24 horas explorando la bahía de Santander
De un desayuno con vistas en el Centro Botín a una travesía en barco que bordea la península de La Magdalena con tiempo para una excursión desde Somo hasta la playa salvaje de Langre
La vista más hermosa que se obtiene desde el paseo marítimo de Santander, el Muelle, como lo llamamos los santanderinos, se adueña de todo su centro en los días que sopla con fuerza el viento Sur. Eolo despeja las nubes del cielo, la bahía se encrespa formando olas coronadas de espuma y en el horizonte pueden verse con nitidez los nevados Picos de Europa, incluso hasta los macizos occidentales de Asturias, y, en dirección opuesta, los siete kilómetros de playa que van desde El Puntal hasta Somo y Loredo.
Esta es una de las ciudades españolas mejor ubicadas en un entorno natural, sino la mejor. La elegante capital de Cantabria no solo disfruta de su bahía y el telón de fondo de la cordillera, sino que basta girar hacia el norte desde la península de La Magdalena, o circunvalarla en una embarcación, para encontrarnos con la impresionante sucesión de playas de El Camello, el gran arenal que forman las tres del Sardinero o la escondida de Mataleñas, bajo un acantilado. Así, esta ubicación privilegiada facilita un buen número de excursiones de pocas horas desde el mismo centro de Santander hasta bellísimos rincones de la bahía.
10.00 Desayuno y vanguardia
En la línea costera de los Jardines de Pereda, el Centro Botín (1) es el lugar ideal para empezar el día. Antes o después de un buen desayuno en su terraza contemplando la bahía y la mole de Peña Cabarga hay que subir a las plantas superiores del vanguardista edificio del arquitecto Renzo Piano para recorrer las exposiciones temporales, pero también para disfrutar de las bellísimas vistas de El Puntal, la bahía de Santander y las estribaciones de la cordillera Cantábrica.
11.00 Toca subir a bordo
A cinco minutos a pie del Centro Botín, en el embarcadero de Los Reginas (2) se puede escoger entre un buen número de cortas excursiones a distintos puntos de la bahía navegando entre 20 minutos y dos horas. En Semana Santa y entre los meses de junio y octubre es muy recomendable por su belleza el periplo que remonta el río Cubas hasta el pueblo del mismo nombre, en unas dos horas de ida y vuelta, o la excursión que bordea la Magdalena y llega hasta Mataleñas, más allá del Sardinero. Otras opciones disponibles todo el año llevan hasta El Puntal, el pueblo de Somo o a Pedreña.
12.00 Rabas y surf
Si la navegación desde Santander nos ha traído en 20 minutos a la localidad de Somo (3), aquí se pueden probar unas rabas estupendas en el restaurante Las Quebrantas antes de coger unas olas o recibir una clase de surf en alguna de las varias escuelas que funcionan todo el año, como la Escuela Cántabra de Surf, con dos sesiones cada día y varias más en verano, o la Escuela de Surf Sunset. Otra alternativa es caminar una hora hasta llegar a la fantástica playa salvaje de Langre (4), situada bajo un acantilado a cinco kilómetros de Somo. Por el camino se pasa por el pueblo de Loredo (5) y se puede hacer alguna parada en los bares de albergues y campamentos surferos, como el H.A.N.D. Hostel o el Liquid Surf.
15.00 Un capricho gastronómico
Apenas a seis kilómetros hacia el interior desde Somo, o a 22 si se va en coche desde Santander, en el pueblecito de Villaverde de Pontones (6) nos podemos dar un lujo en el Cenador de Amós, ubicado en el palacio Mazarrasa, del siglo XVIII. Este es el único restaurante de Cantabria que presume de tener tres estrellas Michelin.
18.00 Estelas discoidales de las tribus cántabras
De vuelta a Santander, en pleno centro de la ciudad se halla una de las mejores colecciones del mundo de restos del Paleolítico Superior en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (calle Hernán Cortés 4, junto al Mercado del Este) (7). 2.000 metros cuadrados en los que se exhiben herramientas y arte mueble (tallado en hueso y asta) encontradas en las cuevas de Puente Viesgo o Altamira, además de las grandes estelas discoidales de piedra de los antiguos cántabros y uno de los símbolos de la región.
19.00 Mejor que un ‘city tour’
Varios autobuses conectan en pocos minutos el paseo Pereda, muy cerca del embarcadero y del Museo Arqueológico, con el Sardinero. La ruta sigue la línea costera y bien podría ser la de un city tour que recorre lo más bonito de la ciudad, ya que pasa por el elegante paseo Pereda, con sus casas de estilo clásico parisino del siglo XIX a la altura de Puertochico —frente al Club Marítimo (8)—, la calle Castelar y el largo paseo de Reina Victoria y la Península de la Magdalena (9), presidida por el palacio sede de la Universidad Menéndez Pelayo, antes de desembocar en El Sardinero (10), donde es un buen momento para tomar un café en algunas de las terrazas de la calle de La Cañía.
21.00 Ostras con champán y caracolillos de mar
Antes de cenar se puede ir abriendo el apetito con un tentempié a base de ostras de Cantabria o, algo más caras (pero no mucho), de Francia con una copita de champán o un buen blanco en el estupendo bar La Mar (Peña Herbosa, 11) (11). En el número 47 de la misma calle, la vermutería Solórzano (12) es uno de los locales con más antigüedad y solera de Santander. Aquí se viene a tomar rabas, mejillones en salsa picante o raciones de caracolillos de mar, que los santanderinos nunca llaman bígaros. Para beber, un blanco de solera, bastante más fuerte que los habituales. El local está decorado con motivos marineros, fotografías de alineaciones del histórico Racing desde los años cuarenta o de las tripulaciones de las traineras de Pedreña o Astillero.
22.00 Una cena casera o un señor centollo
En la zona trasera de Puertochico, la remozada calle Tetuán concentra unos cuantos restaurantes para una cena económica, deliciosa y regional de manos de la chef Ana Bezanilla en Casa de Comidas Tetuán (Tetuán 11) (13) o, si se quiere tomar un buen centollo y estamos en temporada, los clásicos Marucho (14) o Casa Silvio (15) están especializados desde hace décadas en cocina marinera.
Para cerrar la noche con unas copas, la céntrica plaza de Cañadío (16) —concurridísima en fines de semana y todas las noches de verano— concentra unos cuantos bares con sus mesas y taburetes al aire libre en verano, como el Ventilador o el Canela (Pl. Cañadío, 5).
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