Tudela, delicias vegetales en la capital de la Ribera Navarra
Paseo por el casco histórico, entre los edificios de Rafael Moneo y el arte urbano del Festival Avant Garde. Y una escapada a las huertas, los olivares y los viñedos próximos
Su fértil huerta y la cocina que se desarrolla en torno a ella convierten a Tudela en un destino gastronómico de referencia. De hecho, las Jornadas de Exaltación de la Verdura —entre abril y mayo— es uno de los mejores momentos para visitarla. Pero la capital de la Ribera Navarra —que cuenta con unos 35.000 habitantes— es mucho más que eso. Su rico patrimonio artístico abarca desde una de las puertas románicas más bellas de Europa hasta palacetes con inusuales escaleras imperiales, pasando por algunas obras arquitectónicas de Moneo y un importante festival de arte urbano.
10.00 Friso de las grisallas
La gran cantidad de escudos de armas que aún lucen muchas de las casas del casco histórico da una idea de la importancia de la ciudad, que, en el pasado, superó en población a Pamplona (de la que dista 94 kilómetros). La Casa del Almirante (1) (calle Rúa, 13), con su fachada con decoración plateresca, es el inicio de esta pequeña ruta por edificios civiles. El interior, elegante y en el que destacan los artesonados de madera de puertas y techos, alberga la Fundación María Forcada, uno de los referentes culturales de la localidad.
La siguiente parada es uno de los edificios más representativos del Renacimiento en Navarra: el palacio del Marqués de San Adrián (2) (Magallón, 8) y su espectacular friso de las grisallas, que adorna la escalera principal y que permaneció oculto durante parte del siglo XX. Estas pinturas de mitad del siglo XVI representan a las 12 gracias, que señalaban las pautas morales a la dueña de la casa. A muy poca distancia está el palacio del Marqués de Huarte (3) (Herrerías, 14), un ejemplo destacado de la arquitectura civil barroca. Su llamativa escalera imperial de cuatro salidas es la más importante de la región y los frescos de una de sus fachadas no tienen desperdicio. Conviene no marcharse sin echar un vistazo a la carroza real.
12.30 El centro neurálgico
La vida social en Tudela transcurre en la plaza de los Fueros (4), que marca el límite entre el casco viejo y la parte nueva. El espacio, presidido por la Casa del Reloj, es escenario de La Bajada del Ángel cada domingo de resurrección y del chupinazo de las fiestas patronales en honor a santa Ana. Las terrazas, atestadas de gente aunque haga frío, son el lugar perfecto para disfrutar del aperitivo.
Antes o después de hacer una parada para descansar, merece la pena detenerse ante las obras de uno de los ciudadanos más reconocidos de la ciudad: el arquitecto Rafael Moneo, el primer español que ganó el Premio Pritzker (en 1996). El paseo del Queiles (5), la residencia de mayores ubicada en esa misma calle y el colegio Elvira España (6) (Alberto Pelairea, 9) son algunas de sus proyecciones. Los admiradores del arte urbano pueden sustituir este circuito por la ruta del Festival Avant Garde (7), que reúne murales de artistas reconocidos, como Vhils, Suso33 y Ron English.
14.00 Oda al verde
Hora de comer. Las cartas de los restaurantes son una auténtica oda al verde y hay muchos que ofrecen una excelente cocina a precios más que razonables. Dos ejemplos son Casa Lola (8) (plaza del Mercadal, 26) — sus pochas con verduras son un regalo para el paladar— y hostal Remigio (9) (calle de Gaztambide Carrera, 4). En este último, los platos elaborados por Luis Salcedo conjugan a la perfección tradición y vanguardia. Nunca defraudan.
Si se quiere exprimir al máximo la cultura gastronómica de la localidad, hay que visitar Tudela durante las Jornadas de Exaltación de la Verdura. Talleres de cocina, cursos de agricultura ecológica, exhibiciones y rutas temáticas son algunas de las actividades más destacadas de la fiesta, que este año se celebra entre el 20 de abril y el 1 de mayo.
16.00 Del románico al Barroco
Conocer los edificios religiosos de Tudela es hacer un viaje por la historia del arte que abarca desde los restos de la antigua mezquita hasta el Barroco. Para seguir un orden cronológico, lo mejor es comenzar por el románico del siglo XII, y la que representa este estilo en su forma más pura es la iglesia de Santa María Magdalena (10) (calle del Portal). El acceso al templo solo se permite a través de la visita guiada que sale del palacio Decanal y que conviene reservar con antelación.
También en la misma época comenzó la construcción de la catedral de Santa María (11) (Roso, 2), en cuya fachada se encuentra uno de los símbolos de la ciudad, la Puerta del Juicio, una joya del románico ante la que hay que detenerse para observar las escenas de castigo a los pecadores. Dentro esperan la imagen de la Virgen Blanca —la única con esas características—, el coro renacentista y la capilla barroca de Santa Ana. Se puede aprovechar la visita para darse una vuelta por el claustro y el palacio Decanal (12), que alberga la obra El juicio final, atribuida a El Bosco.
18.00 Entre el Ebro y los campos
Los últimos rayos de sol brindan el momento perfecto para salir de la ciudad y pisar la tierra. Las posibilidades son múltiples y para todos los gustos. Desde un paseo por la Mejana —la zona de huertas a los pies del Ebro— a conocer un trujal, porque en Navarra también se produce aceite, y de primera calidad. En la Hacienda Queiles (13), Alfredo Barral aprovecha al máximo las excepcionales condiciones climáticas y del terreno y mima sus olivos para producir un aceite de altísima calidad.
Los que prefieran el vino pueden acercarse a Pago de Cirsus (14), una de las bodegas más reconocidas de la región. La familia Rodríguez es, desde hace cuatro años, la propietaria de las 160 hectáreas de viñedos en los que cultivan chardonnay, cabernet, merlot, syrah y tempranillo. Además de visitas guiadas y catas, se puede comer y cenar en una terraza con vistas a las viñas o alojarse en una de las habitaciones con aires medievales de su hotel.
21.00 Contundentes pinchos
Cuando cae la noche, el mejor plan es imitar a los locales y recorrer las barras de los bares, de pincho en pincho. Los hay para todos los gustos. Desde las tradicionales gildas y canapés de anchoas de La Catedral (15) (calle de las Carnicerías, 2) a las tapas reformuladas y de influencia asiática del L&Ele (16), en la misma calle. En cualquier caso, y sea cual sea el recorrido, hay que dejar hueco para el bar José Luis (17) (calle del Muro, 23) y su delicioso —y contundente— huevo cocido con bechamel. El final perfecto para irse de Tudela con buen sabor de boca.
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