Anantara Vilamoura, lujo asiático en el Algarve

Niquelado de exotismo siamés, el grupo Minors Hotels —reciente propietario de la cadena española NH— se establece en el Algarve portugués con la transformación del antiguo hotel Tivoli Victoria en el deslumbrante Anantara Vilamoura. Cierto es que el aterrizaje aún no ha contemplado un rejuvenecimiento estructural del resort, pero sí vemos ya en la carta de servicios que la expresión turística de este lujo (asiático) posee brillos desconocidos en Europa. Antes incluso de franquear el pórtico de entrada, Luis Neves sale al encuentro de los viajeros con la apostura metódica que le confiere su oficio de mayordomo en la edad dorada de la hospitalidad. Avanzamos por un complejo de vestíbulos, salones, corredores, miradores, jardines con palmeras, terrazas interminables, piscinas y el verde reluciente de un campo de golf que, en su inmensidad, apenas deja ver el mar.

Nuestro guía nos conduce a través del mármol travertino de techos, paredes y suelos, entre muebles de mimbre, cerámicas algarvías y lienzos tejidos a mano hacia el vientre de Anantara. El restaurante gastronómico Emo ofrece al chef Bruno Viegas la oportunidad de abastecerse de un huerto propio. La marisquería Ría cuenta con todo el Atlántico a su frente. Victoria se centra más en las especialidades portuguesas. El Lounge & Bar es de petiscos (tapas de aperitivo). Y, al aire libre, están los Palms Pool Bar y Cascades Pool Bar. En el spa se dan tratamientos corporales, manicura y pedicura con productos de Elemis. Y también clases de yoga y taichí en cualquiera de las cuatro piscinas.

Neves nos conduce a la habitación por un laberinto encendido de fotografías, pinturas y esculturas de artistas prominentes como João Louro, Adelina Lopes, Pedro Calapez, Nuna Cera, Gabriela Albergaria o Mariana Viegas, expuestos gracias a la colaboración del estudio Promontorio. Una bandeja de frutas y chocolates indica que, por fin, nos aposentamos en un dormitorio amplio, luminoso y limpio por demás. Ambientado en suaves tonos cremas, ocres y rojizos. Equipado con toda suerte de lujos que incluyen una ducha de lluvia fina, como no podría ser de otro modo.

Y, sí, con terraza abierta a la alfombra verde moteada de riñones arenosos que da fama al Victoria Golf Course, el campo de 18 hoyos par 72 que diseñara el legendario Arnold Palmer.