Hotel Arima, habitaciones oxigenantes por fuera y por dentro

Conseguir un ahorro energético de entre el 70% y el 90% supone, además de un hito tecnológico, un imperativo de la nueva era sostenible anticipada por la pandemia. Es la condición necesaria para una certificación Passivhaus, que garantiza una ventilación inteligente, una incidencia de la luz solar determinada y materiales menos contaminantes que los convencionales para la prevención de enfermedades y la consecución de los objetivos de desarrollo sostenible prescritos por la ONU.

Con tales propósitos, el estudio Hoz-Fontán Arquitectos y la decoradora Sandra Tarruella dieron a luz uno de los proyectos hoteleros más consistentes de la última década: el hotel Arima, dentro del parque científico y tecnológico de Gipuzkoa. Los primeros ya habían diseñado una pasarela flotante sobre el mismo bosque de Miramón, pegada a un costado del establecimiento. Tarruella acredita un interminable portafolio de hoteles, como Casa Cacao, en Girona; el Grand Hotel Central, en Barcelona, o el Dear, en Madrid.

La geometría cartesiana en siete niveles del Arima, en medio de la arboleda, nubla enseguida al visitante por el desplazamiento compositivo de sus volúmenes, enfundados en una doble piel de perfiles de aluminio con una carpintería de madera y vidrios triples que permiten una iluminación natural interior muy tamizada y una gran hermeticidad. Es un agrado acceder a la recepción vestibular y deslizarse entre algodones hacia la pequeña barra de cafetería, ascendiendo luego a la terraza con piscina que, aunque poco profunda, por su estrechez invita al nado en días clementes.

En la primera planta se encuentra el restaurante Misura, un espectáculo botánico (ahora no operativo). Mientras, la cafetería Tilia invita a suculentos desayunos y una carta saludable, como lo amerita su pertenencia a la marca Small Luxury Hotels.

En dos niveles, las habitaciones cumplen con la sostenibilidad anunciada. Aislamiento acústico y térmico de última generación; mobiliario y lencería de materiales naturales, y, por supuesto, baja concentración de carbono, pues el edificio recurre a la geotermia y la aerotermia como principales fuentes energéticas. Claro que, con ese bosque enfrente, inhalar oxígeno es solo cuestión de respirar 13 veces por minuto.