Intensivo caribeño en siete días
De Cuba a Jamaica, islas Caimán y Cozumel, un viaje entre mojitos, playas alucinantes, arrecifes de coral y ocio a bordo
Desde que en mayo de 2016 llegara a La Habana el primer gran barco de crucero procedente de Estados Unidos en más de medio siglo, la gran bahía de la capital cubana se ha convertido en un animado punto de salida y escala de las rutas de estos buques por el Caribe. Nuestro viaje comienza con dos días en La Habana, tiempo suficiente para enamorarse de la ciudad antes de zarpar rumbo a la mexicana Cozumel, con escalas en Jamaica y Caimán. Siete días de sabor, luz y color caribeños.
La Habana
Atracado a las puertas de La Habana Vieja, es fácil descubrir la ciudad, sus calles y su vibrante música. A pocos pasos esperan las plazas de la Catedral y de Armas, la calle Obispo, y, cómo no, el inevitable mojito de La Bodeguita del Medio o el daiquiri del Floridita, ambos popularizados, para siempre, por Hemingway. Frente al Capitolio se concentran formidables coches estadounidenses de la década de 1950 que milagrosamente siguen circulando por las calles —luciendo luminosos colores y el brillo de sus cromados— convertidos en atracción turística. Un poco más allá esperan barrios como El Vedado (donde se encuentra la famosa heladería Coppelia) o Miramar. Y, por supuesto, el mítico Malecón de La Habana. Aunque la visita sea corta, uno no debe irse de la ciudad sin haberla disfrutado al atardecer desde alguno de los bares en las azoteas de hoteles como Dos Mundos o el Saratoga. Quien decida comer o cenar fuera del barco puede hacerlo, por ejemplo, en Doña Eutimia, junto a la catedral; en Paladar Los Mercaderes, o en Los Amigos, donde no defraudarán platos como la ropa vieja.
Rumbo a Montego Bay
Descubrir La Habana a fondo se queda para otra ocasión. Zarpamos. Cada viajero decide en qué medida se quiere dejar seducir por las constantes actividades lúdicas que se ofrecen a bordo, tanto en las mañanas soleadas y piscineras en la cubierta exterior como en las tardes-noches llenas de actuaciones musicales, teatrales, circenses… Después de un día de navegación arribamos a Montego Bay, la segunda ciudad más importante de Jamaica, donde tradicionalmente recalan los cruceros que navegan por el Caribe. Para aprovechar la escala de pocas horas existen diferentes opciones, una de las más populares es visitar Dunn’s River Falls, en Ocho Ríos, una catarata cuyas aguas bajan un desnivel de unos 55 metros en múltiples saltos a lo largo de 180 metros para, finalmente, acabar en el mar. Los turistas van contra corriente, remontando escalón a escalón por las diferentes terrazas y disfrutando de las pequeñas lagunas que se forman en ellas. El día puede completarse con la visita a alguna playa y paseando por el centro histórico de la ciudad. Los aficionados a la música reggae harán bien en renunciar a estos planes y visitar la casa de Nine Miles (a unas horas por carretera de Montego Bay) donde nació en 1945 Bob Marley (convertida en un pequeño mausoleo tras su muerte en 1981).
George Town
La siguiente escala es la capital de Gran Caimán: George Town. Las paradas en este crucero son cortas. Si en Jamaica se tienen cerca de 10 horas, en Gran Caimán se dispone de escasamente 6 horas para ver algo. Estamos en la mayor de las tres islas que forman el archipiélago de las Caimán. ¿Qué se puede hacer en un tiempo tan limitado? Probablemente la experiencia más divertida es contratar en el puerto, por unos 45 euros (toca regatear), una excursión de tres horas que combine la posibilidad de nadar con mantas y de disfrutar haciendo snorkel o buceo en los arrecifes de coral de la isla. Antes de volver al barco, lo suyo es pasar un rato paseando por la célebre e impresionante Seven Mile, considerada por muchos una de las mejores playas del Caribe.
Cozumel
La cuarta y última isla de nuestro recorrido marítimo será Cozumel, una isla mexicana situada al este de la península de Yucatán cuyo nombre quiere decir tierra de golondrinas. Como las terminales a las que llegan los cruceros están prácticamente en la ciudad, conocerla y disfrutar de sus restaurantes y tiendas de artesanía resulta muy fácil. Si apetece dar una vuelta a la isla, que en tamaño no es mucho más grande que Formentera, uno puede contratar un taxi por unas horas o alquilar un coche. En cualquiera de los casos, tendrá la oportunidad de disfrutar practicando snorkel en uno de los arrecifes de coral con mayor diversidad y riqueza biológica de todo el Caribe. También podrá zambullirse en cualquiera de las playas de la isla, alguna de las cuales son clubes privados en los que hay que pagar por entrar, como la muy recomendable Paradise Beach. Entre las de acceso libre merece la pena playa Palancar. También es interesante visitar el yacimiento arqueológico maya de San Gervasio y Punta Sur, un espacio natural donde uno tendrá la ocasión de disfrutar de una magnífica vista desde lo alto del faro Celarain. Se puede comer en cualquiera de los muchos restaurantes en la ruta, aunque por su singularidad y estupenda cocina es recomendable El Muellecito, una agradable cantina donde se sirven margaritas, guacamoles y pescados.
Regreso
Ya de regreso en La Habana, y antes de partir hacia el aeropuerto para el vuelo de vuelta, uno todavía dispone de dos o tres horas para despedirse de la capital cubana disfrutando de un último paseo y comiendo, por ejemplo, en Paladar San Cristóbal, restaurante que se hizo célebre cuando almorzó allí Obama en su viaje a la isla en 2015.
Nuestro viaje termina. Ha sido intenso, pero también relajante. Organizado cuando uno quiere o un poco más libre a la hora de las excursiones. Nos hemos dejado llevar para disfrutar de un cóctel caribeño que valdrá la pena ampliar en el futuro.
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