Entre azules por el espigón
Cinco rompeolas construidos para proteger sus puertos del oleaje se convierten en espacios privilegiados para largos paseos marítimos
Se erigieron para resguardar los puertos, si bien su cualidad de paseos marítimos traspasa la finalidad de contención para la que fueron diseñados. En ellos se amplían las perspectivas. Todo respira salobridad. Nada ensancha tanto los pulmones como disfrutar de la brisa con el mar a cada lado, siempre y cuando no castiguen los temporales.
1. Dos por uno
Castro Urdiales (Cantabria)
La iglesia acantilada de Santa María, el faro emplazado en una de las torres del castillo, la ermita de Santa Ana. Y como extensión, un rompeolas muy prescrito para ejercitarse. En las redes se ha extendido la costumbre entre los paseantes de dar una patada al muro del puntal, queriendo propiciar de alguna manera la buena suerte antes de iniciar el regreso. Desde la baliza se enhebra la mejor panorámica: el barrio modernista, el casco viejo, el monte Cerredo y su importante buitrera, la costa vizcaína. Entre semana es posible ver traineras en pleno entrenamiento.
El rompeolas fue recortado hasta los 545 metros, y con el material sobrante se erigió el muelle de Don Luis. Este contradique es usado como solárium por quienes odian impregnarse de arena, atisbando la villa Toki Eder (1901), de gusto clasicista, perteneciente al conjunto residencial Ocharan. El muelle dispone de chiringuito, y desde sus piedras se zambullen los más pequeños. A 350 metros sigue abierto el atractivo hotel Las Rocas.
2. Los cubos de Ibarrola
Llanes (Asturias)
El rompeolas llanisco aún conserva Los cubos de la memoria (2001), intervención artística que Agustín Ibarrola realizó en los dados de hormigón, cuya pintura se presenta muy desvaída por la acción de los elementos. Resguardado del mar está el sector figurativo, a la vista del tendedero de redes, del faro y de su respaldo, la sierra del Cuera. Por las escaleras de piedra alcanzamos la banda exterior, los diseños más abstractos de Ibarrola —líneas curvas en formas cuadradas— teniendo como telón de fondo la playa del Sablón y el extremo del paseo de San Pedro.
De paso queda la taberna marinera El Bálamu (985 41 36 06) y su bonito a la plancha o sus fritos de pixín (rape), además de pescados nobles como el virrey, que para algo comparte edificio con la lonja. Es más: una puerta de la taberna comunica con la galería desde donde se ve rular (subastar) el pescado a partir de las 16.30. Los barcos llegan espaciadamente a lo largo de la mañana.
3. Ganando espacio público
Nuevo paseo del Rompeolas, Barcelona
El paseo marítimo de la Barceloneta llegaba hasta el exclusivo hotel W Barcelona, conocido como hotel Vela. Hasta que en 2018 se abrió en la bocana norte su prolongación, el Nou Passeig del Trencaones (nuevo paseo del Rompeolas), de 400 metros de largo y 4.920 metros cuadrados de superficie. El punto de inicio es la plaza de la Rosa dels Vents, decorada con una escultura de Ricardo Bofill en la que las barras de la bandera catalana lucen giradas helicoidalmente. Hay también un mirador al mar y un puesto de helados, y está previsto que en 2022 abra en esta plaza el edificio del Museo Hermitage proyectado por Toyo Ito.
El pavimento ocre de 10 metros de anchura deja a un lado la lustrosa balaustrada junto al mar y al otro la dársena de embarcaciones deportivas de la Marina Vela Barcelona, puerto deportivo de última generación. El paseo finaliza en un graderío desde el que se puede atisbar el paso de grandes transbordadores. El sol cae tan de plano que se recomienda postergar la visita al final de la tarde.
4. Puerto verde
Armintza, Lemoiz (Bizkaia)
En los rompeolas, la línea recta marca a los caminantes el camino de vuelta. Salvo en localidades como Armintza, cuyo espigón en forma de ese refuerza los escollos naturales que protegen (insuficientemente) el puerto de las galernas.
Primero habremos fotografiado el dique bumerán desde el humilladero del monte Gaztelumendi, atalaya elevada sobre el caserío y a la que se sube a pie. La escollera gana en belleza por el escenario de verdes montañas que se disfruta a placer desde los bancos. El arribo a puerto siempre fue comprometido para las embarcaciones, y es habitual la presencia de pescadores con caña, tanto diurnos como nocturnos, a la busca del chipirón. El menú del restaurante Noray (946 87 92 85) cuesta 27,50 euros, bebidas y café incluidos.
5. El sonido de las olas
Dique Juan Carlos I, Huelva
Para impedir la llegada de la arena al canal de entrada al puerto onubense no quedó otra que tender un espigón de 2,5 kilómetros en paralelo a la costa, de acceso peatonal (nunca bajo fuertes oleajes), y que impresiona al verse el viajero mar adentro, muy adentro.
Antes de esta invitación al paseo atravesaremos el paraje natural Marismas del Odiel, donde tan cerca picotean flamencos y aves limícolas. Le sigue el puente del Burro (levadizo) y la atractiva playa del Espigón, donde bañarnos antes o después de la caminata. Este extenso arenal rectilíneo cuenta con un sector reservado a mascotas.
Pescadores y paseantes, todos bien surtidos de sombreros y agua, son los usuarios habituales camino de la baliza. Anima el paseo el dragar de los barcos coquineros y quizá el paso de gigantescos barcos cargados con gas argelino. La autoridad portuaria recomienda extremar las precauciones por las dificultades en caso de rescate.
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