Petit Palace Plaza de España, a dos pasos de la Gran Vía madrileña

Agustín Ibarrola diseñó el logo de una cadena hotelera con raíces en el País Vasco que inició su andadura con el Petit Palace Arana, un emblemático edificio del siglo XIX en el centro de Bilbao, y tras diversas vicisitudes societarias ha acabado por abandonar su marca principal (High Tech Hoteles) y se anuncia hoy con el más aristocrático título de Petit Palace. El icono, de clara evocación mironiana, representa una silueta humana moteada de borrones en cinco colores que simbolizan la fertilidad de las libertades en los cinco continentes. Esta imagen se incrusta de manera llamativa en los dos gonfalones que ajustan y significan la fachada de uno de sus hoteles más funcionales en el centro de Madrid, el Petit Palace Plaza de España. Porque, detrás de esta geometría historicista de marbetes almagres, rosetones heráldicos y balcones de forja, el edificio no tiene nada de señorial intramuros. Sus diseñadores han optado por una pulcritud utilitaria de calculado minimalismo visual y soluciones prácticas en su orden mobiliario.

No invitan demasiado a pasar largos ratos ni el mostrador de recepción ni la zona que le precede, una antesala organizada para una clientela corporativa necesitada de breves encuentros profesionales. Qué mejor regalo para ellos que los productos y alimentos saludables del rincón Healthy, promovido por la dietista Carla Zaplana. Un bufé estricto sin apenas elaboraciones propias pide otro espacio alejado del hormigueo incesante de la calle.

Las habitaciones se aprietan en cinco plantas, baja aparte, con muy poco margen de ampliación. Arriba, la viguería del bajo cubierta cruje al paso de los huéspedes. Más vale que toque una habitación inferior. O una trasera, con vistas al impresionante jardín vertical del hotel Santo Domingo. Estas son las más silenciosas, pese a la escasa luz que reciben del patio. Todas deparan algo de picardía cuando se descubre la delgada lámina de vidrio que separa el baño de la alcoba, no apto para pudorosos.

A los precios que cuesta aquí una estancia en temporada baja más vale no quejarse mucho. Es una ciudad en revalorización turística cuyos precios están llamados a subir en cuanto se inauguren los hoteles internacionales previstos en su almendra central.