Por la costa de Cádiz en busca del atún de almadraba
Vestigios de ciudades antiguas, animados puertos pesqueros, anclas, redes y joyas de la Antigüedad en un recorrido vibrante por enclaves ligados a este arte de pesca único
Por el extenuante trabajo en el mar. Por el olor a sal. Por la memoria de los padres y abuelos que se marcharon. Por la identidad familiar y cultural de sus pueblos. En Cádiz, la pesca del atún de almadraba trasciende a las capturas de cada temporada, que desde hace milenios se desarrollan de febrero a julio. Con la llegada de la primavera, centenares de marineros gaditanos construyen efímeros laberintos de redes en el mar frente a las costas de Conil, Tarifa, Barbate y Zahara de los Atunes, únicos lugares del Estrecho donde se mantiene esta forma tradicional de captura del atún.
Lo hacen tal y como lo aprendieron de sus antepasados en un arte de pesca milenario que procede, con leves variaciones, del asentamiento de los fenicios en la zona (siglo VIII antes de Cristo). Tan amplio bagaje ha dejado en la provincia una huella indeleble en forma de un patrimonio que va más allá de lo temporal y lo inmaterial. Antiguas ciudades y poblados, torres vigías, construcciones abandonadas, documentos y piezas de museo forman parte de este legado visitable que recorre la costa desde el Estrecho de Gibraltar hasta la desembocadura del Guadalquivir.
Baelo Claudia
El punto más meridional del patrimonio asociado a la almadraba de Cádiz es, también, de los más antiguos que se pueden contemplar. En la playa de Bolonia se conservan los restos de la ciudad de Baelo Claudia (Tarifa), una población romana que alcanzó su cenit de esplendor entre los siglos I y II gracias a la pesca, principalmente, de atunes en el Estrecho. La ciudad se hizo famosa por sus factorías de producción de garum, una popular salsa romana elaborada con vísceras de pescado y especias. Las ruinas de las antiguas factorías de salazones y de edificios nobles como el teatro, templos o el foro son los principales atractivos de la visita a Baelo Claudia. Durante esta última semana de agosto se puede redescubrir el yacimiento gracias a las representaciones nocturnas de teatro.
El Castillo de Zahara
Zahara de los Atunes es una de esas localidades que –además de en su nombre– mantiene viva la tradición de la almadraba. En tierra, este arte de pesca también tiene su huella histórica: el castillo de Zahara, también conocido como Palacio de las Pilas. El edificio está ligado a Alfonso Pérez de Guzmán, fundador de la Casa de los Medina Sidonia en el siglo XII, linaje que gestionó las almadrabas hasta finales del siglo XVIII. El edificio –declarado Bien de Interés Cultural, pero semiderruido– está concebido como una fortaleza que servía como infraestructura auxiliar al trabajo que se realizaba en el mar. La construcción cumplía una doble función: proteger de los ataques piratas y guardar pertrechos y artes de pesca más allá de la temporada anual de pesca.
Desembocadura del río Barbate
No es casualidad que el término almadraba, procedente del árabe andalusí, signifique lugar donde se golpea y lucha. Barbate es otra de esas ciudades en las que esa pelea con el atún se mantiene viva. La localidad ha conseguido consagrarse como uno de los lugares de visita obligatorios para quien quiera degustar el manjar –por ejemplo en El Campero, uno de los mejores restaurantes especializados–, pero además exhibe un amplio patrimonio almadrabero que aún se mantiene en uso.
En las inmediaciones de la Lonja Vieja se sitúan edificios y espacios necesarios para el mantenimiento de la actividad, como el Real de la Almadraba (donde se guardan pertrechos y artes de pesca desde hace más de 50 años) o el varadero donde se repara la flota de Conil, Zahara y Tarifa. En la desembocadura del río Barbate se mantiene amarrada buena parte de las embarcaciones que emplean estas almadrabas –agrupadas bajo el nombre comercial de Gadira–, cuando están fuera de la temporada.
La Chanca de Conil
Conil de la Frontera es una de las localidades almadraberas en activo que luce más patrimonio histórico asociado a esta pesca tradicional. La Chanca de Conil es un edificio con más de 8.000 metros, datado en el siglo XVI, que servía a los duques de Medina Sidonia como espacio de almacenaje y de preparación del atún. El edificio, hoy rehabilitado, alberga un centro de interpretación de la almadraba que resulta especialmente interesante para comprender el funcionamiento de la intrincada red de laberintos de redes que se tejen en el mar.
El puerto de Conil y sus torres vigía
Los atunes pasan por el Estrecho de Gibraltar en su ruta migratoria hacia el Mediterráneo. Es ahí cuando se ven atrapados en cada una de las cuatro almadrabas gaditanas que aún mantienen su actividad, gracias a un sistema de pasillos de redes que se monta cada año y desemboca en el copo, espacio final donde se realiza la captura. Para poder crear cada una de estas infraestructuras efímeras hacen falta decenas de anclas que, fuera de la temporada, se colocan a las afueras del puerto Conil, en un bello paisaje justo al lado del chiringuito El Tergal, punto de encuentro de conileños y marineros.
A pie de la línea de costa, de Conil a Chiclana de la Frontera, se conservan las antiguas torres vigía que, además de sus fines defensivos, servían para calar las almadrabas antes de la invención de los sistemas de geolocalización. La más inmediata al puerto, hoy luce reconvertida como el faro de Roche. A ella se suma la de Castilnovo y la Torre de Guzmán (esa ubicada en el casco histórico de Conil)
El poblado de Sancti Petri
La gestión de los Medina Sidonia de las almadrabas fue sustituida por el Consorcio Nacional Almadrabero, una entidad que gestionó entre los años 20 y 70 del siglo pasado las infraestructuras que existían en la costa de Huelva, Cádiz y Almería. De aquella época queda el atractivo poblado de Sancti Petri, ubicado en una pequeña península del mismo nombre en Chiclana de la Frontera. Aunque buena parte se derribó hace años, aún quedan en pie La Casa del Farero, el antiguo cine, la capilla y viviendas de marineros.
El lugar, ubicado en un caño entre marismas y salinas cerca del mítico Castillo de Sancti Petri donde se creía que estuvieron en la Antigüedad los templos de Melkart, primero, y Hércules, después, exhibe bellas puestas de sol y bares de clubes de pesca en los que se puede degustar buen pescado a bajo precio. Además, acoge este próximo fin de semana las últimas jornadas del Concert Music Festival (hasta el 1 de septiembre ), con más de 40 espectáculos musicales.
La Antigüedad en el Museo de Cádiz
El Museo de Cádiz es famoso, entre otras piezas, por sus sarcófagos antropomorfos fenicios, pero son solo una parte del amplio y valioso legado que atesora en la sección arqueológica del centro. Entre la abundante joyería fenicia se encuentra un anillo con un bajorrelieve en el que se representan dos atunes, lo que ya indica la importancia que en el pasado daban a esta especie. Los vestigios del comercio marítimo, tanto en la etapa fenicia como en la romana, sirven también para darse cuenta de lo que suponía la industria pesquera y de los salazones para los antiguos habitantes de estas localidades gaditanas. Restos de ánforas o anclas son algunas de las piezas arqueológicas que se atesoran en el Museo.
El Archivo de la Casa de los Medina Sidonia
“Para los hijos de los duques, la almadraba era una fiesta y al mismo tiempo una escuela (…). Cuando tocase heredar al sucesor, sabría lo que tenía que saber, en torno a las costumbres y la pesca de atunes, sin ser conscientes de haberlo aprendido”. Citas como ésta, escritas en abundante documentación sobre el pasado de las almadrabas durante el periodo de control de los Medina Sidonia, se atesoran con mimo en el archivo de la Casa de los Medina Sidonia, en Sanlúcar de Barrameda, sede de la fundación.
El archivo atesora 6.224 legajos y está considerado como uno de los fondos privados más importantes y valiosos de Europa. Aunque las instalaciones son visitables solo para investigadores, existen rutas guiadas las mañanas de miércoles, jueves y domingos. Además, el palacio posee una bella cafetería en una parte de sus jardines, salones y una hospedería, convertida en uno de los alojamientos con más encanto de Sanlúcar.
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