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Fuera de ruta

Pozas brasileñas para bucear como en un acuario

Ríos repletos de peces de colores, la dolina de los guacamayos y una misteriosa laguna en Bonito, un emocionante destino de turismo sostenible al oeste de Brasil

Una de las zonas de buceo en Bonito, al oeste de Brasil.Vídeo: GIORDANO CIPRIANI (SIME) | epv
María Martín

Hay pocos lugares capaces de sorprender al documentalista Lawrence Wahba. Conocido como el Jac­ques Cousteau brasileño, Wahba ha buceado, escalado y fotografiado los santuarios naturales más bonitos del mundo. Su exploración de paraísos ya le ha llevado a más de 50 países, pero hay un lugar al que, desde hace 30 años, siempre vuelve. Y el nombre de ese lugar lo dice todo: Bonito. Aquí, en medio de un paraje de suelos de arena roja y pasto para las vacas, uno puede chapotear con peces de colores como en el Caribe y al día siguiente bucear en profundas grutas similares a los cenotes mexicanos.

javier belloso

Esta pequeña localidad en el oeste de Brasil, en el Estado de Mato Grosso do Sul, se ha convertido en un ejemplo de turismo responsable. No hay multitudes de gente embadurnada de crema y repelente de insectos entrando en los ríos y cascadas, y no hay basura tirada en el suelo. Hay silencio y, sobre todo, respeto con el entorno. “De joven visité muchos lugares en los que vi muchísimos animales que ahora ya no quedan… En los ríos de Brasil parece que todo el mundo pescó lo que había. Ya no hay peces”, se lamenta Wahba. “Sin embargo, en Bonito disfruto viendo los mismos animales, e incluso más, desde hace tres décadas”, añade.

El agua es tan clara que desde 40 metros de profundidad, mirando hacia arriba, se ven las copas de los árboles

Mientras se multiplican las playas brasileñas de las que han desaparecido estrellas y caballitos de mar porque los barqueros de embarcaciones turísticas arrasan los delicados fondos marinos con sus anclas, en Bonito es común avistar sucuris, también conocidas como anacondas, deslizándose en las orillas de los ríos. No es el único predador de película que repta por Bonito: los cocodrilos forman parte del paisaje sin que se hayan registrado incidentes. Gracias a la prohibición de pescar, además, sobran peces de colores de todos los tamaños aleteando sin miedo alrededor del visitante. “No existe ningún lugar en el mundo con tantos peces y con un agua dulce tan clara como la de Bonito”, insiste Wahba.

Situada a tres horas y media en coche de Campo Grande (la capital de Mato Grosso do Sul), hay que calcular por lo menos cuatro días completos para disfrutar con algo de calma algunas de las más de 30 excursiones organizadas que se ofrecen en la región. Uno no puede dejar Bonito sin haberse sumergido en las aguas de sus ríos o haber admirado alguna de sus misteriosas grutas submarinas. Otras excursiones dependerán de la pasión del visitante por el submarinismo, las cascadas, las cavernas o por la adrenalina.

Flotando río abajo

El Recanto Ecologico do Rio da Prata (56 euros) ofrece excursiones para bucear y dejarse llevar por la suave corriente a lo largo de dos kilómetros de río. El paseo se realiza en grupos de un máximo de nueve personas y un guía que puede convertir la experiencia en una clase de biología. El visitante recibe gafas, tubo de bucear y traje de neopreno —las aguas son tan transparentes como heladas— y se olvida de todo para sumergirse en el silencioso mundo subacuático.

Caravana en una zona de campin en Bonito (Brasil).
Caravana en una zona de campin en Bonito (Brasil).Stephen Lux

Bancos de piraputangas

Más reducido, pero también más rico en colores y especies —y un poco más caro (62 euros)—, es el llamado Acuario Natural Baia Bonita, que ofrece una experiencia capaz de dejar en estado de shock al submarinista más experimentado. La excursión consiste en sumergirse en un río que parece, literalmente, un acuario gigante lleno de plantas y peces de colores. Se nada entre bancos de doradas y piraputangas, se descubren las nacientes de agua agitando sutilmente la arena grisácea del lecho del río y hasta las diminutas burbujas de oxígeno liberadas por la fotosíntesis de las plantas acuáticas.

Submarinismo

Algunos misterios son parte del encanto de Bonito, una región rica en grutas y cavernas de dimensiones aún desconocidas. La incalculable profundidad de la Laguna Misteriosa (excursión, 96 euros) es uno de los atractivos favoritos de los amantes del submarinismo con y sin experiencia. En 1998, el buceador Gilberto Menezes de Oliveira alcanzó hasta 220 metros de profundidad y desde entonces nadie ha conseguido llegar más lejos, mucho menos al fondo. El enorme agujero de paredes rocosas y aguas de todos los tonos de azul esconde un abismo en el que, en vez de nadar, uno parece volar. El agua es tan cristalina que a 40 metros de profundidad, si se mira hacia arriba, pueden vislumbrarse las copas de los árboles que abrigan la gruta.

Guacamayos en Buraco das Araras (Brasil).
Guacamayos en Buraco das Araras (Brasil).Alex Robinson (Getty)

Plumas rojas y azules

Muchos de los atractivos de Bonito fueron descubiertos por casualidad y los dueños de las tierras tardaron décadas en reconocer y explorar los tesoros que escondían sus propiedades. En 1912, un grupo de trabajadores rurales de una hacienda de la región estaba intrigado por la cantidad de guacamayos que volaban en un claro del bosque. Siguiendo el vuelo de aquellos pájaros de plumas rojas y azules llegaron a una enorme dolina de 500 metros de circunferencia y 100 metros de profundidad con una laguna verde al fondo. Lo bautizaron como el Agujero de los Guacamayos (18 euros). Pero lo que hoy es un atractivo exótico y accesible ya fue hace no demasiado un improvisado cementerio a cielo abierto, final profundo de las mortales disputas entre amantes, políticos, bandoleros o señores feudales. Tras superar su uso macabro, el lugar vivió años de degradación y deforestación, hasta que los famosos guacamayos llegaron a desaparecer. Tras su recuperación, hoy pueden verse decenas de parejas de estas aves coloreando el enorme agujero, así como tucanes y otras 150 especies diferentes de pájaros.

Guía

  • Bonito se encuentra a tres horas y media en coche desde Campo Grande, la capital de Mato Grosso do Sul.
  • Hay muchas agencias para contratar excursiones. Una buena opción es Ygarapé.
  • Turismo de Bonito.
  • Turismo de Brasil.

La historia ha dado varias vueltas en Bonito. La ciudad fue bautizada así por el coronel Luiz da Costa Leite Falcão, que llegó a la región en 1924, compró una enorme extensión de tierras llamada Rincón Bonito y se propuso expulsar a los indios que se resistían a su afán colonizador. Hoy tribus como los kadiwéu aún habitan la región y ofrecen una visión diferente de la historia. Antes conocidos por su habilidad como guerreros —­durante las batallas se escondían en el dorso de los caballos para engañar al enemigo—, hoy son famosos por sus delicados trabajos en barro, que pueden comprarse en algunas tiendas y ferias de Bonito.

Estalactitas

La atracción favorita de los más aventureros que visitan Bonito se llama Abismo Anhumas (excursión, 242 euros). Una enorme caverna cubierta de estalactitas que se abre a partir de una brecha en el suelo a la que solo se puede acceder descendiendo con una cuerda y un arnés. El recorrido hasta el fondo, 72 metros más abajo, equivale a la altura de un edificio de 26 plantas. “Es una auténtica aventura y tiene esas formaciones de roca dentro de la caverna que son oníricas”, describe Wahba. Al final de la cuerda, aún con el corazón acelerado y el cuerpo tembloroso, espera una pequeña plataforma desde la que observa la gruta entera bañada por chorros de luz que se cuelan por su abertura. El agua, siempre transparente, ronda los 18 grados y puede explorarse superficialmente con gafas y tubo o con cilindro hasta sus 20 metros de profundidad. Salir de ese santuario que roza lo místico requiere un poco más de esfuerzo de brazos. Cansa, pero dicen que en Bonito todo vale la pena.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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