Varsovia, pura efervescencia artística
Fábricas convertidas en centros culturales y de ocio, grafitis, arte contemporáneo y bares 'hipsters' en la ciudad del río Vístula, que también recuerda a Chopin
El pasado 29 de abril, frente al Museo Nacional de Varsovia, cientos de personas se manifestaron por la libertad de expresión haciéndose selfis comiéndose un plátano. El acto era una protesta por la decisión de la institución cultural de retirar de una exposición —por “obscena”— la obra de la artista Natalia Lach-Lachowicz (1973) en la que una mujer aparecía comiéndose una banana. La pieza desapareció de las salas, pero la manifestación apareció en todos los medios europeos. En cierta medida este simbólico acto de rebelión espontánea resume el momento que están viviendo la capital polaca y sus 1,7 millones de habitantes, sumidos en el reto de hallar un equilibrio entre la cultura conservadora y la contemporánea, la tradición y la hipsterización.
10.00 Bagles con remolacha
En Varsovia los desayunos son muy importantes. Los que empiezan la jornada en Bulke Przez Bibulke (Zgoda, 3) se han dejado llevar por la internacionalización del bagle que aquí sirven con un producto de la tierra: la remolacha al horno. Esta parada de espíritu orgánico se encuentra a medio camino entre el mítico Palacio de la Cultura y la Ciencia (1) (Plac Defilad 1) y el Museo Nacional de Varsovia (2) (Jerozolimskie, 3), el centro de arte más importante de Polonia. Saqueado por los nazis durante la II Guerra Mundial, guarda cerca de 800.000 objetos rescatados y una colección pictórica con nombres como Botticelli, Rembrandt o Tintoretto. Visitar sus galerías sirve para conocer de dónde viene el acervo cultural de este país tradicional (se calcula que el 87% de sus 38,4 millones de habitantes es católico practicante), la sexta nación más poblada de la Unión Europea.
11.30 Mañana con arte
Para empaparse de música clásica uno puede instalarse la app Chopin in Warsaw y seguir los pasos del compositor por la ciudad. Quien prefiera la creación cultural más actual puede acercarse al castillo Ujazdowski (3) (Jazdów, 2), el centro de arte contemporáneo más importante de Varsovia. “En la última década han surgido interesantes instituciones, galerías y artistas”, dice Malgorzata Ludwisiak, directora de este espacio ubicado en un castillo del siglo XIII varias veces reconstruido, que añade a sus sorprendentes salas de exposiciones unas vistas casi aéreas al concurrido parque de Ujazdów.
14.00 Comida callejera
Las pyzy son unas bolitas de patata rellenas de carne estofada que se encuentran en muchos restaurantes de Varsovia, como en las barras de Hala Koszyki (4) (Koszykowa, 63), que ocupa una nave art nouveau de principios del siglo XX. Para un público joven, y de forma temporal hasta acabar el verano —y ya van tres años—, está Nocny Market (5) (ul. Towarowa, 3). La antigua estación de trenes Warszawa Glówna acoge esta cita en la que la música de DJ ambienta un espacio con neones en el techo, puestos de camisetas y comida callejera. Además de comer y tomar una copa, uno puede hasta hacerse un tatuaje. Muchos acabarán después tomando algo al otro lado del río Vístula, en el barrio de Praga.
Koneser reúne en un viejo edificio industrial restaurantes, escenarios de música y hasta un Google Campus
16.00 Cruzando el río
Roman Polanski eligió alguna de sus calles para rodar escenas de El pianista (2002), ya que el barrio de Praga fue el único de Varsovia que quedó casi intacto tras la II Guerra Mundial. Hoy es la zona de la ciudad donde mejor se palpa su modernidad. “Este área fue olvidada durante mucho tiempo, pero cuando se inauguró la nueva línea de metro, el proceso de gentrificación fue drástico”, cuenta la ilustradora polaca Ola Niepsuj. El arte urbano, acomodado en sus medianeras, se mezcla aquí con los altares cristianos de los patios. Y la calle de Zabkowska (6) es el eje principal de esta cultura alternativa.
17.00 La vida tranquila
El barrio de Praga funciona, en sí mismo, como una pequeña ciudad con diferentes áreas con personalidad propia. El epicentro de uno de ellos es la Soho Factory (7), una antigua fábrica de motocicletas que acoge ahora talleres de artistas, restaurantes y el famoso Museo de los Neones (8) (Minska, 25), con una curiosa exposición de carteles luminosos de la época socialista. Muy cerca se encuentra una zona residencial repleta de edificios funcionalistas: Saska Kepa (9). Y en la calle de Francuska (10) se multiplican los pequeños restaurantes con terraza, cafés de estilo parisiense y señoras que pasean a sus perros. No es casualidad, a dos paso se sitúa el gran parque de Skaryszewski, en cuyo estanque se puede alquilar incluso una piragua.
18.00 Terrazas que parecen solares
Una montaña de peluches tamaño XXL se distribuyen por el suelo y los sofás de Praska (11) (Brzeska, 23). Este restaurante con aspecto de bar ofrece comida vegana, estética decadente y buenas cervezas locales. El público pide en la barra y se acomoda en sus rincones interiores o en la zona exterior con libertad. Podría parecer un aparcamiento abandonado o un solar en ruinas, pero es la terraza del local. En el barrio de Praga casi todos los establecimientos se abren a sus espaldas, sin juicio, con música en directo y tumbonas para las nuevas generaciones de varsovianos. En la esquina, un estudio de tatuaje; frente a él, otro local donde un cantante de rap coge el micrófono. Pura modernidad.
19.30 Mercadillo y vodka
Unos torreones de ladrillo anaranjado son parte del perfil urbano. La antigua destilería de vodka de Varsovia, ubicada en un edificio industrial de 1897, se ha convertido en el centro cultural, social y de ocio Koneser (12) (Plac Konesera, 2). Restaurantes, bares, zona de compras con jóvenes creadores polacos, música en directo en un gran patio central, hotel urbano y hasta un Google Campus cierran el círculo de este gran espacio donde siempre están ocurriendo cosas. La visita puede comenzar en el Museo del Vodka (13) para así entender cómo y por qué aquí llevan 500 años brindando.
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