Los humanos gigantes del artista albaceteño Santi Flores se adueñan del corazón de Manhattan
La exposición de 14 esculturas lleva por título ‘Here’ y se extiende a lo largo de 200 metros de la calle Broadway hasta el próximo mes de octubre
Un ejército de 14 gigantes esbeltos de cuatro metros y medio saluda con el brazo levantado a neoyorquinos y visitantes a escasos metros de Times Square, en Manhattan. Son las esculturas del artista español Santi Flores (Albacete, 1970) que le han robado el protagonismo en uno de los epicentros turísticos del mundo a las leyendas locales como el Cowboy Desnudo, los Spiderman en baja forma o las Estatuas de la Libertad sobre zancos. La reacción más común de la gente es pararse a tomarse una fotografía junto a ellas e imitar el gesto de la mano alzada a modo de saludo. “Eso sí que no me lo esperaba”, cuenta Flores, mientras pasea entre las coloridas obras situadas entre las calles 38 y 41 de la calle Broadway.
Las estatuas de acero de Flores recuerdan a las figuras tintineantes con las que Keith Haring pintó de manera furtiva el metro de Nueva York en los años ochenta del siglo pasado antes de convertirse en el legendario artista pop fallecido con 31 años. Con una diferencia: el toque alargado que las convierte en una especie de Qujiotes coloridos procedentes de La Mancha.
Desde que se instalaron, a mediados del pasado mes de abril, el artista ha pasado las mañanas merodeando por su exhibición al aire libre para captar la reacción de los transeúntes. Se presenta, habla con ellos, le felicitan, posan con él y se marchan entusiasmados de haber conocido al autor en el lugar donde, como manda la leyenda y él mismo reconoce, ha cumplido su sueño. “Es increíble la atención que reciben. Me siento muy afortunado”, comenta Flores sobre el éxito de su primera exposición en Nueva York, después de pasear sus obras por Londres, Roma o Berlín. Músico y actor de teatro antes que artista plástico, su obra siempre ha estado inspirada en las personas, los sentimientos y las relaciones humanas.
Así que después de dos años de poco contacto por la pandemia estas esculturas saludadoras han sido las elegidas por la asociación cultural y empresarial del barrio, Garment District Alliance, para celebrar el retorno de los turistas a la ciudad. “La instalación plantea un poderoso mensaje sobre la importancia de la diversidad y la unidad, elementos que hacen de Nueva York una de las mejores ciudades del mundo”, comenta Barbara A. Blair, presidenta de Garment District Alliance.
La exposición urbana lleva por título Here (aquí, en español) y se extiende a lo largo de 200 metros de la calle Broadway, donde se espera este año la visita de 56,4 millones de turistas, un 70% más que en 2021, según previsiones de la oficina de turismo local. “A pesar de lo que ha sucedido, mi mensaje es que seguimos aquí y hay que seguir adelante”, explica el artista.
Flores planificó la instalación de las figuras casi al milímetro consultando Google Maps desde su estudio en España. Al llegar a Manhattan, tuvo que dirigir el montaje a altas horas de la madrugada como marca la legalidad de la ciudad. Con todo preparado, a la inauguración del pasado 14 de abril se presentaron cerca de 40 amigos y familiares que viajaron desde Albacete para no perderse el estreno. “Dos amigos comentaron de pasada que iban a venir y, al final, se apuntaron 40”, bromea. Ataviados todos con la misma camiseta con el dibujo de una de las esculturas, fue el viaje del retorno a la normalidad del que todavía no han dejado de hablar.
No hace falta pertenecer a su círculo cercano para reconocer el interés y la curiosidad que despiertan sus obras. Tal es así que la organización le ha pedido extender la exposición hasta el próximo octubre, dos meses más de lo previsto. Las esculturas de Flores ocuparán así un hueco en la historia del arte de la ciudad. Toda una hazaña para este artista que encuentra su inspiración en los magos del arte pop como Andy Warhol y, su preferido, Jean-Michel Basquiat. “He hecho el recorrido por los lugares que pisó Basquiat en el Soho”, confiesa. Dos días antes de volver a su estudio de Albacete, un admirador espontáneo que pasaba por allí le compró una de las obras. Uno de estos gigantes de La Mancha acabará en un jardín privado en Austin (Texas).
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