París, destino favorito de los españoles
Una fachada de vidrio que es un icono de la arquitectura del siglo XX y otros descubrimientos en la capital francesa
El término flâneur, que denomina al ocioso observador deambulante, se inventó en París. Pues no hay lugar mejor para caminar sin rumbo tratando de llegar a ninguna parte. He aquí unas cuantas coordenadas.
En 1874, Louis Leroy vio el cuadro ‘Impresión, sol naciente’, de Monet, y su mala crítica dio nombre al impresionismo
Un edificio secreto
“La mejor casa de París”, según Nicolai Ouroussoff, el que fue crítico de arquitectura de The New York Times. “Una máquina lírica cuya teatralidad es la antítesis de la seca estética funcionalista que reinó durante buena parte del siglo XX”. Esta casa deslumbrante, la Maison de Verre, fue diseñada por Pierre Chareau entre 1928 y 1932 y podría encuadrarse en el periodo clásico del Movimiento Moderno. Tres pisos cuya estructura de hierro sostiene paneles en cada uno de los cuales se cuentan 24 bloques de vidrio. Para entrar es imprescindible concertar visita. El tiempo de espera suele ser de cuatro meses, no más que en algunos restaurantes con estrellas Michelin.
- Rue Saint-Guillaume, 31 (+331 45 44 91 21).
Un museo
Cuando en 1874 el crítico Louis Leroy observó el cuadro Impresión, sol naciente, de Monet, quedó impresionado para mal y con su consiguiente crítica negativa dio nombre al Impresionismo. Faltarán años para agradecérselo. La lección de arte que nos brinda el Museo Marmottan es antológica. Incluye ese cuadro, determinante, y tantos otros de Manet, Degas, Renoir… La famosa sala circular del piso de abajo alberga flotantes nenúfares de Monet. Uno se siente recompensado por el arte y, como en los jardines de Giverny, sobrecogido e impresionado, nunca mejor dicho.
- Rue Louis Boilly, 2
La plaza donde vivió Delacroix
Escondida entre esas calles tan bohemias del 6ème Arrondissement (por favor, mucha atención al café La Palette) y a un paso de la abadía de Saint-Germain y los cafés de los existencialistas (Café de Flore, Les Deux Magots, Café Napoleón), la Place de Furstemberg es una de las más charmantes de París. Mantiene en su centro cuatro paulonias que en primavera tiñen el aire de violeta, confiriendo al espacio un aura romántica más o menos compatible con el temperamento de Delacroix, el gran pintor del romanticismo francés, que escogió este rincón para instalarse sus últimos seis años de vida (de 1857 a 1863) y pintar alejado del ruido pero en el mismo centro de París.
Dos barrios de moda
Le Marais norte. Uno de los mejores amigos que tuvo (durante un tiempo) Delacroix fue Victor Hugo. Célebres son los mensajes que se intercambiaban y que el pintor le enviaba a otra de las plazas más legitimadas de París: la Place des Vosges, en el Marais. Allí se conserva intacta la casa del escritor. El barrio se ha convertido en un hervidero turístico y desde hace unos años ha extendido su atractivo al norte. Alrededor de la Rue de Bretagne se despliega hoy un cogollito comercial de lo más interesante. Conviene destacar la delicada papelería Papier Tigre o marcas de ropa como Cuisse de Grenouille (que ha universalizado sus clásicas sudaderas Surf in Paris), Commune de Paris o Etudes. Además de librerías muy entusiastas como Comme un Roman y, sobre todo, el mercado des Enfants Rouges, punto de encuentro cosmopolita que ofrece comida internacional en un entorno deliberadamente desaliñado.
Batignolles. Algo similar ocurre en Batignolles, en el distrito 17, que ha ido absorbiendo a todo el turismo sobrante de Montmartre y que hoy día, gracias a un renovado espíritu sibarita, en las calles colindantes a la Place du Docteur Félix-Lobligeois ha aglutinado un estupendo fresco de floristerías, tiendas y terrazas. Mucha atención requieren los bar à vins (bodegas), ideales para comer y beber en un ambiente cien por cien parisiense; por ejemplo, Les Caves Populaires o Les Puces des Batignolles.
Dos galerías
En París siempre se termina entrando en un pasaje, debilidad de los flâneurs que inauguraban la modernidad en el siglo XIX mientras Georges-Eugène Haussmann ordenaba la ciudad. Reductos de elegancia y serenidad, por ellos se pasea sin prisas. La Galerie Vivienne es una alegoría de belleza gastada. Si se entra por la Rue de la Banque, atención a Le Bougainville, bistró exageradamente parisiense, una fiesta. El Passage Colbert es el único que no tiene tiendas, pero atesora un pasillo de columnas que vale tanto la pena como el restaurante al que irremediablemente conduce: Le Grand Colbert.
Una calle de París
Entre el bulevar Poissonnière y el bulevar Magenta se estira la Rue du Faubourg-Saint-Denis. La ciudad condensada a pequeña escala. El pasado mayo, Le Monde le dedicó una página por ser ejemplo de resistencia y multiculturalidad. Es conocida por bares épicos como el Sully (de los más baratos de París; por algo es más fácil ganar el euromillón que hallar hueco en su terraza), Chez Jeannette o Mauri 7. Además de sus fromageries: Julhes (un clásico) o Taka & Vermo (más reciente), y su empeño en mantener sabores del mundo (Urfa Dürüm, imprescindible comida kurda; Shezaan para vegetarianos). Desde hace unos años tiene un afluente altamente recomendable llamado Passage des Petites-Écuries, donde, como en todo buen libro sobre gastronomía, es fácil entrar, pero muy difícil salir.
Use Lahoz es autor de la novela Los buenos amigos (Destino).
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