Qué ver en Washington, la ciudad donde casi todo es gratis
Por todo el mundo hay cosas que se pueden hacer o ver de forma gratuita, pero la capital federal de Estados Unidos se lleva la palma. Aquí se puede disfrutar a tope sin gastar un dólar en sus parques y museos o con conciertos al aire libre o una visita por el Capitolio
Más información en la guía de la Costa este de EEUU de Lonely Planet y en lonelyplanet.es
La capital de Estados Unidos está llena de símbolos monumentales y museos tan grandes como interesantes. Washington es, además, uno de los mayores centros políticos del planeta, con todo lo que esto conlleva, y una ciudad enormemente dinámica. Los turistas suelen dedicar todo el día a visitar sus numerosos museos (la mayoría gratuitos) y la tarde y la noche a buscar el lugar donde tomar una cerveza o cenar en barrios muy animados como U Street o la zona de Logan Circle. Y a lo largo de la jornada hay otros muchos planes perfectos en los que, además, no hay que gastar dinero.
Un paseo por el National Mall
Lo primero e imprescindible es hacerse con la ciudad y para ello en Washington es necesario recorrer el famoso National Mall, esa enorme y ancha avenida que todos hemos visto alguna vez en series y películas. Hay que visitarla pronto, sobre todo en verano, si queremos evitar aglomeraciones y el asfixiante calor. Es mejor empezar con los monumentos y memoriales y hacia las 10.30 estar ya dentro de los museos con aire acondicionado.
Hay quien llama al Mall “el jardín delantero de EE UU”. Y se comprende al ver el verde césped que se extiende desde el Capitolio hasta el Lincoln Memorial y que conforma el gran espacio público del país, el lugar donde se acude tanto para protestar contra el Gobierno como a inyectarse una dosis de orgullo patrio, pues aquí están los sacrosantos símbolos, plasmados en mármol y piedra, que dan forma al ideario patriótico estadounidense. En el Mall se encuentran la mayoría de los museos y grandes monumentos de la ciudad.
En un día se puede ver bastante, aunque será una larga jornada en la que se caminan fácilmente más de seis kilómetros. Se suele empezar en el Vietnam Veterans Memorial y se sigue en dirección contraria a las agujas del reloj, con el Lincoln Memorial, el Martin Luther King Jr Memorial y el obelisco del Washington Monument. Hacia el oeste se pueden ver otros monumentos como los dedicados a los caídos en la Guerra de Corea o la II Guerra Mundial.
El extremo occidental del National Mall está presidido por el Lincoln Memorial, un edificio de estilo neoclásico dedicado al presidente Abraham Lincoln, cuya estatua contempla serenamente las aguas del estanque Reflecting Pool tras una columnata dórica. El Washington Monument, de 169 metros, es el edificio más alto de la ciudad. Se tardó tanto en construirlo que la cantera de mármol original se agotó: a un tercio de altura se observa el cambio de color entre la piedra nueva y la vieja. Otro memorial que se visita gratis es el dedicado a Martin Luther King Jr, el monumento más reciente del Mall, inaugurado en 2011. Está también el que rinde homenaje a Thomas Jefferson, un edificio con escalones de mármol, cúpula y pórtico construido a comienzos del siglo XX a imagen de los templos griegos y romanos que se alza entre cerezos en la orilla sur de la Tidal Basin. Y no falta el monumento a Franklin Delano Roosevelt, el presidente con el mandato más largo de la historia del país, con cuatro salas de granito rojo que explican sus diferentes mandatos.
Smithsonian: arte y ciencia a lo grande
Alrededor del Mall están los museos del Smithsonian. Todos buenos, todos gratis, hacen una fabulosa labor educativa mostrando muchos de los tesoros culturales y científicos de EE UU. Se puede comenzar en el Smithsonian Castle, un edificio de arenisca roja con torreones construido a mediados del siglo XIX que alberga el centro de visitantes y acoge exposiciones sobre historia, además de mostrar información sobre la institución en pantallas táctiles en varios idiomas. Allí está también el mostrador de información, una cafetería y hasta la tumba de James Smithson, el excéntrico inglés que en 1826 donó el dinero con el que se creó el instituto que lleva su nombre.
Uno de los más visitados es el Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano. Tras saludar a Henry, el enorme elefante africano que vigila la rotonda, hay que subir al segundo piso a ver el diamante Hope (Esperanza). Sus 45,52 quilates arrastran una fama de malditismo sobre sus sucesivos propietarios, entre los que se cuenta la reina francesa María Antonieta, decapitada en la guillotina. También hay dinosaurios, calamares gigantes, tarántulas… un paraíso para amantes de las ciencias naturales y los niños curiosos.
Para quienes prefieran la historia y empaparse de la cultura americana, el National Museum of American History expone todo tipo de objetos del universo estadounidense, con una bandera como pieza estelar: es la misma que ondeó en el fuerte McHenry de Baltimore durante la guerra de independencia de 1812, y en la que se inspiró el himno nacional Barras y estrellas. Hay de todo, y siempre muy bien contado: la cocina de Julia Child, una de las primeras chefs mediáticas; la espada de George Washington, un trozo de la Plymouth Rock donde desembarcaron los peregrinos del Mayflower…
Los amantes del arte tienen otra visita imprescindible y gratuita: la National Gallery of Art, con una ingente colección que abarca desde la Edad Media hasta la actualidad, y su vecino jardín de esculturas. Lo más práctico es ir directamente a la galería 6 (en el edificio oeste) a ver el único cuadro de Leonardo da Vinci en el hemisferio occidental. En el exterior podremos pasear entre las caprichosas esculturas de Miró, Calder y Lichtenstein, o fijarnos en el diseño del edificio este, del arquitecto leoh Ming Pei, que contiene arte moderno a lo grande, con obras de Picasso, Matilles, Pollock… y un enorme móvil de Calder en el vestíbulo de entrada. El Hirshhorn Museum es otro de los espacios dedicados al arte del Smithsonian. Ocupa un edificio cilíndrico con una colección de esculturas y pinturas que abarca desde los inicios del modernismo hasta el arte contemporáneo, pasando por el pop art. En la planta tercera hay, además, una estupenda zona con asientos, ventanales panorámicos y una terraza con vistas del Mall.
El National Air and Space Museum es otro de los lugares más visitados del Smithsonian. Solo un vistazo ya impresiona. Entre los aviones que cuelgan del techo está el Spirit of St. Louis —el aeroplano con el que el piloto Charles Lindbergh cruzó el Atlántico en el primer vuelo en solitario sin escalas de Nueva York a París en mayo de 1927— y el reactor Bell X-1c con el que Chuck Yeager rompió por primera vez la barrera del sonido. Allí está también el módulo lunar del Apolo XII, hay una sala IMAX, un planetario, simuladores de vuelo… una visita llena de emociones para niños y no tan niños.
Si aún quedan ganas de más museos, siempre podemos entrar en dos dedicados a diferentes culturas: el Freer Sackler National Museum of Asian Art, un lugar precioso para pasar una tarde entre frescas y tranquilas galerías en las que cuelgan pinturas japonesas sobre seda, y el National Museum of the American Indian, que ocupa un sorprendente edificio de piedra caliza y formas ondulantes. Aquí se exhiben toda clase de piezas relacionadas con la cultura de los pueblos indígenas de América. Especialmente fascinante resulta la galería Our Universes (nuestros universos), sobre las creencias y mitos de creación de los indígenas norteamericanos.
El Capitolio y los centros del poder
Hay pocos sitios en el mundo tan reconocibles universalmente como el Capitolio, omnipresente en películas y series. El centro geográfico y legislativo de Washington sorprende por ser un barrio residencial de casas adosadas. Esta enorme zona alberga lugares tan significativos como el propio Capitolio, la Biblioteca del Congreso o el Holocaust Memorial Museum. Para la vida nocturna y los buenos restaurantes, las zonas de Eastern Market y H Street NE son muy populares y rebosan de propuestas.
Gratis son también las visitas guiadas al Capitolio de EE UU, aunque las entradas son limitadas y suele haber mucha cola, así que es mejor reservarlas online. Desde 1800, este es el lugar donde el Congreso se reúne para redactar las leyes del país. Durante una hora los guías enseñan los antecedentes completos de un edificio lleno de historia. Para ver una sesión plenaria es necesario un pase distinto: los ciudadanos estadounidenses lo pueden pedir a sus representantes, pero los extranjeros deben pedirlo allí mismo mostrando su pasaporte. Hay sesiones abiertas al público y otras cerradas, así que conviene consultar posibilidades y horarios.
También está abierta de forma gratuita la Biblioteca del Congreso, la mayor del mundo, con 164 millones de libros, manuscritos, mapas, fotos, películas y otros muchos artículos, un lugar asombroso, tanto por sus dimensiones como por su diseño. El centro de todo es el Jefferson Building, pero son impresionantes también el Great Hall, decorado con vidrieras, mármol y mosaicos, la Biblia de Gutenberg (1455), la biblioteca de Thomas Jefferson y el mirador de la sala de lectura. Hay visitas gratis al edificio cada media hora.
Otra biblioteca de visita gratuita es la Folger Shakespeare Library, donde se conserva la mayor colección de libros de Shakespeare del mundo. Se puede pasear por el Great Hall para ver pinturas, grabados y manuscritos isabelinos o asomarse a un evocador teatro, réplica del Globe Theatre de Londres, que por la noche ofrece representaciones (para disfrutarlas, en esta ocasión sí hay que pagar).
Dentro de este círculo de poder del D. C. está también el Tribunal Supremo de EE UU, ocupando un edificio neoclásico con friso y columnas de orden corintio protegido por puertas de bronce de cinco toneladas. Está permitido presenciar los debates (aunque hay que llegar temprano), visitar las exposiciones permanentes y la escalera de caracol de mármol y bronce, o asistir a las conferencias que se ofrecen en la sala del tribunal cuando no hay sesión.
Y queda todavía por ver la fábrica de moneda: el Bureau of Engraving and Printing es donde se diseña e imprime el papel moneda de EE UU. Hay visitas guiadas de 40 minutos para ver la planta baja, de donde salen de las prensas millones de dólares.
Dentro de la Casa Blanca
El presidente estadounidense vive en el centro del barrio, compartiendo espacio con otras instituciones como el Departamento de Estado o el Banco Mundial, que están muy cerca, en Foggy Bottom. De día esta es una zona de negocios y de noche está bastante muerta, menos el Kennedy Center, un espacio de artes escénicas.
En la ciudad del todo gratis, la Casa Blanca no es una excepción. Si se tiene la suerte de conseguir entrar en una visita pública se podrá pasear por varias salas de la residencia principal, todas llenas repletas de leyendas presidenciales. Pero hay que solicitarlo con entre uno y tres meses de antelación: los estadounidenses, a través de los miembros del Congreso de su Estado, y los extranjeros a través de la embajada de su país.
Como acceder es algo complicado, tras la visita pertinente de su exterior conviene tener un plan alternativo: desde el centro de visitantes se pueden ver algunas partes de la Casa Blanca, como el despacho desde el que Roosevelt ofrecía sus discursos radiofónicos o el sillón de Lincoln. Y también hay visitas virtuales de los salones. Aunque no es lo mismo que ver las salas reales, el recorrido virtual está muy bien montado y ofrece con una idea muy real de la vida en la residencia presidencial.
Downtown y el Penn Quarter
Alrededor de la avenida de Pennsylvania, entre la Casa Blanca y el Capitolio, se extiende el Penn Quarter y más allá, el Downtown. Aquí también se encuentran interesantes sitios para visitar sin gastar un dólar, empezando por los Archivos Nacionales. Es difícil no sentirse impresionado por los tres grandes documentos que aquí se custodian: la Declaración de Independencia de EEUU, la Constitución y la Carta de Derechos y uno de los cuatro ejemplares que se conservan de la Carta Magna.
Otra visita gratis en el mismo barrio es el Reynolds Center for American Art and Portraiture, que combina la National Portrait Gallery y el American Art Museum. No hay mejor colección de arte estadounidense en el mundo que la que reúnen estos dos centros pertenecientes también a la Smithsonian. Sus galerías están llenas de famosas obras de Edward Hopper, Georgia O'Keeffe, Andy Warhol, Winslow Homer y otros muchos.
Barrios con mucha marcha
No hace falta decirlo, pero la gran atracción gratuita de cualquier ciudad del planeta es pasear por sus barrios. Logan Circle, U Street y Columbia Heights son posiblemente las zonas de Washington que más han cambiado en los últimos años. U Street Corredor (la mejor zona de ocio nocturno de la ciudad) tiene mucha historia. En otros tiempos se conocía como el “Black Broadway” y en él actuaron Duke Ellington y Ella Fitzgerald desde la década de 1920 hasta los años cincuenta. También fue el epicentro de los disturbios raciales de 1968. Pasó por un turbulento declive, pero en las últimas décadas ha vivido un resurgir. Hoy resulta imprescindible pasear por sus calles, con sus callejones llenos de murales, clubs musicales y tiendas de antigüedades.
La U Street da acceso al distrito de Sha, uno de los barrios de moda, con cervecerías artesanas, cafeterías y un interesante ambiente estudiantil (aquí está la Universidad Howard). Logan Circle está al lado, también lleno de bares, de vinos o de tapas, uno detrás de otro, pero también con antiguas mansiones señoriales que dan categoría a la zona. Hacia el norte, Columbia Heigths está lleno de inmigrantes latinos y hípsters, y aunque no tiene muchos lugares de interés aquí la comida es más barata y hay locales nocturnos que pueden ser interesantes. Y en medio de todo, otro museo gratuito: el Mexican Cultural Institute, con excelentes exposiciones de arte y cultura mexicanas.
Otro barrio multicultural para callejear es Adams Morgan, que siempre ha sido el más divertido y nocturno. Es una especie de pueblo internacional, con epicentro en 18th St NW. Hay boutiques vintage, tiendas de discos y restaurantes étnicos, y un creciente número de puntos imprescindibles para gastrónomos. La cita cultural está en el District of Columbia Arts Center (DCAC), que ofrece espacios a artistas emergentes para que muestren sus obras: una interesante galería de arte gratuita, muy recomendable.
Vida de estudiante (rico) en Georgetown
Georgetown es el barrio más aristocrático, donde viven estudiantes de las universidades de élite, académicos en sus torres de marfil y diplomáticos. En consonancia, las calles están llenas de tiendas elegantes de marca, pubs de madera oscura y restaurantes de lujo. Afortunadamente, los parques y jardines son gratis, y también los cementerios (como el Oak Hill, donde están las tumbas de personajes ilustres) o rincones que todos tenemos muy presentes, como las escaleras de El exorcista, unas empinadas escaleras de piedra que son un popular circuito para los corredores, pero sobre todo son famosas por ser el lugar donde el padre Karras, poseído por el demonio, muere tras bajar rodando por ellas en la película de terror. Lo mejor sería verlas un día de niebla…
Gratis es también el paseo por el Georgetown Waterfront Park, un jardín a orillas del Potomac frecuentado por familias y parejas y también por millonarios que exhiben sus grandes yates anclados en el río.
Pero el símbolo de todo es la Universidad, una de las más prestigiosas del país, fundada en 1789. Aquí han estudiado Bill Clinton, muchos miembros de la realeza de todo el mundo y jefes de Estado internacionales, entre ellos el rey Felipe VI. Impresiona especialmente el Healy Hall, con su aire medieval y su alta torre del reloj con aires de Hogwarts.
Al otro lado del río
Técnicamente, en la orilla oeste del Potomac ya no estamos en Washington D. C., sino en Virginia, aunque en realidad allí es donde se encuentran algunas de las atracciones más impresionantes y visitadas de Washington, como el Cementerio Nacional de Arlington, donde descansan 400.000 militares y sus familiares. Aquí hay muertos de todas las guerras en las que ha participado EE UU desde la de la Independencia. Hay autobuses que recorren los puntos más destacados del camposanto y, por supuesto, no falta el cambio de guardia con toda su ceremonia, cada hora en invierno y cada media hora en verano. Gran parte del cementerio se construyó sobre el terreno de la Arlington House, antigua residencia de Robert E. Lee y su esposa Mary Anna Custis Lee, descendiente de Martha Washington.
Al sur del cementerio de Arlington está el Pentágono, el mayor edificio de oficinas del mundo. Lo único que se puede visitar gratis es el Pentagon Memorial, con 184 bancos iluminados, uno por cada persona que murió en el ataque terrorista al Pentágono del 11 de septiembre del 2002.
Otro rincón para disfrutar en el Potomac es la isla Theodore Roosevelt, a la que se llega por el puente peatonal de George Washington. La isla rinde homenaje al gran conservacionista con casi tres kilómetros de senderos que atraviesan bosques y humedales, y con hermosas vistas del río.
Y a ocho kilómetros de Washington, aunque ya en Virginia, está también el precioso pueblo de Alexandria, hoy convertido en una elegante colección de casas de ladrillo rojo, calles adoquinadas, lámparas de gas y un paseo frente al río. Es el punto de partida de las excursiones a otro de los imprescindibles: Mount Vernon, el hogar de George Washington, aunque esta visita sí es de pago. Lo que sí que es gratis es la Freedom House Museum, que esconde una historia trágica: antaño fue un próspero negocio de trata de esclavos. Así lo comprobamos en su museo, muy bien documentado, que cuenta las historias conmovedoras de los miles de africanos que pasaron por aquí.
Conciertos al aire libre
Quienes visitan la ciudad en verano pueden, además, disfrutar de los muchos conciertos de música al aire libre sin gastarse ni un dólar. Solo tendremos que preparar un pícnic y llevárnoslo a alguno de los escenarios donde tocan las mejores bandas locales de rock, folk, jazz y blues, o incluso las bandas militares que tocan en el Capitolio, en el National Harbor o en el National Mall.
En la Galería Nacional de Arte hay conciertos de jazz, y los viernes por la noche, de mayo a agosto, los de la serie Jazz in the Garden. Las bandas locales actúan a lo largo de la ribera del río Potomac los miércoles por la noche, y en todos los barrios se puede buscar programación musical al aire libre.
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