12 playas muy chulas y nudistas
De las calas salvajes de Cabo de Gata al azul intenso de Son Real, en Mallorca, y la vizcaína Muriola, arenales españoles muy apetecibles para el primer chapuzón del año
La brisa marina, el sol como promesa de vitalidad, el rumor de las olas, la sensación de libertad al percibir los elementos a flor de piel… Todo en estos arenales bien preservados genera un impulso nudista. Del total de 3.000 playas españolas, el naturismo se disfruta en unas 450, especialmente antes de mediados de junio, inicio de la temporada alta. La web de la Federación Española de Naturismo incluye un mapa con arenales, centros turísticos y asociaciones en España. El 7 de julio se celebra el Día Mundial del Naturismo y el 21 de julio, el Día sin Bañador. Liberarse del pudor está de moda, si bien la presencia —y el abuso— de las cámaras en los omnipresentes teléfonos móviles cohíbe a muchos. Los siguientes arenales son escenarios perfectos para una jornada playera y sin textiles.
1. Junto a la línea del tren
Savinosa (Tarragona)
El hotel Sant Jordi, un alojamiento de carretera muy cuidado con vistas a la playa de la Savinosa, marca la entrada al amplio aparcamiento desde el cual nos encaminamos a la platja por debajo de la vía férrea. Es un arenal urbano que en 350 metros fusiona los dos modelos playeros: el consustancial con los bañadores y el de quienes prescinden de ropa, en un sector prístino, tachonado de pinos y una presencia arbustiva de palmitos y lentiscos. La arena de esta Costa Dorada tira al blanco en cuanto uno se sumerge en el agua. Al sonido del tren uno se habitúa enseguida.
La vila Joiosa, senderismo y snorkel
El Ayuntamiento de La Vila Joiosa (Alicante) ha hecho suya la filosofía del colectivo nudista local a través de una ordenanza de 2017 en la que no se establecen consideraciones indumentarias en sus playas, potenciando el uso sin textiles (no obligatorio) en dos de ellas.
Aparte de la caleta de l’Esparrelló, situada a los pies del hotel Montíboli, la del Racó del Conill (Rincón del Conejo) resulta la más visitada. Antes de tomar la cuesta de acceso está el mirador con el cartel —conejito asexuado incluido— que anuncia la raigambre del lugar; en valenciano estar desnudo se dice “anar en conill”. Desde el mirador se puede tomar el sendero (20 minutos) a la torre vigía del Aguiló (siglo XVI).
La doble caleta de piedrecillas, en la que ondea la bandera oficial nudista y por donde se reparten folletos alusivos a su condición, tiene como primer reclamo aguas con toda la gama del verde y el azul, lo mismo que fondos muy apetecibles para sumergirse sin ropa y con gafas de buceo. Parece increíble encontrar tal paraíso, con chiringuito de verano incluido, al lado mismo de Benidorm.
2. Pinos versus dunas
Los Tusales (Guardamar del Segura, Alicante)
Esta playa rectilínea —que despierta entusiasmos— dispone, tras el cordón dunar, de un kilómetro de pinares plantados hace un siglo a fin de evitar que Guardamar quedara sepultada por la arena. El Marjal Guardamar Camping & Resort, con gran oferta de servicios, sirve de referencia geográfica para conducir en paralelo al último kilómetro del cauce original del río Segura, ensanchado para mejorar el drenaje en caso de inundación. En la piscifactoría nos disponemos a caminar por la pasarela hasta la platja lliure (playa libre). Mientras pisamos madera brillan los textiles, pero en cuanto dejamos de hacerlo, el naturismo hace acto de presencia sobre la arena dorada entreverado con paseantes en bañador que cubren la ruta entre El Rebollo (Elche) y el espigón fluvial.
3. A la vista del cabo Cope
El Charco (Águilas, Murcia)
A la presión ecologista debemos que la Marina de Cope esté libre de urbanizaciones. Como botón de muestra, este rincón de arena y chinorro (piedrecillas), de uso preferentemente naturista, que pertenece al parque regional de Cabo Cope y Puntas de Calnegre. Desde la torre de Cope avanzamos 1,4 kilómetros y, nada más rebasar un chalé entre árboles, giramos por la pista. No se echan en falta infraestructuras cerca de la punta del Charco. Aunque linda con un chalé, el cemento queda compensado con el bosquete de tamariscos o tarayes de las subespecies africana y boveana. No lejos aguarda el chiringuito Tortuga Mora, mientras el hotel Mayarí, de Calabardina, es una opción de alojamiento con encanto.
4. Cuidada con esmero
Aiguadolç (Vilanova i la Geltrú, Barcelona)
Desde hace cuatro años, la Asociación Naturista Playa de l’Aiguadolç se preocupa por mejorar y preservar sus servicios y difundir su carácter naturista. Desde el aparcamiento se atraviesa el túnel bajo las vías escuchando el sonido férreo tan característico de muchas playas catalanas. A la derecha del arenal de Sant Gervasi vemos Aiguadolç, protegida del viento por un talud: 150 metros de arena fina y entrada gradual al mar. Los naturistas la disfrutan sobre todo de mañana. Los días laborables los bañadores no alcanzan el 20%, considerado el tope para que no se desvirtúe la identidad nudista. En el Xiringuito Miramar esperan arroces con buena relación calidad-precio.
5. Bajo el volcán
Montaña Pelada (Granadilla de Abona, Tenerife)
Solo a vista de dron se advierte que este escarpe de extraña coloración es una caldera volcánica de un kilómetro de diámetro (de las mayores del sur tinerfeño). Tiene categoría de monumento natural. Si bien en pleamar queda una playa de arena negra, es con marea baja cuando el bañista puede exponerse a cuerpo limpio entre los recovecos angulosos. En estas dunas fósiles se muestra la forma explosiva en que interactuaron el magma y el Atlántico. El atún es el principal eje de la propuesta del restaurante El Ancla, y las tapitas canarias caseras, el del bar Twister.
6. Entre virgen y rural
Balieiros (Riveira, A Coruña)
A un costado del istmo que conduce al faro de Corrubedo se extiende una playa abierta al mar y a los vientos, poco frecuentada —surfistas y pescadores de sargos y lubinas son los visitantes más asiduos—, que satisface las apetencias de adanismo entre los resquicios rocosos. Y una curiosidad: este arenal del parque natural de Corrubedo es conocido como moridero de ballenas. Con pleamar la arena queda muy disminuida. El renovado hostal Balieiros tiene un bar de picoteo (navajas, costilla ibérica…) y en junio abrirá también un restaurante con menú degustación a cargo de los chefs Jesús Crespo y Lara del Río.
7. Mar azul cielo
Finca pública Son Real (Santa Margalida, Mallorca)
Los cuatro kilómetros de litoral pertenecientes a la finca pública Son Real se disfrutan en condiciones de absoluta naturalidad. Primera parada: la oficina de información y el centro de interpretación (entrada gratuita) que ocupan las antiguas viviendas de la possessió. Después podemos tomar a pie la ruta azul, algo boscosa; o casi mejor, dar un rodeo y aparcar en Son Bauló. Quedaría costear dos kilómetros hasta pasar la imponente necrópolis talayótica y ponerse a la altura del islote de los Porros, que marca el área donde se combina la desnudez con los textiles. El suelo es más bien rocoso, algo que uno aprecia en cuanto extiende la toalla, pero los azules mayestáticos de la bahía de Alcúdia lo compensan todo.
8. Con marisco
Muriola (Barrika, Bizkaia)
Aparte de por el golfista Jon Rahm, Barrika (1.560 habitantes) es conocida por su playa orientada a la bahía de Gorliz. Con un poco de arena fina y un mucho de gravilla procedente de un antiguo lavadero de piedra, su acceso se realiza por escalones labrados naturalmente en el declive. Por su resguardo del mar se comprende que sea una de las calas de tradición naturista más codiciadas de este tramo de costa vizcaína, pese a la invasión textil que sufre en especial los fines de semana veraniegos. Eso sí, por la tarde, las sombras dominan La Cantera, la otra forma con que se denomina a esta playa. En la marisquería Ipar Itxaso II (+34 946 76 32 96), los clientes eligen las materias primas y esperan a que se cocinen mientras compran la bebida.
9. Arena a rebosar
Vinyeta (Calella, Barcelona)
El abrupto acantilado y los islotes desgajados del macizo del Montnegre mueven a confusión: no, esta atractivísima playa no pertenece a la Costa Brava, sino al Maresme. Del aparcamiento recién ampliado y situado bajo el faro de Calella salimos a pie salvando la carretera y la vía férrea a través del túnel subterráneo. Pasado el chiringuito Rocapins y su pared de escalada, comienza tras unas rocas el sector naturista, de aguas profundas y transparentes y que este año anda sobrado de arena.
10. Bien escondidas
Binimel·là (Es Mercadal, Menorca)
Uno de los secretos naturistas mejor guardados de Menorca se halla donde nadie lo busca. Se trata de tres caletas invisibles desde el aparcamiento situado junto al restaurante Binimel·là (+34 971 35 92 75), donde Eduardo Pascual lleva la friolera de 23 años guisando paellas. Pareciera que la faz oriental de la playa fuera toda de roca. Pero no: se trata de un trío de caletas muy codiciadas y alejadas de la (esta sí) famosa cala Pregonda.
11. En el parque natural
Chicré (Níjar, Almería)
Al parque natural de Cabo de Gata-Níjar conviene ir antes de que, a mediados de junio, entren en vigor las restricciones a los vehículos privados. A la playa de Chicré se llega, dejando atrás la de Mónsul, bajando a pie desde la valla que impide el tránsito en coche al faro. Esta cala rocosa y de arena fina y dorada de 50 metros es gemela de cala Carbón, escenario de la película El Niño. Desde Chicré sale un camino que comunica con la cala de la Media Luna, que también vale la pena visitar por los escenarios rocosos desde los que tomar el sol.
12. Comunidad con el surf
Jarugo (Puerto del Rosario, Fuerteventura)
La impresión general es de lejanía en este playazo casi permanentemente desierto, fragoroso, usado por surfistas cuando en el resto del norte de Fuerteventura a las olas les falta la altura mínima (unos 20 centímetros). Aquí el Atlántico castiga la costa occidental majorera, peligroso para el baño, y en cuyo rubio arenal desemboca un arroyo. Lo suyo es acceder desde Tindaya (La Oliva). La mayoría de nudistas suelen pasar en bajamar a una caleta escondida en la parte sur, lejos de todas las miradas. Jarugo da nombre a una de las habitaciones del hotel Mahoh, a unos 25 minutos en coche desde la playa, cerca de La Oliva.
Cuatro pistas gastronómicas muy especiales
Comer a cuerpo es otro placer nudista para el que se exige al comensal, por higiene, aposentarse sobre toallas o cualquier textil. El restaurante La Barraca, en la playa de Cantarriján, en Almuñécar (Granada), acaba de abrir ocho mesas (50 comensales) sin código de etiqueta animado por Amigos de la Playa Nudista de Cantarriján. Conviene decantarse por el pargo al horno y preguntar por las cenas temáticas y las fiestas cubanas de los miércoles. A partir del 15 de junio el acceso se realiza en autobús desde la carretera.
Otro local para comer sin bañador es el restaurante (menú sin bebidas, 9,50 euros) del camping naturista El Portús, en Cartagena (Murcia). Quienes no pernocten en el recinto deben pagar un pase para público nudista (el diario cuesta 5 euros), que da derecho a disfrutar de la piscina, las duchas y los aseos. Y otras dos pistas naturistas: el chiringuito camuflado en el arenal de Torimbia (+34 687 03 00 23), en Llanes (Asturias), que además de servir paellas se ha equipado con una parrilla para el chuletón, el bonito y las sardinillas. Y a partir del 1 de junio se podrá comer a puro cuerpo la paella de marisco en el chiringuito L'Estel de la playa del Torn, en Hospitalet de l'Infant (Tarragona).
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