Redescubrir Azca
La supermanzana madrileña concentra arquitectura, obras de arte como Isabella, de Jaume Plensa, y terrazas que vibran de nuevo
Ha hecho falta una crisis como la de la covid-19 para recuperar un espacio como el de Azca. Hasta hace nada, la mayoría pasaba de largo a toda velocidad, rara vez se detenía a valorarla, pero esta supermanzana madrileña concentra en sus cerca de 20 hectáreas, con rascacielos de hasta 160 metros de altura, edificios de oficinas, restaurantes y bares de copas, un buen puñado de ejemplos de arquitectura interesante y espacio verde en abundancia, ahora redescubierto por los patinadores y vecinos de la zona que, ya sea de mañana o por las tardes, se reúnen a pasear o sentarse en las fuentes bajo el vuelo nervioso de los vencejos.
El proyecto Azca (acrónimo de Asociación Mixta de Compensación de la Manzana A de la Zona Comercial de la Avenida del Generalísimo —el actual paseo de la Castellana—) nació a mediados de la década de los cuarenta del siglo pasado con la intención de albergar, además de un complejo de oficinas en una zona de Madrid hasta entonces deshabitada, un palacio de la ópera y un jardín botánico en la zona central de la manzana. Nunca se llevaron a cabo. El proyecto general que finalmente se aprobó en 1954 fue el del arquitecto Antonio Perpiñá. Pero las obras no arrancaron hasta el año 1968, con el levantamiento de, cómo no, El Corte Inglés. “Perpiñá ganó el concurso con una idea bastante radical que consistía en separar el tráfico peatonal del tráfico rodado en dos niveles, como se hacía en Estados Unidos. Por un lado, la superficie para los peatones, y bajo tierra, un anillo para el tráfico que organizaba la distribución de cada edificio en la superficie, por eso los edificios se construyeron alrededor de ese hueco virtual”, explica Gonzalo Pardo, arquitecto que con 25 años ganó el concurso de remodelación de la zona del año 2006 (que no llegó a ejecutarse). Pardo conoce el conjunto como la palma de su mano: “La distribución en niveles, como un microorganismo tridimensional, es algo único. Pero esta disposición en forma de milhojas, que entreteje además la comunicación en superficie entre los edificios, ha degenerado en muchas esquinas y recovecos poco seguros y en una desactivación de toda la zona central. Una heterotopía, como diría Foucault. Lo más interesante de Azca es, sin duda, todo el circuito inferior para el tráfico, con tentáculos de túneles que se extienden hasta dos kilómetros y está perfectamente ensamblado con los edificios en superficie”.
De todo el complejo, sin duda destaca la Torre BBVA como la más elegante y mejor construida. Inaugurada en 1981, tras seis años de obras, en la esquina de Castellana, 81, el arquitecto Sáenz de Oiza la diseñó de manera que el túnel del eje ferroviario Chamartín-Atocha pudiera pasar por debajo, algo que resolvió cimentando a ambos lados del mismo. De 107 metros de altura y líneas curvas, con las inconfundibles pasarelas que rodean cada planta, acero corten oxidado y cristal del mismo tono, fue nombrada en enero de 2019 bien de interés cultural de la Comunidad de Madrid. “Está construida de manera que cada tres pisos cuelga toda la estructura, algo que la hace icónica”, señala Pardo.
Su reinado en la zona perduró hasta la construcción de la Torre Picasso (1988), obra de Minoru Yamasaki, el arquitecto de las Torres Gemelas. De hecho, nos recuerda Gonzalo Pardo, reproduce la misma fachada o “piel” de los rascacielos neoyorquinos desaparecidos, con muy poco espacio para las ventanas porque el arquitecto estadounidense sufría de vértigo. “Contiene además un core interior para todas las ventilaciones del anillo de tráfico soterrado. A cambio, les concedieron un permiso para construir hasta los 157 metros de altura, por lo que hasta hace poco fue el edificio más alto del skyline madrileño, visible de noche desde más de 40 kilómetros”. Hasta 2002, también sería el rascacielos más alto de España.
En la esquina frente al ahora en obras estadio Santiago Bernabéu se encuentra la Torre Europa, de Miguel de Oriol e Ybarra. Su planta tiene forma de pistola, con el cañón apuntando hacia el difunto Palacio de Congresos de Madrid, y cuenta con un helipuerto en la azotea. Recién reformada la fachada con un nuevo revestimiento metálico, tiene las puertas giratorias más altas del país y un impresionante hall de entrada de más de 12 metros de altura, diáfano como una caja de luz. Merece la pena acercarse para ver en el exterior de la entrada la escultura móvil de George Rickey con las aspas moviéndose al viento sobre una lámina de agua.
Entre edificios de oficinas se esconden otras obras de arte. A quienes les guste la cabeza de Julia, de Jaume Plensa, en la plaza de Colón, en Azca pueden encontrar la de Isabella (2015), una pieza muy similar, de menores dimensiones, en la entrada a Castellana de la Torre BBVA. Cilindros en el espacio (1978), una escultura de acero inoxidable en forma de cubo, obra de Enrique Salamanca, se encuentra a la espalda de El Corte Inglés, donde es fácil tropezarse con quinceañeros bailando hip-hop o haciendo parcour aprovechando los desniveles del terreno y el mobiliario urbano, como los bancos Escofet de Tuñón y Mansilla. Son quizás estos adolescentes los que mejor han entendido la utilidad de este extraño desierto en medio de la ciudad, tan difícil de hacer habitable. Hasta ahora.
Azca también cuenta con espacios gastronómicos y para el ocio, aunque aún bajo las restricciones propias de la fase de la desescalada en la que se encuentra Madrid. Desde 2014 (con un par de años de parón), con el fin de dinamizar la plaza de Pablo Ruiz Picasso se ha venido celebrando el tercer fin de semana de cada mes MadrEAT (madreat.org), un festival de food trucks con actuaciones de música en directo ahora pendiente de poder confirmar su próxima edición. También muy recomendable, la zona cuenta con las amplias terrazas —ya abiertas, aunque con limitación de aforo— de La Picassa (lapicassa.es) y Lateral (lateral.com). Y el próximo miércoles reabre el restaurante Honest Greens Castellana (honestgreens.com), con una carta basada en productos orgánicos. Para quienes busquen un lugar de comida casera, con fotos de Rita Hayworth por todas partes, el restaurante Rita ofrece menús por unos 12 euros (por el momento, solo en su terraza) en los soportales de la calle de Orense, donde se concentra una de las mayores zonas de la ciudad de compras, de bares y gimnasios, discotecas setenteras como Nuit, librerías indispensables como una de las sedes de La Casa del Libro en la capital y un buen número de pequeños comercios que han reabierto sus puertas con una nueva realidad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.