lago y la montaña

Un nuevo paseo al borde del lago (otro más, sí, y nunca serán bastantes) permite contemplar cómo los naranjas y rojos del cielo del verano crean una atmósfera de cuadro impresionista con la que se está muy de acuerdo. Ahora, al anochecer, los colores se encienden a la vez que se desfiguran y uno acepta que la tiranía de la belleza no deje de requerir su atención. Para no alejarnos mucho, conviene no perder de vista el Fischersteg Sunset Bar (14), embarcadero originariamente destinado a pescadores reconvertido en bar insoportablemente cool, y la terraza del Pier 69 (15), sin duda, el restaurante de Bregenz, el mejor fin de fiesta (quizás el momento de probar los kässespätzle, especialidad autóctona, una especie de pasta con queso) en la mejor ubicación posible: el punto exacto entre el lago, la KUB y las montañas del Pfänder.

Terraza en uno de los pequeños muelles del lago Constanza.
Terraza en uno de los pequeños muelles del lago Constanza.mauritius images GmbH (alamy)

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Es autor de las novelas 'Los Baldrich', 'La estación perdida', 'Los buenos amigos' o 'Jauja' y del libro de viajes 'París'. Su obra narrativa ha obtenido varios premios. Es profesor en la Universidad Sciences Po de París. Como periodista fue Premio Pica d´Estat 2011. Colabora en El Ojo Crítico de RNE y en EL PAÍS. 'Verso suelto' es su última novela

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