Design Plus Bex, desayuno en la cámara acorazada

La entrada es eucarística. Entre el raso de mármol, los acuñamientos dorados del techo, las monedas apiladas a guisa de pilares ceremoniales y otros guiños ornamentales de evocación financiera, el viajero se encumbra progresivamente por la ceca hacia un altar que preside un bitcoin de plata. Se concelebra la liturgia heráldica de ese poderoso caballero que es don dinero en su cuna bancaria por excelencia: las oficinas del antiguo Banco Exterior de España. BEX, a secas, en su nueva configuración hotelera.

El arquitecto y promotor inmobiliario José Acosta Matos fue el responsable de acometer la rehabilitación de este edificio art nouveau en el distrito financiero de Las Palmas de Gran Canaria. Tuvo como ayudante en el empeño al interiorista local Sergio Macías, autor del gastrobar Buenclima, en la playa de Las Canteras. Podría deducirse del experimento que la atmósfera del hotel invita a repetir algunas escenas de Atraco perfecto, película de Stanley Kubrick. Pero no. El conjunto de las instalaciones no es tan peliculero como se supone.

Las habitaciones ofrecen un tamaño razonable, muchas de ellas con vistas al muelle de La Luz, donde recalan los cruceros turísticos que arrojan cada año una cifra cercana a los 500.000 pasajeros (otro medio millón completa el tráfico marítimo entre las islas Canarias). El mobiliario asume las claves del racionalismo industrial a pesar de su colorido mediterráneo. Algunos de los apartamentos funcionan como viviendas turísticas en el edificio de enfrente. Y con mucho éxito.

Arriba, la terraza del Bex se ha convertido en poco tiempo en el verdadero parqué musical de la ciudad. Su estanque-piscina y su panorámica abierta al puerto juegan a favor de una nocturnidad divertida y campechana.

Pero el “rugido de los años veinte”, como lo denominan sus promotores, se oculta en el restaurante, en la planta -1. Por mucho que se busque en el panel digital del ascensor la planta 0 es inexistente. El cero es la bancarrota y hay que evitar mentarla a toda costa. El ambiente está tan bien conseguido que el huésped siente en el gaznate, a sorbos de café caliente, estar encerrado en la cámara acorazada de un banco.

Aviso a soñolientos desayunantes: dos grandes butrones en los muros de hormigón revelan que los cacos ya han efectuado su atraco y se han escapado con el lagarto.